martes, 30 de noviembre de 2010

Sobre basura, ataúdes y periodismo.

José o Pepe- su apellido era Soutiño o Suitiño- era un joven inmigrante gallego llegado sólo a la Argentina en los años cincuenta, que subalquilaba un cuartito en el PH con pasillo de Juana Azurduy 1876 del barrio de Núñez. Mi familia era vecina de Pepe y él solía ser invitado a comer con nosotros en el patio, en sus pocos días de franco. Lo que me fascinaba de él desde mi pubertad sorprendida, era su trabajo. O mejor decir: sus trabajos. El gallego combinaba dos actividades: una, de la noche y hasta el alba trabajando de basurero montado en aquellos carromatos municipales de caballos de tiro que dejaban un tendal de bosta, y otra actividad, de tarde, trabajando en una funeraria lustrando ataúdes. Su horario sumado abarcaría unas dieciséis horas. Él mismo contaba que comía una sola vez al día, un menú monótono de sopa con pan y que estaba ahorrando no sé si para volverse rico a España o para quedarse rico en la Argentina. Mientras lo seguí viendo hasta los años setenta, sé que había conseguido mudarse a una casita propia algo alejada. Aunque para las fiestas volvía al barrio a saludarnos. Eso sí: ya de mediana edad se lo veía sufrido y avejentado. Aquella dualidad suya de basurero y de lustrador de ataúdes producía en los chicos del vecindario- y no solo en mí - una extraña sensación de morbo y de rechazo. Imaginábamos que sus manos tocaban lo peor. Y no obstante Pepe lucía divertido y hasta feliz. Y en los feriados nos hacía divertir y ser felices a nosotros. ¿Por qué habiendo tantos otros oficios y ocupaciones modestas, Pepe no había optado al menos por escoger una no tan tenebrosa, o tan sucia y tan fea? Podría haber sido repartidor de hielo o de florería: al menos tareas más transparente una, y más perfumada la otra. Hoy que han pasado muchos años y he conocido los oficios más diversos y más injustos, me pregunto ¿El periodismo actual es menos sucio y tenebroso que esos dos oficios que ejercía Pepe? En comparación aquellos eran oficios auténticos. Ya que el galleguito no tenía que mentir: la basura que recogía era basura, y las cajas que lustraba eran ataúdes. En cambio hoy, los periodistas no podrían siquiera asegurar que las fuentes de información que consultan son seguras o inseguras o mentirosas. Porque entre tanto falseamiento noticioso y tanto manipuleo informativo resulta ya imposible calcular qué porción de relato o de noticias que se divulgan, o que el sistema les permite divulgar, es auténtico y no falso. Lo peor es repetir la información de la que el repetidor ignora su origen y no verifica, y que coincide con los intereses del que justamente quiere que la repita. Eso sí, los periodistas son- somos- retribuidos mucho mejor que Pepe. Y si él pagó con su trajinado físico su relación con la basura y los cajones de muerto, los periodistas pagamos altas consecuencias espirituales por trajinar con intereses, con poderes y con mentiras. Para no ser pesimista: hay periodistas que se salvaron incluso arriesgando o perdiendo la vida. Sin llegar a tanto, la salvación existe pero a costa de mucho. Con dignidad se alcanza. El gallego Pepe no tenía que hacer tanto esfuerzo.

Carta abierta leída por Orlando Barone el 30 de Noviembre de 2010.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Los que corren al Gobierno por izquierda hacen feliz a la derecha

Yo estoy viejo y no corro a nadie ni por derecha, ni por izquierda y menos por el dormitorio. Pero desde alguna militancia joven, que vive corriendo, se ufanan por decir que a este Gobierno “lo corren por izquierda”. Qué contrasentido. ¿Por qué no corren con ese entusiasmo a la derecha? Es que a esos jóvenes y a tantos viejos que creen que un cartel colorado grande puede disimular un club de pertenencia mínimo, los excita acosar al Gobierno por izquierda, y aún viendo que del otro lado lo están acosando los de derecha no dejan de morderlo con las mismas ganas que esta. Por suerte hay izquierdas que acompañan, independientes, sin desalentar el colectivo; y todavía hay más izquierda dentro del Gobierno. Por eso a los millones que se están rompiendo el trasero desde hace siete años militando, ganando votos y entusiasmos les cuesta resignarse a ese acecho de hermanos y medio hermanos a un movimiento popular que los convoca pero al que se niegan. Tienen comportamiento gourmet de la política. Los traiciona su naturaleza de izquierda esterilizada en la protesta que el sistema considera un problemita de tránsito. Actúan con la histeria del que quiere pero no quiere y encuentran su goce en ese señuelo ideal que nunca se alcanza. Y si la utopía se les ofreciera en las narices seguramente la rechazan. Por eso nuestras izquierdas mínimas son incorregibles y se fragmentan en trizas y en versiones antojadizas. Y por eso desde su ya crónica desorientación histórica acaban enfrentando más al peronismo que a la oposición de derecha. El peronismo en el poder los reduce y desenmascara. Pero siguen sin reconocerse. Y en lugar y subirse al amplio colectivo popular, se quedan abajo para tirarle piedras. Y concluyen siendo más antiperonistas que Mirtha Legrand, que la mesa desenlazada, que los editoriales del diario La Nación, y que todo el radicalismo menos cuatro o cinco excepciones. Pero es la izquierda la oposición más injustificable. La que más le duele al peronismo. ¿Cómo lograr que se desgorilice y no haga más cruzas con los gorilas? Me parece difícil: es su vieja costumbre. Entonces igual que la oposición de derecha, la izquierda indubitable ha decidido oponerse. Y cuando dice que quiere correr al Gobierno por izquierda, está queriendo que del otro lado gane y domine la derecha. ¿Y saben una cosa? La derecha la mima. Es la plusvalía que más le rinde.


