lunes, 27 de junio de 2011

La verdad se cuela por el micrófono


Se trata de puro humor negro; ese humor que convierte lo trágico en un relámpago de risa; y que se permite desahogar el dolor con el placer. En la Argentina se acaba de crear un ejemplo incomparable; casi fantástico. Y no hay jurisprudencia cautelar, juzgado retrógrado ni tecnología de punta que pueda pararlo. Y es éste: “¡Clarín, Magnetto/ devuelvan a los nietos!”. La desmesura de un delito de lesa humanidad traficado entre papeleos y estrategias de lentitud brutal, lo resume ese estribillo en una sentencia rápida, implacable. Ese “devuelvan” es como decir basta. Lo padecen cada día- y no injustamente- las coberturas de notas periodísticas de exteriores de radio Mitre, TN y canal 13.
Por sus micrófonos, con frecuencia creciente, se cuela burlón y dramático ese sonsonete de condena: ¡Devuelvan a los nietos! El grito corto e intencionado se introduce por la línea que transporta el sonido y rompe de un metafórico piedrazo el cristal de seguridad profesional dejándolo en ridículo. Si es que puede volver a dejarse en ridículo, lo que ya está ridiculizado desde hace tiempo por su propio comportamiento penal y ético.
La espontánea creación popular le encontró la vuelta a esa cerrazón cínica del grupo de comunicación dominante de seguir dominando el discurso público. Le agrega lo que no dice porque lo oculta. Y se inmiscuye con sorna por la línea convencional destinada al receptor y televidente, como un polizón furtivo en un trasatlántico. O como Mathias Rust aquel muchacho alemán de diecinueve años, que en 1987 a bordo de un avioncito casi de juguete aterrizó en la Plaza de Moscú, esquivando el escudo de seguridad atómico del Soviet. Puro humor negro. Lo pensó Freud; lo consagró el arte de la literatura en todos sus géneros. Los hinchas de fútbol tienen un compendio y el archivo del graffiti en este sentido es desbordante.
El humor negro bromea con el dolor con el que los que causan el dolor no bromean. Llora mientras ríe. Se nutre de la esperanza: hace catarsis para sacarse la pálida de encima. Y entonces el fenómeno callejero se expande. Un relator subrepticio, inesperado, sin carné de locutor ni de cronista y a lo mejor con el solo patrimonio de ser nadie, se escabulle a espaldas del relator autorizado. Y grita: “¡Clarín, Magnetto/ ¡Devuelvan a los nietos!”. Rima impecable; son dos versos que aspiran a la literatura. Y, sobre todo, a la hazaña de atrapar al incapturable Leviatán con un anzuelo de mojarrita. El grupo de comunicación más grande se siente penetrado por la voz del pueblo entrometida en el micrófono. Así como una culpa que se pretende desconocer entra por la conciencia.

Por Orlando Barone
(Télam 26 de Junio)

