lunes, 16 de marzo de 2009

El tomate -el personaje del año- no tiene quien le cante





El personaje del año no fue ningún político, ni ídolo ni modelo ni equipo de fútbol ni protagonista de Gran hermano ni de “Bailando por un sueño”, ni de ningún escándalo sindical ni económico. El personaje del año fue el tomate. Sería injusto negarle ese mérito. Hoy, que cuesta un peso cincuenta el kilo, que se redujo diez y hasta quince veces su precio, ya no tiene el encanto que tenía cuando costaba un ojo de la cara. Cuando ante las góndolas apenas cargadas con tres o cuatro tomates casi nonatos la gente se arrodillaba a rezarles. Ya no.

Si un tomate rueda del canasto nadie se agacha a recogerlo. Se lo deja rodar y si se pone delante del pie se lo patea para que ruede más lejos para no tener que levantarlo. Es nuestra naturaleza injustificable. En vez de salsa de tomate ahora que hay lío con la leche queremos salsa blanca o de crema de leche. Nada de tuco ni estofado: queremos salsas hechas con mucha leche. Entonces los verduleros se resignan a ver cómo los tomates se les ablandan y supuran y se llenan de moscas; y cómo se echan a perder en las góndolas. Pensar que hace unos meses eran alimentos exóticos más deseables que una pechuga o que un ojo de bife.

Que pedir ensalada de tomate lucía cool, hacía presumir de rico al que en un restaurante la pedía con mucho tomate, en voz alta.

Las mismas consumidoras tensas, desesperadas, que se ponían coloradas de furia cuando el kilo de tomate costaba veinte pesos, ahora pasan de largo desganadas porque barato y en oferta ya no les entusiasma.

Pero hace unos meses era otra historia.

El tomate sirvió para convertirse en el mayor opositor del Gobierno; en el más escandaloso argumento intelectual e ideológico en la etapa previa a las elecciones.

Cómo habrá avanzado nuestra cosmovisión política que el tomate pasó a ser como un manifiesto. Rojo de ira y arrebatado de rabia mediática, el tomate adquirió en la Argentina una increíble y fantástica fama de alimento sustancial, de nutriente básico sin el cual los argentinos sucumbirían a la desnutrición y al desconsuelo gastronómico. Lo que es la vida: hoy ya nadie habla de él. Lo ignoran. Ni la oposición ha vuelto a nombrarlo aunque sea por gratitud por los servicios prestados, aunque no surtió efecto. Tampoco los medios ya lo usan como despertador para convulsionar desde temprano a las amas de casa alertándolas de la pandemia del tomate y sembrando la aterradora idea de que no se iba a poder comer más tuco, ni colchón de tomate, ni tomate relleno, ni ensalada de tomate ni tomarse un bloody Mary.

Por eso lo declaro el personaje del año. Porque sin ser persona adquirió más rango humano que cualquiera. Porque siendo el entrañable hermano de la mesa argentina fue incitado con fines políticos a deshermanarse.

Porque fue noticia cuando convenía y ya no se acuerdan de él ni los activistas del boicot ni los desvergonzados dueños de restaurantes que lo tacharon de la carta. Ni quienes odian al comunismo y las camisas coloradas de Chávez, pero no dudaron en usar el rojo del tomate como estandarte pueril de militancia del rezongo.

Si. Los argentinos deberían ponerse colorados: el personaje del año es el tomate.



Año 2007.

6 comentarios:

  1. Gracias Don Barone por sus benditas cartas

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  2. Orlando, estés donde estés, te sigo. Sos mi inspiración para ayudarme a pensar distinto.

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  3. Gracias Orlando, con sus inteligentes y dilectas palabras anima el comienzo de mis mañanas.
    Y aunque sé que escribe para un público inteligente [sin que esto signifique reconocerme entre ellos] sería muy constructivo que no sobreabunde con ironías, que muchas veces perdemos frente la voracidad de verdades que queremos encontrar en cada palabra pronunciada desde un medio.

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  4. Querido Orlando, descubrí tu blog, mejor tarde que nunca, aunque no es tan tarde. Sí, coincido contigo en lo del tomate como personaje del año 2007. Yo también respondí con un escrito ante el despropósito popular. Sucede que al mismo tiempo que subía el tomate y la gente se volvía loca del horror, el cura torturador Von Wernich cruzaba frases por elevación con Bergoglio mientras recibía la sentencia. El contrapunto de las situaciones me puso furiosa, al ver que el escándalo era el tomate y no las declaraciones de estos bandidos.
    Yo escribo algunas cosas que tipifico como estilo de "prosa loca", y eso hice con el tomate, Bergoglio y Von Wernich.
    La pieza se llama "Von Bergoglio", y curiosamente fue la primera de mi blog, que como vos, elegiste el tema del tomate para iniciarlo.

    El post está acá:
    http://lacosaylacausa.blogspot.com/2007/von-bergoglio.html

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  5. ES ASI BARONE, LOS ARGENTINOS O LA MAYOR PARTE DE ELLOS SOMOS MUY COMPLICADOS, POR DECIRLO DE ALGUNA MANERA...POR NO DECIR JODIDOS.

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  6. jajà, buenisimo.
    "La revolución comunicacional consiste en dominar al sujeto" y da pena lo fácil que resulta hoy día conseguir este objetivo.
    Lo felicito

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