Carta abierta leída por Orlando Barone el 29 de Noviembre de 2010 en Radio del Plata.

viernes, 26 de noviembre de 2010

La intensa vida de los últimos treinta días argentinos


En un mes se consume la doceava parte del año, un bebé nacido hace un mes ya está lleno de gracia, el pimpollo de la flor ya está abierto, la oposición en el Congreso fracasa. En un mes una conspiración desde dos flancos legislativos acaba en vergüenza y varios candidatos desvergonzados ya consumieron toda la que tenían. Y ahora en el día treinta ya no les queda ni un grumo que los humanice de su caradurismo.
A treinta días del fallo de un corazón notable millones de corazones más desconocidos o anónimos no le fallan: lo sustituyen en cadena de militancia. En todo este mes la viuda a medida que agrandó su dolor agrandó su autoestima.
Treinta días pueden ser mucho o poco. Pero sirven para mostrar que un muerto encendido sigue encendido; que una presidenta dolida sigue dolida pero íntegra; que las mentiras dichas hace treinta días se descubren treinta veces más grandes; y que las agorerías contra el país no se cumplen y caen en ridículo con su carga de augures.
Este mes transcurrido, en lugar de señalar el pasado se abre hacia el futuro; y ha conseguido que en su transcurso, de un cuerpo ya inanimado y sepultado, se produzcan las más vivas consecuencias.
La historia de estos últimos treinta días no está ni en la tapa de los diarios ni en los noticieros ni en las redes sociales, está en la vida.
Pensar que en un mes se marchitan y languidecen cosas que el primer día nacen radiantes y al día treinta ni siquiera tienen un resto de luz, y que en un mes desde la muerte de Néstor Kirchner ha crecido la vida en toda la tierra donde él residía. En treinta días él está menos muerto que aquél día que murió a la mañana. En cambio los vivos que lo execraban, y que continúan haciéndolo post mortem, hoy están menos vivos y en proceso de amortajamiento.



Carta abierta leída por Orlando Barone el 26 de Noviembre de 2010 en Radio del Plata.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Los jóvenes militantes no están en oferta

Más de la mitad de los jóvenes apoya al Gobierno-53%- dicen las encuestas de opinión. Y eso se percibe aún sin encuestas. El fenómeno del peronismo K o Frente para la Victoria es la matriz original de no pocos intentos de emulación o de copia. Lo que ahora se le quiere copiar es su llegada a los jóvenes. Y su cada vez más intenso apoyo militante. La plaza del funeral de Néstor Kirchner fue el simbolismo de ese fenómeno ascendente. Y a un funeral no puede copiárselo. Tampoco intentar copiar sus marchas de muchedumbre de los últimos tiempos. Solo pueden copiarse los carteles o incluso superarlos en tamaño. Ese es el límite. En ese sentido también la viudez es incopiable. Y un gran muerto encendido es exclusivo y no se replica. Pero los jóvenes son tan tentadores. Y no solamente para ciertos pastores libidinosos, para ciertos traficantes y para ciertas bandas musicales de marketing. Son en si mismos, intrínsecamente atractivos. Por eso ya amanecen candidatos/as presidenciales algo precoces- y bastante imprudentes si se miden los pronósticos eleccionarios- que aspiran a ser la voz de las nuevas generaciones. Es fácil imaginarlos luciendo o impostando un cierto espíritu revolucionario o decontractée, adecuándose al gusto de los destinatarios. Hay aspirantes adultos, y también algo mayores, con tatuajes, con guiños cancheros de ojo, con utopías legendarias en el discurso o con voluntarismo sin consecuencias. A los cuales, de pronto, les viene el antojo de la militancia por contagio oficialista. Lo cierto es que la tendencia de ganarse a los jóvenes predomina. Aunque como siempre el que detonó la tendencia es el peronismo K y desde hace bastante tiempo. También fue el detonador del poder político vaciado, del sentido nacional que fuera malvendido y de la soberanía antes desoberanizada. Porque el Gobierno, por su naturaleza creativa, obliga a la oposición a tratar de imitar sus mensajes exitosos. Hay opositores inconscientemente embarazados de envidia K que tienen antojos involuntarios con esa letra. Cuando más se vio esa intención fue en el proyecto de imponer con forceps el 82 % en las jubilaciones. Fue el Gobierno el primero que respetó los derechos de los jubilados, entonces los opositores- plagiarios tardíos- inflan la oferta aunque no tengan fondos ni sepan de dónde sacarlos sin ajuste. En buena hora que los candidatos quieran arañar alguna porción de tantos millones de jóvenes. Y que quieran beneficiarse de la pasión política que el Frente para la Victoria ha generado. Copiar el deseo es fácil, pero no es fácil copiar la pasión que lo despierta. La juventud sabe mucho de fotocopias. Las usa y las tira. El original es otra cosa. Lo cierto es que la matriz de la militancia joven la tiene patentada el Gobierno.


