No me digan que no lo ven y oyen a diario. Los periodistas de avanzada en los lugares donde hay algún tipo de drama o de acción hacen siempre la siguiente pregunta: ¿Es habitual?
Y la vecina, preguntada en vivo y en directo y sintiéndose también protagonista- y como intuye que el otro le quiere hacer decir que ese hecho es habitual- dice que sí. Enseguida sigue el cuestionario: ¿ Hay muchos no? Muchos
podrían ser robos, asaltos, accidentes de tránsito, tomas de rehenes o enterramientos del muerto en el patio del asesino, etc. Imaginen un asesino que acaba de descuartizar en porciones a su víctima y el cronista preguntándole al vecindario: ¿Es habitual, no? ¿Descuartizamientos dice usted? Ya ni siquiera se usan : en el supermercado la carne viene toda en bolsitas. Los carniceros ya no quieren cortar las milanesas a cuchillo: usan la cortadora de fiambre.
Un día de estos va a aparecer un marciano de verdad en la vereda de un chalecito y los cronistas ante la dueña de casa con los ojos desorbitados, le van a preguntar: ¿Es habitual? Y ella mirando al marcianito atado a un poste con alambre le va a decir que sí, ya han venido unos cuantos. Es que no hay vigilancia. Los extarrestres van y vienen por el barrio como por Marte. Y la policía nada: para mi que los marcianos también tienen eso de los Derechos Humanos.
Ayer una vecina fue rehén de un delincuente. Ya está a salvo. Los periodistas se abalanzaron sobre el barrio e insistían con creatividad mediática en preguntar: ¿ Es habitual esto, no? El “no” es un agregado afirmativo para evitar que el interrogado vacile.
Pero esta vez una señora madura del barrio dijo que no, que ella vive allí desde hace mucho y no recuerda ninguna toma de rehenes. Tal vez el periodista sepa de barrios donde hay toma de rehenes mayorista, por docena o por gruesa. El otro día cuando presuntamente le robaron el bolso a la hija de Bush, los reporteros se fueron a San Telmo a sembrar el pánico. A espantar de puro inteligentes a los turistas que vienen a estas tierras a gastar y divertirse. A cada turista distraída que estaba sentada a una mesa en la plaza Dorrego pasándola bomba con el dólar a precio de oferta, le preguntaban: ¿ Ustedes saben lo que le pasó a Bárbara Bush , saben que esta zona es peligrosa, no? ¿ No tienen miedo? Y la simpática noruega que solo sabía acerca de ella y de su amiga de viaje, y que tenía los ojos entangados porque se acuesta todos los días al alba y duerme en un hotel cinco estrellas después de bañarse en el yacuzzi, tiene que responder como si supiera sobre los fantasiosos montones de robos que les suceden a los miles de turistas que ella no conoce. Y que no son noruegos y que vienen de Japón, de Rusia, de Portugal, de Turquía, de Islandia o de Magoya.
Les voy a confesar algo personal. Pero si a mi me robaran el portafolio- toco madera- que dejé en la silla del bar, y viniera un movilero a preguntarme: ¿Es habitual no? Yo le diría ¿Sabés lo que es habitual? Que siempre hacés la misma pregunta. Es que el reservorio de inteligencia es finito.
En la Catedral de Buenos Aires (fijate el lugar del que te estoy hablando, un lugar que supone piadoso) hay un cartel en Inglés, un cartel que alerta al alma pura del turista contra el alma depravada de habitante de esta tierra. Dice algo así como "Cuídese que en este lugar hay robos, vigile su cartera". Pero NO ESTÁ EL CARTEL EN CASTELLANO. Es como si les dijera a los turistas que todos los argentinos somos ladrones. Como si hubiera complicidad con el turista que simboliza la parte "civilizada" de la humanidad. Me dio mucha vergüenza de lo que piensen los turistas de estos curas sin ningún tipo de piedad ni cerebro.
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