¿De qué hablan los que hablan de transición? Si en la Argentina ya se hizo. ¿O no fue transición ordenada la de la Suprema “descorte” a la suprema Corte; y la del vaciamiento económico, al Estado cargado? ¿O la de la época de los jubilados sin jùbilo, a la de los jubilados con alguna satisfacción modesta? Y hasta la transición del 25 de mayo del sermón eclesiástico y de los presidentes sermoneados, a la del festejo cívico sin parábolas purísimas. Claro que todavía faltan transiciones. Falta profundizar la transición de “va a estar buena Buenos Aires” a la de Buenos Aires va a estar justa. La de la sociedad de las rabietas mediáticas a la de la intensidad militante, la del dogma republicano a la de la heterodoxia creativa. Y la que va de la villa miseria al barrio sin miseria, la que va del medio pelo al pelo sincerado, la que va del sojero sabático al agricultor sacrificado, del pedigueño al solidario y la de la angurria a la equidad. También la que no deje a las mayorías vulnerables expuestas a las minorías poderosas. Y la que no quede atada al packaging de la tribuna de doctrina sino que juegue para la tribuna popular.
¿Qué clase de sospechosa transición ordenada esperan entonces? Si ya está haciéndose. El dilema sería cambiar de “transicionadores”.
Y dejarle la transición a los okupas. Los que se unen para “transicionar” al revés. Porque quisieran volver al lugar de donde ya nos sacó la transición que ahora prometen sustituir con otra de propiedad privada. Hay transiciones boomerang que vuelven por reflejo condicionado. Que rebobinan, para ovillar de nuevo para el dueño del ovillo. Hay que estar advertidos. Se puede pasar de una transición favorable a una contraria. De una para muchos a una para menos. Esa sí sería una transición “retro”. Sería la transición de la mala nostalgia.
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