Carta abierta leída por Orlando Barone el 24 de Noviembre de 2010 en Radio del Plata.

martes, 23 de noviembre de 2010

La oposición tiene la canción que se merece

Cuando Carlos Barragán escribió esa canción popular que alude a deposiciones, lo hizo como sarcasmo y resistencia ante la furia destituyente opositora. La gracia de la canción es la paradoja. Pero los tiempos y el auditorio cambiaron. También el destino de los opositores. Hoy las encuestas no les responden, tampoco sus candidatos. Ni sus discursos. Fracasaron en sus fracasos y hasta en hacer que sus mentiras sean eficaces. También la mentira deschava al mentiroso insignificante. Porque desde hace semanas recorre las calles un relato popular auténtico y verosímil. Un relato que desmiente al inventado por los medios hegemónicos y que- por efecto boomerang- deja al descubierto su fraude informativo. La oposición, candidata sumisa de esos medios, queda así cautiva y desprestigiada. Para colmo, cada vez que sus referentes hablan fuera de su teatro condescendiente y cómplice, meten la pata; denotan su deambular sin recursos. Ya no les queda nada de ese olor que se huele en la fauna política cuando no está domesticada. Huelen a placares cerrados; a incomprensión histórica. Un paulatino ocaso, profundamente merecido por su falta de hidalguía y de percepción social, desplaza a la oposición “A” hacia la categoría “B”. Y a esta velocidad descendente la parada próxima es la “C”. La actuación en el Congreso los puso en evidencia: ni siquiera el sainete los hace graciosos. Y no es que en el Frente para la Victoria corran aires de victoria que sí corren; es que en el extravío opositor corren aires de derrota. Más que aires, corren tufos pasados de vencimiento. Los datos a la vista predicen una elección en la cual la presidenta sería masivamente reelegida. Desde la misma oposición, azorados, se reconocen dañados por Elisa Carrió. Se sienten manipulados por un mal esotérico de locuacidad barra brava, al que nunca dejaron de sobar como a un Tótem psicópata. Cabe la pregunta: ¿Cómo la Carrió sola, nada más que moviendo el trasero desde la banca hasta su despacho para irse a dormir, logró meterlos en un humilladero? Qué pueblo- no éste- los va a querer votar para confiarle su destino. Suena a demasiado débil que partidos y coaliciones políticas que pretenden Gobernar un país y una sociedad atravesados por corporaciones e intereses feroces, se muestren trémulos por una única individua. No importa su talle. Y ahí están trizándose en efímeras alianzas sin pegamento. Licuadas sus doctrinas, perseguidos por sus malas nostalgias o por sus egocentrismos infundados, encontraron la ideología que los une y desune: el batido de impotencia y de quimeras. La canción de Carlos Barragán “La mierda oficialista” cambió de destinatario. Y ya no es una paradoja. Ahora, en la oposición, la mierda encontró su destino verdadero.