viernes, 24 de junio de 2011

Panfleto de las puteadas opositoras

No hay casi ninguno en la oposición que no putee por lo alto o lo bajo; que no putee despierto o dormido, puteando al hablar y al callar, porque si no putean -y los entiendo- se mueren atragantados de puteadas que es una muerte todavía más ingrata que morirse atragantados de mierda.
Ya no es el descarrío de la Carrió o el de Francisco de Narváez, o el de Mauricio Macri o de el Duhalde residual, o de Pino Solanas en el exilio del Plata; o el de Fernando Iglesias, Silvana Giúdice y Gerardo inMorales; o el de algún resabio de extremo abismo o de extremo idiota; o el de cualquiera que en su papel opositor ya esté avisado que el kirchnerismo sigue y que ellos, todos, por separados o amontonados, salteados o efímeros van seguir también. Pero detrás, a la saga. Porque a medida que se acerca octubre, y se haga más nítida la derrota que los posterga, los puteadores van a aferrarse a lo único que los calma; aunque vomitar deje un gusto ingustable en la boca.
Putean a coro con los grandes medios, que los instigan y arrastran a agigantar las puteadas, y ellos de puro serviciales las van aumentando de tamaño para no perder el porcentaje de micrófono o de cámara cuyo precio pagan ejerciendo en armonía el papel de puteadores.
De pronto algo les pasa. Y un ratito después de haber puteado mal se dan cuenta que con la repercusión fue suficiente y que queda hipócritamente bien arrepentirse. Pero ellos saben que no se aguantan sin putear al Gobierno. De putear a muertos y vivos, a pobres y ausentes, y aún de putear cuando no parece que putean. Si en lugar de puteadas se recargaran de ciudadanía política y abandonaran su papel de malos perdedores, de malos argumentadores, de malos entendedores de su tiempo, empezarían a sentir que lo razonable es asumir que la inferioridad no alcanza. Y que para recuperar la superioridad, hay que superarse reconociéndose inferiores y a lo mejor hasta de resignarse a serlo crónicamente.
Pero esto es pedirle agua destilada a la zanja; pedirle honradez a quienes han convertido lo que debería ser oposición honorable, en un puterío de ideologías y de alianzas de comité, de sectas, de negociadores y de tómbola. ¡Cómo han llegado a tanto de insignificancia política y a tanto de dialéctica puteadora! Y cómo consiguen su propia desilusión política cuando la política despierta otra vez ilusiones.
Por eso, a medida que transcurran los días van a seguir puteando con más intensidad y puterío; y cuando ya no les baste con putear contra nadie del Gobierno, cuando no les quede fantasma ni demonio sin inventar, se putearán entre ellos. Ya han empezado a hacerlo. Y ese será el único momento en que la puteada recíproca tendrá fundamento. Porque entre sí son merecedores del puterío al que adhirieron para no adherir a ser sensatos acompañantes del pueblo y del Gobierno.
Y cuando ya no tengan más tiempo para putear en los medios con quienes integran el dúo opositor; y cuando las noticias dominantes y los escándalos putísimos tengan que ceder su lugar a la realidad del voto, no van a querer perder extendiendo la mano con grandeza, virtud que han elegido desconocer. Ya van a ver en octubre. Van a perder puteando.
Ni el tiro del final les va a salir.


Orlando Barone, 24 de Junio de 2011.

jueves, 16 de junio de 2011

Fábula de los perros perfumados


Está ese estúpido chiste que dice que no hay paseadores de gatos, porque los gatos se pasean solos. Si fuera por eso tampoco hay paseadores de tortugas, palomas, gorriones ni ratones. Aunque hay paseadores de seres humanos, sean estos escolares, jubilados o turistas.
Pero lo cierto es que los que hoy crecen en número en la ciudad de Buenos Aires son paseadores de perros. Los hay en otras ciudades aunque con menos frecuencia.
Algunos de estos paseadores urbanos-sea mujer u hombre, siempre jóvenes- lideran manadas de hasta veinte animales. Entre ellos hay las mismas escalas de clase que en los empleos convencionales: los paseadores de zonas prósperas obtienen unos cinco mil pesos mensuales y los de barrios más estándares, la mitad. No es moco de pavo ser responsable de veinte instintos, veinte tipos de ladridos y veinte traseros que deponen y dejan sus boñigas al paso y agacharse a recogerlas con un plástico. Además de tener que lidiar con sus propietarias/os que cada uno exige no sé qué privilegios para su perro. No quisiera imaginar el escándalo si uno de esos mimados se escapara o si volviera a la casa contagiado de sarna popular y vulgar.
Hay paseadores que tienen marcas bravas de dientes de rottweiler o de dogo. Se las aguantan. Las razas son múltiples y por lo general caras. Hay perros diseñados en probeta cuyo valor de mercado supera los mil dólares, casi como el precio de un bebé en un juzgado o consultorio remoto.
Y aunque nadie lo sepa a ciencia cierta es probable que los perros de raza sepan su prosapia; les basta olerse y semblantearse con esos otros perros sueltos, vagabundos y pulguientos que huelen a hambre y a intemperie. La diferencia se nota. Igual que la de los humanos que llegan a una estación terminal de sus vacaciones en coche cama y calentitos, y se topan con atorrantes tirados en los andenes entre cartones.
Fue hacia comienzos de la democracia cuando empezaron a verse en la ciudad de Buenos Aires los primeros paseadores de perros. Recuerdo haber escrito una crónica en el diario La Razón dirigido por Jacobo Timerman, en el breve lapso de su gestión. El paseador era una novedad en aquel tiempo: en la dictadura hubiera sido altamente sospechoso.
Uno podría preguntarse qué será mejor para un perro: si estar arropado y alimentado con una dieta balanceada, o librado a su albedrío expuesto a los azares de la calle y de conseguirse en un basural el mendrugo. Desde nuestra mirada de cautivos burgueses la respuesta sería que es mejor ser perro con dueño que “perro-perro” sin collar ni vacunas. Es de suponer que el promedio de expectativa de vida entre unos y otros es más favorable a los primeros. Son más longevos, como esos abuelitos que la medicina estira hasta donde no debería, por respeto a la vida. En cambio un perro de la calle va a morirse antes por todas las causas que uno supone. ¿Pero cuál de los dos muere más dichoso? Se tiende a creer que el perro mimado. Pero por qué no pensar que hay perros hartos de tener toda la vida el mismo dueño y el mismo aburrimiento. Cuántos de ellos aspirarían a una huida a barrio abierto; y dejar atrás esa “cucha” y ese plato enlosado de comida elaborada para no ensuciar el piso con carne y huesos. Pero los contiene haberse acostumbrado a la seguridad del confortable hastío. Como en esas parejas que ninguno se separa por culpa de lo mismo.
Esos pichichos no son “perros-perros”: son perros de hombre. O de dama. Perros protegidos de la naturaleza de modo tan antinatural que es una paradoja. Porque ni siquiera tienen la libertad de percibir ellos el peligro; los perciben la alarma, la cámara vigiladora, el iluminador infrarrojo o el custodia de la casa en la que habitan. Y cualquier enfermedad que padezcan ya no se las advierte el instinto sino el veterinario de cabecera. Cada vez más les molestan la tierra y el pasto de tan acomodados que están a la alfombra o al sommier. Les gusta la estufa o el aire acondicionado más que el sol. Todo lo que lamen es del orden humano y tienen prejuicios con los perros que no huelen a champú.
Están tan lejos de cambiar nada que si no los llevan de la correa se sienten perdidos.
La historia humana se reproduce en ellos.
La idea de rebelión los ha abandonado.


