
Les voy a contar cómo se hace una nota de actualidad. Hablo de una nota estándar para la cual no haga falta haberse graduado en la Sorbona ni aspirar al premio Pulitzer. Una de esas que se anuncian invariablemente como polémicas. Ya que esa palabra –polémica- sirve indiscriminadamente para todo. Simplifiquemos: polémico es el mundo y su contenido. El manual del oficio indica que lo primero que se hace es llamar al político o dirigente – preferiblemente polémico- al que un adversario o competidor acaba de dedicarle un insulto o una chicana pública. El tipo está obviamente caliente porque ya le contaron y no se aguanta en querer responderla. Una vez al teléfono y puesto al aire. o en el estudio en vivo y en directo, se le pide que escuche y ahí nomás se lo obliga cortésmente a oír el agravio grabado en boca del insultador. Y a veces frente a frente, o teléfono a teléfono. El insultado escucha pacientemente cómo lo “reinsultan”, y reacciona ( tiene que reaccionar, la honra más modesta se lo recomienda y se lo exije el mercado). Entonces devuelve a su adversario a través del programa o del periodista otra ofensa no menor. Los oficiantes “instigadores” del escándalo, se frotan las manos intuyendo que el aparatito que marca el rating sube como la fiebre. El público en casa se excita según sus inclinaciones o antipatías. Mirá, escuchá lo que se dicen. No te lo pierdas.
Cualquier pareja abrumada de tedio recupera
algunos centígrados de vivacidad hogareña sin concientizar su vaciamiento. Así los medios consiguen el título de escándalo y los políticos convidados logran autodisminuirse. Aún ante esa desventaja de salir casi siempre inmolados presumen que algo obtienen: aunque sea un punto más de bochorno. Por eso hasta contratan secretamente guionistas que les preparan frases imaginativas que peguen y suenen espontáneas. De situaciones como ésa surge el ingenio argentino que diseña el exitoso Gran Cuñado. Y la gente lo ve como un espejo. Y acaba convencida que es tal cual como son los políticos. Es que se ha alterado la realidad de la política profunda, ya que la que ve es la que da a conocer el escenario mediático. Es lo mismo que creer que el arduo y sacrificado mundo del arte y del espectáculo es ese que pasa por la televisión de la tarde. O que el sexo es eso que trasmite la sexóloga Rampolla o eso que confiesan las vedettes en las revistas. Tanto alboroto audiovisual compartido consigue que la política se denigre y los políticos se ridiculicen. Y así se abarata la oferta y la demanda. De modo que el mercado tiene su sainete y su delivery. Lo curioso es que ese mismo público aparenta que su deseo es otro y no todo eso que degusta con gusto. Entonces le echa la culpa a los medios y dice que los políticos son una basura. No se imaginen lo que piensan del público los políticos.
Carta abierta leída el 28 de Mayo en Radio del Plata por Orlando Barone.