Orlando Barone. 23 de Noviembre de 2010.

viernes, 19 de noviembre de 2010

La gracia del cachetazo; el valor de la política


Claro que hay diferencias entre una mujer y un hombre. No me refiero a las que determina la naturaleza. Hay otras diferencias. Las mujeres cachetean, los hombres dan sopapos; las mujeres arañan y pellizcan, los hombres dan patadas o cabezazos. El mamporro es más fuerte que el puñetazo. El golpe del escándalo en diputados es un combo de sopapo, de cachetazo, de bofetada y de mamporro. Y sus dos protagonistas – la activa y el pasivo- responden a parecidos patrones de ardor y militancia. Las diferencias de género no se dan handicap en el cuadrilátero político. Hay señoras políticas que aún creen en la cigüeña aunque tengan hijos y hay políticos que aún creen que las mujeres solo están ahí por el cupo. Donde sí hay diferencias notorias es en las formas en que ambos se desahogan de sus rabias: las mujeres miran al enemigo con desprecio, los hombres las putean. Escupir pueden hacerlo ambos. Pedir socorro no es privativo de ningún género; y en cuanto al miedo el hombre está entrenado para disimularlo mientras que las mujeres para expresarlo a cara franca. Sin complejos de culpa. Unas y otros saben muy bien sus puntos más vulnerables en la riña: en las mujeres es el pelo largo, en los hombres los testículos. En los casos en que estos no sean deficitarios.
Cuando una mujer eventualmente actúa como un hombre contra un hombre, lo supera: porque cuenta con la ventaja que éste se contiene por sus pautas culturales. Cuando un hombre insulta u ofende a una mujer se desnaturaliza. Las mujeres que atacan a los hombres causan alguna gracia, complicidad y admiración; los hombres que atacan a las mujeres dan vergüenza por cobardes. Un cachetazo si es fuerte puede ser más eficaz que un puño. El cachetazo sonoro ofrece un plus auditivo que abochorna al hombre cacheteado. Porque un hombre victimizado por una mujer no es compadecido sino burlado. La ventaja de las mujeres golpeando es que, con menos fuerza que los hombres, consiguen más éxito mediático. Lo cierto es que así como no hay malas palabras sino palabras al desnudo, también hay modales sin bombacha o sin boxers. No se trata de hacer de esto un hito ni una leyenda. Pero aunque el golpe de Graciela Camaño y la cara golpeada de Kunkel simbolicen el escalón bajo de una discusión o disputa no dejan de tener su carácter ideológico y militante; rango superior al de algunos especimenes neutros. De hecho los protagonistas de la gresca superan largamente a esas diputadas y diputados tan sensibles al celular y al matoneo. Que se amedrentan como pajarillos ante la mera sombra de la política.




Carta abierta leída por Orlando Barone el 19 de Noviembre de 2010 en Radio del Plata.

jueves, 18 de noviembre de 2010

La perturbación que perturba las almas

Si una diputada ha sentido perturbación en su ánimo quiere decir que no lo ha sentido en su cuerpo. Que no ha tenido perturbación en ninguna intimidad erógena. Y ya eso es un alivio que aleja a la carne del pecado. El lenguaje habla al hablante: perturbar viene de turbar. Turbar es agitar, confundir, desordenar. Alguna vez Isabelita, asediada por todos lados, exclamó perturbada “No me atosiguéis”. Es decir: “No me hinchéis”. Es que para el tamaño de Isabelita la política de los setenta era un gigante. Hoy a la diputada radical Alvarez le ha pasado lo mismo que a Isabelita entonces: le han atosigado el ánimo. Se lo han llenado de turbación, enturbiado y conturbado. También a la Hotton le perturbaron los valores que tanto valoró Cobos. Acaso haya algunas diputadas y diputados que ignoren que en la política se expone más el alma que el cuerpo. A lo sumo se recibe un cachetazo de Graciela Camaño que hace pensar en la impunidad del abuso de género y en el coraje matrimonial de Luis Barrionuevo. Pero sin un alma resistente cualquiera se desalma. Animo viene de alma. Basta imaginar cómo están expuestos el ánimo y el alma de la presidenta - duelo aparte- si después de haberse conectado con la cumbre de líderes mundiales, de haber convencido a los inconvencibles banqueros de Paris, aterriza en la Argentina para tener que lidiar con la psicología anímica de un recinto freudiano y sin alma. El ánimo demasiado sensible, susceptible, sentimental y delicado no está para una banca política sino para un spa de relajamiento o un centro de recogimiento tibetano. ¿Cómo no sentir perturbación en el ánimo, en un Congreso colmado de tensiones, de presiones, de discordias y de militancias ardientes? Esos no son los “valores” gaseosos que se aprenden en ámbitos en los cuales la única política que se practica es la que no se inflama sino que se entibia o se laxa. Hay peces de océano y peces de charcos; hay peces predadores y peces listos para ser depredados. No es para todos el mar de la nueva política argentina a la cual ha arribado hace siete años una extraordinaria especie militante que causa perturbación a las especies tiernas adiestradas en acuario. No es el mensajito en el celular el que perturba: es el tamaño del mensaje político. Es demasiado perturbador para opositores mínimos.