Orlando Barone, 14 de Junio de 2011 para Télam.

martes, 14 de junio de 2011

La izquierda está de moda


Se viene la izquierda. Viene después de haber ido y venido de la derecha. Es la moda: habrá que ver si también es sincera y no meramente oportunista.
Pasa con todo: el éxito de un producto abre en la competencia el deseo de fabricar productos similares. La política se incluye en este deseo de emulación o de copia. Si el kirchnerismo peronista no hubiera marcado la senda de la izquierda nacional y popular-y con alcances culturales y económicos antes impensados- no aparecerían como hoy tantos aspirantes a ganarle y sustituirlo. El mercado en ese sentido ya está abonado y cosechar ahora parece más fácil que hace diez años. Un toque social no le viene mal a nadie, aunque su proyecto sea de country y no de barrio.
Lo interesante del fenómeno que afana a tanto surgente izquierdismo y socialismo en competencia, es que su antikirchnerismo es más feroz que su antiderechismo. Al kirchnerismo le dan con el hacha con el que no le dan a los monopolios y menos si son audiovisuales. Es la incongruencia. Como si el tigre fuera más enemigo y envidioso del tigre campeón, que de las hienas y los coyotes que le roban la comida.
Más allá de sus buenas intenciones y de banderas evocando a Mao, a Trotsky o al Che; o a Alfredo Palacios o a algún mártir-héroe, hay socialistas a los que habría que avisarles que la Mesa Rural no va a ayudar en la distribución de la riqueza y la SIP tampoco va a luchar por la libertad de prensa. Menos aún las caceroleras de Santa Fe y Callao, a las que se unieron como hermanos para combatir al kirchnerismo fascista.
En trances recientes algunos de esos candidatos y competidores políticos, que se arrogan ser más revolucionarios que los que iniciaron la revolución del Estado por sobre los privatizadores, votaron más con la derecha que con la izquierda. Sea en el lockout sojero, en la Ley de Medios o en sucesivos rezongos como cuando el Gobierno recuperó el Banco central o el fondo de las jubilaciones públicas. Y hasta cuando en soledad-y mirado por la izquierda con malicia- pugnó por la reivindicación de los Derechos Humanos y el juicio a los culpables. Pero ahora, ya abierto el camino, y bastante despejado de minas y explosivos, cualquiera aspira a recorrerlo. Y la calificación de socialismo o progresismo adquiere más valor porque el trabajo de construcción es mérito del kirchnerismo y no de ninguna secta, grupo o sigla.
Claro que es mejor que crezca la izquierda que la derecha. Siempre expande un nuevo espacio cultural en que esta había estado prevaleciendo. Pero habrá que esperar.
Socialismo es una palabra que en la Argentina suele traicionar su significado. Muchas veces con la mano social se adhirió a la economía liberal; y se sumó a la oligarquía en lugar del pueblo. Todavía queda tiempo para verificar si los socialistas se tientan solo por la moda o buscan mejorar y superar al kirchnerismo dejándole de arrojarle insultos y piedras.
A lo mejor les basta con seguir envidiándolo.



