Carmen Argibay volvió a decir que los medios y el periodismo exageran los hechos delictivos. ¿Exageran? Los que exageran son los hechos delictivos. Si te afanan te afanan, si te matan te matan. Este debe ser el lugar del mundo donde hay más gente asaltada que no asaltada. Hasta hay gente a la que asaltan en sueños. Y si el sueño les falla, se lo inventan. Socialmente no ser asaltado es una desventaja. En una sobremesa no tener para contar aunque sea un “arrebatito” callejero, deja al comensal en desventaja ante los otros de la mesa. Doctora Argibay: la televisión y los noticieros no inflan nada. La gente tampoco. No exagere. Ahí están los crímenes. Miles, millones, no sé cuántos. Ni sé si los índices están dentro de los que se conciben estadísticamente, ni si por un asesinado hay decenas de miles que no son asesinados y que son los que llenan los recitales y los teatros y los cines, y salen vivos. Nunca antes los cadáveres y los deudos tuvieron tanta demanda mediática. Lo que no se entiende es por qué esta sociedad con tanto miedo como supuestamente tiene, no sale corriendo en masa a almacenar víveres y se encierra en sus casas hasta que pase esta pandemia. No, sale. Se divierte. Se reúne en asados. Alterna el llanto ante la pantalla con el jolgorio en Palermo Hollywood. Seremos una sociedad aterrada y a la vez temeraria, doctora Argibay. Pero las cámaras no inventan la sangre ni inventan las víctimas. Hay muertes y ahí están transmitiéndolas. El degollado es de verdad, no un muñeco.
Supóngase que ese degollamiento ocurre mientras hay cientos de miles de personas sin degollar, que se pavonean con sus cogotes más o menos intactos, entonces por más que el degüello sea uno solo si se lo pasa cien veces es un festín de degüellos. La doctora Argibay presume que una toma de cámara con salpicaduras de sangre, la repetición hasta el paroxismo del enfoque, la multiplicación de la escena día y noche, la reiteración de las lágrimas de los deudos( que ya a la décima lagrimeada nos parecen el desborde de una represa), y el cronista o movilero gesticulando y aclamando la tragedia como si se viniera el fin del mundo, son exageraciones. No, doctora Argibay: son realidades. Cincuenta puñaladas son cincuenta puñaladas. Y las violaciones son violaciones. Y si se dan los detalles porno, y se cuenta cómo la víctima fue obligada al sexo no una vez sino varias veces, porque al violador la chica le gustaba, no es por un regodeo sino por informar de un delito. Es cierto que somos cuarenta millones de habitantes y que por suerte no todos son asesinados ni asaltados, ( creo que quedamos vivos unos 38.998.000 sobrevivientes de crímenes por año), pero no le va a quitar usted el negocio a los medios. Está naciendo una nueva especialidad mediática: la del periodismo forense. Aunque todavía el diploma no lo otorgan en La Morgue, sino que lo reparten directamente en las redacciones. Siempre son más entretenidos los muertos que los que quedan sanos. ¿Cuál sería la gracia de emitir un noticiero con la gente mirando vidrieras y llevando a los niños al pelotero? Es tan soso como hacer notas con matrimonios tradicionales en lugar de swingers. O notas con adolescentes estudiando, en lugar de chupándose una jarra de vodka con anfetaminas. Si los medios inflan los delitos, doctora Argibay, es porque el público lo pide. Se asusta pero le gusta que lo asusten. Pero si usted tiene tanta seguridad de que exageran ¿Cómo lo sabe? ¿En la Corte hay televisores plasma? Doctora Argibay me parece que a usted le gustan mucho los noticieros.
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