Carta abierta leída por Orlando Barone el 18 de Noviembre de 2010 en Radio del Plata.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Cuento de la inteligencia y la utopía

Lo que dijo la presidente inspira este cuento. Dirigiéndose a grupos económicos y a la oposición obtusa dijo: “no les pido que sean buenos sino inteligentes”. No se sabe en qué porcentaje de individuos eso es posible. Porque lo que la oposición está exponiendo últimamente no permite el optimismo de que eso se cumpla. Como hay opositores-obstructores- de derecha y de izquierda hay que hacer una salvedad: los de derecha son más obvios. Más frontalmente feroces. En cambio los de izquierda, que votan contra el oficialismo, son realmente inesperados. Lucen todavía con menos luces, si se me permite la redundancia. Porque la oposición de izquierda no se da cuenta que la derecha se beneficia de su colaboración antioficialista aunque sea con el quórum. Pero cuando la izquierda necesita que la derecha apoye sus propuestas sociales y económicas, las ignora o rechaza. La izquierda se resigna aunque igual sigue sirviéndola. Es que en utopías e ideologías la derecha tiene más calle, aunque esto suene contradictorio. Por eso quienes más sufren de impotencia son los que se adormecen en utopías ya usadas y gastadas como si fueran nuevas. Insisten en repetir la tradición sin enterarse que una utopía nostálgica es siempre inofensiva e inocua. Porque como sabe que no va a ser alcanzada la utopía duerme tranquila. Si total el utopista sólo sueña y entonces ella no corre peligro de que algún revolucionario le de caza. En cambio las verdaderas y nuevas utopías no son un juego de los sueños: son presas reales y temibles. Son como bestias que se resisten y muerden a quienes buscan capturarlas y vencerlas. Estas utopías son ubicuas, cambiantes y escurridizas. Pueden alcanzarse con alto riesgos para sus cazadores. Por eso hay que ser muy buen político, y entender cuál es la praxis de la ideología, para cambiar la inofensiva utopía del sueño por la de la vigilia. Una cosa es imaginar que alguna vez –nunca- se la va enfrentar en vivo y en directo, y otra ir a buscarla en serio aunque esté custodiada por sus dueños y rodeada de guardianes feroces con sus garras afiladas y mostrando los dientes. Cómo pasar de largo si está ahí desafiándonos. Para aspirar a esta utopía no hay que ser utópico ni bueno: hay que tener inteligencia.

Carta abierta leída por Orlando Barone el 17 de Noviembre de 2010 en Radio del Plata.

martes, 16 de noviembre de 2010

Sospechas sospechosas


Las diputadas que lanzaron las sospechas sobre hipotéticas intenciones de sobornarlas son sospechosas. Sospechosas de sentir sospechas aún antes de haber tenido fundamentos para sentirlas, y sospechosas de un primitivismo político sospechoso. Elisa Carrió es paradójicamente sospechosa de ser la mayor productora de sospechas. Posee una inagotable planta de montaje. Su combustible místico y psíquico es sospechosamente inflamable. Las sospechas de la historia de la CIA comparadas a las de Elisa Carrió son casi una miseria. Una pregunta al azar ¿Por qué los grandes medios y los grandes moralistas siempre tienen sospechas de los políticos populares y nunca de las corporaciones? Otra pregunta: ¿ Por qué es más sospechosa una villa miseria que una villa golf- country? ¿Por qué es más sospechoso el secretario de comercio Moreno que los monopolios que remarcan los precios? Y ¿Por qué los “Trapitos” son más sospechosos que toda la cadena de intereses que genera la existencia social de los “trapitos”? Se sospecha de ellos más que de los que fabrican los trapitos, que de los que negocian los recitales, que de los que producen automóviles, que de los que los compran y que de los que los roban. Últimamente la inflación relativa de la Argentina estimula la más desmesurada cantidad de sospechas. En fin: la sospecha es la sospecha. Los opositores sospechan del presupuesto de un gobierno económicamente más exitoso que todos los anteriores y no sospechan de las sospechas sobre el grupo Clarín y su sospechosa apropiación de Papel Prensa. Las de la oposición son sospechas sospechosas. En los medios aliados sobran supuestos, habría, mensajitos sin nombre y fuentes anónimas. En tanto la sospecha del presunto soborno en la cámara de diputados, es la reacción resentida ante la consecuencia política de un duelo auténtico y todavía tibio. Opositores desorientados como trizas dispersas y ya jamás ensambladas, urden sospechas que remiten al pasado: a la Banelco del 2000. Con nostalgia perversa pretenden pegar al Gobierno con aquella Ley que lanzaba a los trabajadores al vacío. Pero aquí no hay ningún maletín con dólares frescos de la SIDE. No hay un gobierno desquiciado apurando el desempleo. Hay simplemente un presupuesto de inclusión y no de despidos. La patraña de la sospecha es sospechosamente débil. Lanzaron una serpiente venenosa en el recinto y la serpiente está mordiendo a los que la lanzaron.