Por Orlando Barone, 13 de Junio 2011.

viernes, 10 de junio de 2011

¡Hola! Blog. Aquí va la agenda entre las cenizas

Hoy viernes doy una conferencia en el Aula Magna de la Universidad Nacional del Noroeste; mañana sábado doy otra en Carlos Casares. No sé si llegan hasta allí las cenizas. En una y otra ciudad hablaré al menos media hora seguido. ¡Media hora! En comparación con lo que hablamos en 6,7,8 es una eternidad. Ya que en el programa en el que participo se habla un promedio de 4’ cada uno; y siempre que a un invitado no se le ocurra hablar quince minutos, porque entonces a los panelistas nos quedan menos de tres por boca. Y a veces uno no habla y espera al otro día. Esa es la mecánica. Tratándose de compañeros que nos respetamos la opinión así dosificada y fragmentada funciona con más o menos armonía. No participamos de discordias mediáticas entre nosotros: aunque sí de intercambios no siempre coincidentes. Las discordias son ideales para el rating pero no para los seres humanos que no quieren arriesgarse a la indecencia. Además si un día hay algún invitado lenguaraz que no usa coma ni punto y es imparable, por cortesía nos quedamos respetuosamente callados a esperar que termine. Si termina. Y si por ahí aparece algún otro invitada/o hostil que nos apunta que el programa no es democrático y agarra la parla, nadie lo para ni lo refuta: no sea que se ofenda y después digan que en el canal público no somos democráticos como son ellos que nos putean democráticamente entre muchos.
En 6,7,8 el invitado hostil que se aviva de la mecánica, y escupe el asado de entrada, gana. La escupida tiene un gran efecto porque deja al sudoroso asador desconsolado y puteando porque por una escupida ya nadie habla de lo doraditos que están los chinchulines y las mollejas, sino del escupidor hijo de puta al que hasta le hacen reportajes. Porque “un escupidor tiene más prensa que un no escupidor” dice una leyenda de escupilandia periodística.
Si dudan del escaso tiempo de que disponemos los panelistas observen el total del parlamento. Y hagan la prueba y vean cuánto es 4` para decir algo que tenga peso específico. Y si se quedan con la mitad de un párrafo interrumpido, esperen sentados porque por ahí en la rueda ya no le toca más la palabra. Y si les toca ya se olvidaron de la parte suspendida. Así que viajo. No en una Ferrari ni en un avión de 700 mil dólares.
Sé que en Junín el intendente es un ex radical K que después de la 125 pasó a radical cobista, y ahora no sé; en Casares el intendente es radical, supongo que radical del GEN grupo tenuemente progresista si eso no lo aparta del sojerismo. A esa región se la conoce como el reino sojero y el lugar es el corazón de la tinieblas, como la novela de Joseph Conrad: porque ahí es la selva rabiosa de las “no retenciones” y donde más boinas plato y “silobolsas” se usan. No se preocupen: seré bienvenido. Estoy protegido por mis anfitriones: militantes y estudiantes del Movimiento “Evita”. No los conozco personalmente pero intuyo sabrán responder a su nombre símbolo. De lo que voy a hablar es fácil. Será acerca de cómo va a perder las elecciones el Frente para la Victoria; si es que Cristina se presenta. Porque según los informadores independientes que solo dependen del stock de mentiras y rumores, se barajan varias opciones o excusas para que ella tome esa determinación. Y son, a saber: que si no se presenta deja culo pa´ arriba a los sindicalistas y a los alcahuetes del PJ y a las Madres y a las Abuelas; porque si no se presenta puede dedicarse a sacarse el luto porque el negro la harta pero lo usa porque sigue siendo un color que mueve a la piedad; porque tiene miedo de perder y que se cumpla el vaticinio de Elisa Carrió, que ella sí sabe que va a ganar; o porque no le da el físico ni la psiquis, o porque quiere pasarse un año en un spa de Suiza para lukearse y volver a la vida cómoda que más le gusta, o porque los argentinos la tienen podrida. También hablaré acerca de cómo se recuperará el maltratado periodismo independiente gracias a que Cristina no se presenta, y hablaré sobre Schoklender porque si no hablo de él me salteo el centro del Universo. Entonces diré con tono ético y épico- de púlpito de periodista preclaro- de todo cuanto Schoklender ahorró furtivamente en las islas Caimán, que hasta se compró una isla en Grecia que antes pertenecía a Onassis y se está por comprar el imperio de Bill Gates. Ah, y si tengo tiempo-y no me tiran con una bolsa de soja o con un chancho o con un libro best seller de la intelectual de moda en La Nación y Clarín y Perfil- hablaré sobre el periodismo como el mejor oficio del mundo. Esta parte se titularía: “Fábula, cuento y fantasía”.
