
Si, se reunieron y ni siquiera produjeron una chispa. Cristina y Mujica acordaron reconocer el fallo de La Haya. Nada escandaloso. Ni el presidente uruguayo ni la presidenta argentina trabajaron para la novelesca periodística que los quería distantes y con dientes apretados. Y si fuera por algunos lo mejor hubiera sido que el encuentro fracasara. Y si no fracasó no vendría mal empezar a inventar cotorreos de pasillo. La especialidad de la casa. La fábula intencionada de esperar que los uruguayos pidieran disculpas fue uno de esos chismes sin origen establecido, para permitir decir después que “¿Vieron? No pidieron disculpas. Desairaron al gobierno argentino”. Todo periodista profesional o amateur la repitió en los días previos aunque nunca supo decir de dónde la había sacado. La fábula siempre es más interesante que un relato real, estándar, sin sensacionalismo. Solo importa transmitir la versión infundada como algo verosímil. Cualquier colega sabe que una noticia provocadora, aunque nunca haya ocurrido, forma parte del sospechoso código deontológico del periodismo. Pero en esta cuestión del río Uruguay, abundó el mal deseo solapado en roer el vínculo hermano con tal de descolocar a la presidenta y tensar más la desilusión en los asambleístas damnificados. Ahí en la protesta sobre el puente radica aún el dilema. Uruguay sabe que Argentina sabe que no es la represión la forma de resolver la encrucijada. Hay interesados que la alientan y que darían parte de sus malas almas para que se deslice algún toquecito de violencia. Pero único válido ahora es lo que dicen ambos gobiernos en conjunto, o por separado. Aunque lo válido es aburrido, entonces es mejor la mentira emocionante. O esa clase de especulación intrigante que sugiera que la Argentina quedó mal parada. O que Cristina cedió para que el uruguayo no se arrepintiera de votar a Néstor Kirchner al frente del Unasur. Ahí está la clave: en que Mujica, por conveniencia, vote a favor de Kirchner cuando en verdad tendría ganas de vetarlo. Son insidias que se escurren por ahí sin sostén ni prueba, pero a las que la oposición mediática realimenta y legitima. Es que no puede con su naturaleza y conjetura y conspira para soplar alguna sospecha más de discordia. Para hacer creer que aquí se manejan mal las relaciones internacionales. Para que los asambleístas- si es posible incitados- junten rabia. Pero Cristina y Mujica fueron elegidos por sus pueblos y confían en que ellos no están a merced del charlatanismo mediático ni hacen caso a la necesidad de beligerancia de los grandes medios. Ni de los charlatanes mediocres. En fin se reunieron y hablaron y acordaron no clausurar futuras conclusiones. Gualeguaychú sigue latente. Se anida ahí uno de esos temas de la globalidad que enfrenta a la naturaleza con el inversionismo; a la angurria del presente con el riesgo del mañana. Al localismo con el contexto. Eso es lo cierto. Todo lo demás cunde en los medios. Y es mala onda gratuita o rentada, o literatura barata.
Carta abierta leída por Orlando Barone el 29 de Abril de 2010 en Radio del Plata.