Carta abierta leída por Orlando Barone el 16 de Noviembre de 2010 en Radio del Plata.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Sólo para los íntimos:

No fui a ver a Paul Mc Cartney ni a al Indio Solari. Si hubiera tenido la opción de ir a ver a uno u otro ¿A cuál de los dos tendría que haber elegido? Pero el viernes fui a la Matanza, por el programa de de la Secretaría de Cultura de la Nación, a dialogar ante un público hiper kirchnerista. Yo parecía opositor.
Después viajé a La Rioja a la Feria del Libro. Me encontré con Laiseca, el autor de “Los Soria”. Le pregunté sobre qué tema dio su charla y me dijo “sobre el fin de la lectura. Ya nadie lee”, me dijo. Lo miré sorprendido por lo rotundo. Se dio cuenta y agregó: “¿Cómo, acaso no sabés quién inventó Internet, el celular y la cerveza Quilmes?”. Sé acerca de su imaginación esotérica así que perplejo negué con la cabeza esperando su réplica. “Los inventó El príncipe de las Tinieblas”, se respondió. Y se quedó callado en el aeropuerto como si temiera que lo hubiera oído Lucifer. Yo también, en silencio, miré para todos lados. Por allí Daniel Tognetti estaba ensimismado ante su blackberry sin dejar de twittear. Ah, para los íntimos esto también: en quince días sale mi libro de relatos y de cuentos “Sólo ficciones” de editorial Sudamericana. Temo decepcionar. Es un libro solo de ficciones. Pura literatura. Nada de agenda. No sé si anticipar algo en el blog.

Chau, Orlando.

viernes, 12 de noviembre de 2010

La "Banelco" del gallinero


Avisada por el pueblo, por las encuestas y la evolución económica, de que su futuro eleccionario va a ser la derrota, la oposición no vacila en ensuciar el juego para que el escándalo salpique otra vez a la política. En su clara conciencia del fracaso se empeña con vileza menor y conspirativa, en querer hacer fracasar al Gobierno. Impotente y carente de la posibilidad de generar entusiasmo aspira al desentusiasmo del pueblo entusiasmado. Vaciada de futuro retrocede con nostalgia a aquella vez del “que se vayan todos” cuando fueron sus integrantes quienes se fueron. Y reinstalan la ponzoña del soborno y la coima. Les sobran arrepentidos e hipócritas morales; augures y odiadores. Carrió los desborda como una Moby Dick enfurecida queriendo un naufragio colectivo. La oposición está dañada por el aún caliente duelo popular. Se siente aterrada por el “gran muerto”, que entierra por efecto de succión a políticos opositores que ni vivos están vivos. Y que se rejuntan sin deseo conjunto. Los instiga la intención del desánimo social. Entonces siembran el Congreso de sospechas; embarran las bancas y enlodan sus mandatos democráticos rebajándose a si mismos con tal de arrastrar a los que los superan en tamaño. Lo diminuto del papel de los opositores – a sabiendas de su ya probado fatalismo secundario- es pretender gobernar con artimañas legislativas y la concentrada complicidad mediática a un país que eligió su gobierno. Un extraño fenómeno de amasijo los compacta. Y aún asqueados sus miembros entre sí, buscan la destrucción del plan nacional y popular que tan esforzadamente se va construyendo. El presupuesto los “saca”: no sea cosa que el reparto y la distribución social que se plantea siga alentando aprobaciones que ellos no consiguen. Con tal de medrar con el escándalo hacen canibalismo con la política que generosa e inmerecidamente los contiene. Hay diputadas trémulas que se agitan virginales fantaseando que quieren corromperlas con mensajitos. Y hay radicales, ex peronistas y otras tendencias fútiles que ansiosos de vedettismo se aprovechan del despelote para que cunda. Y enchastre al Gobierno. Por eso alborotan el gallinero del Congreso como si hubiera entrado una serpiente. Y cacarean una “Banelco” trucha. Pero cómo creerles a gallinas infértiles que nunca ponen huevos.