Y tal vez opine sobre “Evita” en alusión al grupo que me invita. Pero tendré cuidado en no usar su nombre como oposición a Perón. Porque ese es un recurso más gorila que King Kong trepándose al Empire State. O más gorila aún que un ex peronista actual, de esos que llegan al gorilismo por no tener defensas ideológicas. Entonces contraen el virus de peronista-antiperonista. Y ahí sí que el virus gorila es más atroz e incurable que el del gorilismo genético original.
Si me preguntan por mi salud moral les diré lo que muchos saben y muchos otros no: que no comulgo ni hago confesión desde hace mucho tiempo. Que no fui empleado de Clarín sino que colaboraba en el suplemento cultural y era externo al diario. Es decir colaboraba espaciadamente publicando cuentos, poemas y reportajes a ídolos populares. Nunca escribí en las páginas del diario mismo: menos sobre política; y siempre en cultura, el suplemento semanal. No se me pagaba aguinaldo ni vacaciones y si me enfermaba me jodía. Y coincidiendo en esa época con intelectuales admirables, también colaboradores: como César Tiempo, Elías Castelnuovo, María Granata, Bernardo Verbitsky, el poeta chaqueño Veiravé, Ernesto Sabato, Fermín Chavez, Eduardo Calamaro, ensayista y padre de los músicos de rock; Jorge Luis Borges, Brandán Caraffa, Cortázar, Olga Orozco, Mastronardi, etc. Renuncié a Clarin dos años antes de la guerra de Malvinas. Todavía estaba la dictadura. Aún no se hablaba de las conspiraciones y torturas para adueñarse de Papel Prensa; y menos de la sospecha de que los hijos adoptados por Ernestina Herrera de Noble eran de desaparecidos y casi nadie sabía bien quién era Héctor Magnetto. De la única concentración de la que se hablaba era de la concentración de los jugadores de fútbol. Nunca de la de Medios. En Clarín trabajaban muchos periodistas peronistas y de izquierda. Todavía no se había convertido en el monopolio de los años noventa y dos mil. El público lo consumía como los osos glotones la miel. Y como los antikichneristas son glotones de querer volver a comerse al Estado. Los domingos Clarín vendía más de un millón de ejemplares pero controlaba de no pasar esa cantidad porque más de un millón no era negocio; era más costo de papel, de carga y de transporte. Ah, nunca trabajé en la revista Gente ni en editorial Atlántida. En cuanto al diario Extra que fue un fracaso y merecido, si hay alguien que lo haya leído y sepa de una nota firmada por mí que traicione mi presente que vaya al oculista. Pregúntenle a los menemistas cuán menemista fui. Brutos lean mi pasado no lo inventen. Pregúntenle a La Nación cuán antipopulista, antichavista, anti Evo fueron mis crónicas de Puerto Libre. Si leen el “Nunca Más verifiquen si estoy citado por soplón en alguna página y si tienen la oportunidad pregúntenle a mis patrones qué alcahuete y que sumiso que era con ellos. Disculpen estos ex abruptos. Nunca escribí a favor de la dictadura, en contra de los Desaparecidos ni de Madres y Abuelas. Por eso no me señalan como pretenden señalarme los que sí hablaron en contra. Tampoco escribí a favor del neoliberalismo ni del menemismo ni tuve ningún papel ni cobarde ni temerario, ni militante ni de idiota útil; ni de alcahuete de las corporaciones. Diré todo esto en las charlas. Y ya hartos de mi- yo mismo y los que concurran – les haré saber que mi nieta y asistente Milena me leyó el título de tapa de la revista Noticias de la semana pasada con el tema de Sarlo y 6,7,8. Es éste: “La intelectual del momento y el pasado gris de Orlando Barone”. Y me dijo tiernamente, sagazmente, “baronemente”: “Abuelo, si hacen la nota para cagarte y solo pueden poner que tu pasado es ´gris`, es porque es blanco. Y si hubieran puesto negro es que es gris”. No me dijo que Noticias me eligió el peor, porque soy el mejor, porque ambas cosas son mentiras. Me dijo: “Abuelo , te quiero”.
Gracias Milena. En fin, el domingo 12 pienso estar en 6,7,8. Si es que consigo desabrazarme de los abrazos de Junín y de Carlos Casares.

