Apenas se derrumbó el Muro de Berlín se derrumbó el comunismo del Este. Todo. Como un castillo de naipes. No pasa igual en Occidente: se derrumbó el Muro de Wall Street pero no el capitalismo. El fin de la Unión Soviética permitió augurar hasta el absurdo el fin de la historia; pero no pasa eso con el fin de la burbuja financiera en los países ricos: porque igual que la cola de lagartija, por más que se caiga a pedazos esta se va recuperando sobre si misma.
Cuando uno ve el comportamiento de los actores sociales- nosotros los humanos- no se entiende por qué no pasa algo parecido al asalto a la Bastilla o al Palacio de Invierno. Y no pasa. Las sociedades más atrozmente asoladas del planeta no reaccionan; en distintos países- aún pobrísimos- se siguen eligiendo presidentes acordes al sistema, incluso millonarios. Y hasta hay gobiernos progresistas que se resignan y no apuestan más que a una mayor autonomía pero dentro del actual mecanismo. Sin salirse del plato. Es como si el colapso económico-financiero planetario no produjera un efecto de ruptura con el orden establecido y este continuara reordenándose como si nada. Nos sucedió aquí en menor escala con los bancos. Los apedreamos, pero ayudamos a que se reciclaran como antes para hacer cola ante sus ventanillas. Y el mundo sigue andando, dice el tango. Como siempre.
Ahí el imperio, allá los miembros poderosos de ese imperio y más allá, en los márgenes, los estados al margen buscando colarse por una hendija y pertenecer. ¿ Por qué los débiles, los excluidos, los desesperados que suman millones en el mundo, siguen esperando?
¿ Y por qué esa esperanza no se busca en el reservorio de ilusiones todavía vírgenes, y en cambio se recicla en la misma cola de lagartija que se fue haciendo trizas?
Según el pensador alemán Ulrich Beck, está ocurriendo un fenómeno extraordinario: “ son los propios Estados Nación los que se han deslizado involuntariamente hacia el rol de sujeto revolucionario. Y entonces de repente ponen a la práctica un socialismo de Estado solo para ricos. Apoyan a la gran banca con cantidades inconcebibles de millones , que desaparecen absorbidos por un agujero negro. Al mismo tiempo- dice Beck- aumentan la presión sobre los pobres”. Algo así como si de pronto el esclavista perdiera su poder y su fuerza, se le cayera el látigo de las manos, pero sus dominados le permitieran esperar a recobrarse, y así más tarde recobrarse ellos para volver a ser esclavos. Lo cierto es que por ahora el sujeto revolucionario está ausente. Se duele o se frustra pero no ataca. A lo sumo son las propias corporaciones las que toman recaudos y entonces, en ciudades como Londres, les recomiendan a sus ejecutivos que no se paseen por ahí con saco y corbata para evitar riesgos de rencores aislados. No tengo respuestas. Solo esta pregunta: ¿ Por qué los desesperados siguen esperando algo de los mismos que los desesperaron?
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