Carta abierta leída por Orlando Barone el 12 de Noviembre de 2010 en Radio del Plata.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

El periodista que teme perder el trabajo está frito


Todos estamos a sueldo. También los periodistas. El dilema del periodista surge cuando quienes le pagan el sueldo le exigen que haga, relate y comunique algo que traiciona su conciencia. De hecho estamos suponiendo que la posee. Aunque la conciencia no es uniforme, y a estas alturas hay algunas más lábiles y elásticas que otras. Más sensibles-digamos- a que les hagan el rollo. O les infiltren ideas extrañas a su currículum y ajenas a su alma. De cumplirse esta última situación el periodista está frito. Eso sí, depende de en qué aceite. Porque si se está frito con el aceite de la prosperidad es más gustoso que si está frito con el denso y untuoso del desempleo. Aún peor es estar refrito y tan aceitoso que repugne. Entonces el periodista que sea- grande, mediano o pequeño- se siente dudar: ¿Qué hago? Si no cumplo con quienes me pagan me echan y me quedo sin trabajo, y si cumplo me traiciono y sufro mi propia vergüenza. Ahora bien: en la hipótesis de que el periodista opte por continuar cobrando su sueldo y se resigne a bajar la cabeza y traicionarse, aparte de su conciencia ¿Quién se entera? Los que reciben su mensaje nunca saben si el periodista dice lo que dice porque está convencido o porque está traicionándose. Así como un actor idóneo hace creíble un personaje, también un periodista hace creer una noticia si es creíble. Con oficio se puede ejercer una actuación pasable. Y cualquier periodista puede auto convencerse de que todo cuanto miente, omite, tergiversa y especula para un determinado sector, o conspira en contra de otro o a favor de truhanes a los que debería poner en apuros, lo hace porque cumple consigo mismo y no influido por quienes le pagan el sueldo. Este planteo es tan simple y modesto que hoy lo sabe cualquiera. O debería ya saberlo. Hasta es probable que con la mejor intención, o candor, se pueda pensar que el periodismo así como está es óptimo y correcto. Que puesto a conseguir trabajo el periodista tiene la libertad de sopesar cuál de los ofrecidos es el empleo que menos lo instigará a abjurar de si mismo. Ilusionémonos en que cada periodista está en el lugar adecuado y ajustado a su conciencia. Por qué no ser optimista y considerar que lo que más reina y abunda es la limpia, no la sucia. Y que ningún periodista se humilla por tener que mentir a cuenta de los dueños de la mentira, o a vitorear a quienes desearía desenmascarar. Por qué no pensar que un periodista está disculpado de lo que dice y escribe, ya que es un profesional que cumple aquello que se le manda, y que no haría si no tuviera patrón y cobrara un sueldo. Argumento que algunos considerarán execrable. Este es un borrador de dudas. Si es o no auténtico solo lo saben el patrón y la conciencia. Y a veces el público. Ah, no crean que el público está exento de este asunto de la conciencia y de la fritanga. El aceite forma parte de la cocina.




Carta abierta leída por Orlando Barone el 10 de Noviembre de 2010.

martes, 9 de noviembre de 2010

Otras explicaciones básicas sobre Cobos

Cada viaje de la presidenta aparece el riesgo, ya estratégicamente desactivado, del vicepresidente como potencial amenaza de presidente provisorio. Al parecer se ha conseguido neutralizar cualquier forma de estropicio limitándolo a Cobos en su cripta o su nicho. Su semblante hierático forma parte del envoltorio incómodo en que él mismo se ha puesto. Luce como si estuviera almidonado y temiera que el almidón se le humedezca para convertirse en engrudo. No estoy diciendo nada nuevo, pero cada tanto no viene mal renovar conocimientos básicos de un sistema de Gobierno. El nuestro. El vicepresidente Cobos no es solamente un traidor y un desleal como se lo concibe y considera por costumbre. Es también un impostor, alguien que simula actuar dentro del protocolo y como parte del Poder Ejecutivo, pero que adulterando las reglas actúa en contra. Y más aún: con deseos explícitos de ganar las elecciones a la presidencia sustituyendo a la actual. De haber sucedido, en épocas pasadas su codicia tendría ya premio militar y cardenalicio. Todo lo hace usufructuando el rango para el cual fue elegido por el Frente para la Victoria y en aras de sus políticas nacionales y populares. En un momento de democracia en quiebra y en trance se coló como socio trémulo y funcional al partido con más chances. Juró cumplir con la doctrina de su Jefa y superior en la fórmula. Renunció a su pasado sin que nadie lo obligara. La Constitución da por descontado que el vicepresidente acompaña al Presidente. Y a sus políticas. Ocurre que en la fórmula con el presidente, el nombre del candidato a vicepresidente va más diminuto y debajo. Solo una vez- con Chacho Alvarez- el de abajo competía en votos como el de arriba. . Y ese radical fue un infortunio. Pero en general el de arriba de la fórmula prevalece y tracciona al que acompaña. Cobos no es senador. Aunque esté en el Senado. No puede votar desde las bancas con ninguna de las partes. Y preside las sesiones como si fuera un funcionario ajeno- y lo es- ya que responde al Poder Ejecutivo. Está sentado allí en representación de éste por si se da una situación de paridad que solo el voto de desempate del vicepresidente de La Nación garantice la gobernabilidad de quien Gobierna. La Constitución no prevé que un vicepresidente estafe a quien encabeza la fórmula en plena cara y continúe en sus funciones. Si representa al Gobierno no se presume que llegue a desvirtuarlo a favor de sus opositores. Pero ¿Cómo se atreve a ser vicepresidente de la Nación quien es parte del partido radical, el mismo que se opone a todo cuanto el Poder Ejecutivo plantea o ejecuta? El gobierno elegido no es el radical. El pueblo no votó sus proyectos. Sin embargo el radicalismo, que se arroga poseer los más altos valores democráticos y tiene protagonistas feroces que hablan como si fueran mansos, no bien Cobos estafó al Poder Ejecutivo lo recobró para sus filas sin nauseas. Y le dio apoyo y lustre eleccionario. Se montó en la estafa de uno de sus referentes con la desfachatada promesa al pueblo de aspirar a una mayor transparencia de las instituciones. Si hay algo que descalificó todo este tiempo al radicalismo es Cobos. Y ahí está él en la cripta o el nicho con su almidonada impostura. Y su perdida hipocresía institucional y democrática.