De Orlando Barone, 10 de Junio de 2011.

jueves, 9 de junio de 2011

El mensaje siempre llega a destino

Este es un relato de supuestos. Así que supóngase que una mañana de estas, una cualquiera; de frío, con locutores radiales recomendando salir a la calle abrigados y alertando acerca de algún caos de tránsito, en el interior de un laboratorio del Hospital Durand, en el barrio de Parque Centenario, sucede lo que sucede: el ADN acaba de dejar su mensaje. Y comunica que Marcela y Felipe desde ahora son otros. Es decir, ellos, ya sin dubitaciones.
Los responsables de las probetas tienen ante así la prueba de la infamia. La de un tango triste. Son un pequeño grupo de investigadores de barbijo y guardapolvo blanco. Y están estupefactos pero conscientes de haber descifrado el enigma, como alguna vez Champollion descifró el de la antigua piedra de Rosetta.
Entonces lo cierto se hace más cierto. Los hijos adoptivos de la viuda de Noble son hijos de madres y padres muy jóvenes asesinados y desaparecidos durante la dictadura. El ADN es como un fantástico e inasible almacén que contiene el mensaje del organismo donde reside y se hace cargo de trasmitirlo de una generación a otra. Es el portavoz de cada uno hacia el otro que le sigue. Y si el Papa sin reparo científico se presume infalible, el ADN es infaliblemente infalible.
No hay palada de tierra ni cenizas que puedan desvanecer vínculos y entrañas parentales. Negar su veredicto implacable sería como negar la Ley de gravedad o como negarse a asumir que las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo son las de todos nosotros.
Si el ADN descubre que los Noble son hijos de desaparecidos- que a sus vez fueron desaparecidos por el secuestro y la apropiación de sus historias- y los reubica como seres sin grilletes ni censura, entonces el poder de la mentira y la mentira del poder serán desmentidos. El periodismo corporativo y defraudador ya mismo tiene que lidiar con su actuación; como un pastor que optó por predicar a favor del demonio. La sociedad se siente sacudida por un viento que levanta polvo del pasado y que deja ver lo que había debajo, oculto obscenamente. El grupo ocultador recibe el golpe en la caja de caudales y en sus redes financieras. Y la mujer mayor, tristemente involucrada, se permite pensarse una idiota de irresponsable malicia y egoísmo. Muchos políticos ambiguos, por vergüenza se están metiendo la ambigüedad en el remordimiento. La inestabilidad del proceso judicial y la intencionada tardanza, que le imponían un irrealismo kafkiano y menos seguridad que esperanza, encontró al fin la llave. La Corte Suprema cumplió en hacerla girar en la puerta hacia el lado que la abre. Es uno de los días más expectantes y estremecedores de la historia contemporánea argentina. Es inútil que pitonisas apócrifas se desconsuelen sintiendo la paradoja de que la verdad les duele. O que conspiraciones leguleyas escarben en el cajón de las argucias. Las sendas gotitas de sangre, sudor o saliva, producen hoy, esta mañana argentina, una revelación genética y antropológica de alcances imprevisibles en lo político y económico. En cada taxi, pasajeros y conductor alborotan diálogos de excitación y de escándalo. Los movileros se dan cuenta que han estado gritando tanto por cuestiones inferiores a ésta, que no les salen los gritos profundos que requiere esta noticia grande. La piel del país cínico y negador se contrae furtivamente: hipocresía no le falta. El pueblo – y no es un supuesto- celebra y aprueba.
Ese día en Parque Centenario, hay sol y madres paseando a sus bebés en cochecito. En el Durand están naciendo hijos de madres naturales y auténticas. Y no sentenciadas a muerte. Nadie sabe aún cuál es la reacción de Marcela y Felipe. La verdad es superior a los estados de ánimo. Lo que sí se sabe es que por fin, los dos supuestos hermanos, pueden mirarse al espejo de si mismos. Dentro de su tragedia, es bastante. Todo esto es supuesto; por supuesto.


Orlando Barone, 8 de Junio de 2011 para la agencia de noticias Télam.

http://www.telam.com.ar/vernota.php?tipo=N&idPub=225014&id=427197&dis=1&sec=1