Carta abierta leída por Orlando Barone el 9 de Noviembre de 2o10 en Radio del Plata.

jueves, 4 de noviembre de 2010

La moda de darse cuenta

Nunca es tarde para darse cuenta de que se llega tarde. De pronto aparecen confesiones personales públicas que reconocen haber desconfiado y descreído de las políticas de Kirchner, pero que ahora las aceptan o las reivindican. Arrastrados por la fuerza del intenso colectivo que rindió tributo al muerto, referentes y comunicadores de la izquierda más arisca y siempre rumiante, declaran que nunca le habían creído a este Gobierno pero que ahora sí. Muchos de ellos le habían creído en cambio a los sojeros y hasta le creyeron más a Redrado que a Marcó del Pont. Eso no lo entiendo. Tampoco que creyeran desde la izquierda que Menem y Kirchner eran un solo corazón. Erraron todo, todo el tiempo. Le creyeron más a la derecha que a Néstor Kirchner. Ya ahitos de sus propios narcisismos indómitos y ante el riesgo de perder definitivamente el colectivo popular y quedarse solos criticando en las reuniones o en las cuevas de las sectas, se animan al fin a subirse al colectivo. Nadie los va a hacer bajar. Todavía hay lugar aunque no deberían ilusionarse con asientos. Lo que sí me llama la atención es que sus arrepentimientos y corregimientos los hagan en el escenario y exigiendo focos de luz, en lugar de arrepentirse modestamente y sin bambolla. El que descubre que pecó no debe ser arrogante si decide reconocer su culpa. No se puede ser estrella en el teatro de la discordia y querer seguir siendo estrella en el de la concordia y llegar lo más campante como si hubiera que esperarlos. Lo digo porque veo que ahora que el colectivo va pasando y circula con la cinta del luto todavía tibia, hay más demandas de pasajes. Y pasajeros que antes no lo tomaban porque soñaban un colectivo más izquierdo y perfecto y selectivo, ahora empiezan a tomarlo. Solo les pido más humildad: haberse equivocado tanto- cuando más se requería apoyar al gobierno y confiar en que los sapos eran parte de la naturaleza de la fauna- requiere un más largo proceso de desintoxicación. Está bien el corregimiento. Pero no con ditirambo. No es fácil confiar en quienes desde la izquierda o desde lo popular se subieron por la derecha al palco del campo. Y anduvieron diciendo que Kirchner no era auténtico cuando se decidió a luchar por reivindicar a las madres, a las abuelas y a los hijos apropiados. Rezar un rosario de culpas tardío no produce la súbita santidad. Pero el colectivo es grande. Hay espacio. Suban, pero no empujen.



Carta abierta leída por Orlando Barone el 4 de Noviembre de 2010 en Radio del Plata.

Atrás es atraso, atrasar y retroce

No. “Justo ahora no vamos a volver atrás”. La frase ya se hizo un axioma. Porque atrás está todo lo que fuimos superando y todo cuanto nos causó mal. ¿A qué atrasado se le puede ocurrir el retroceso? No vamos a volver atrás porque estamos yendo hacia delante. Porque no vamos a perder lo que ganamos ni a repetir lo que ya hicimos para avanzar. No vamos a volver al país que nos iba excluyendo y jibarizando; porque seríamos idiotas si volvemos ahora que nos fuimos incluyendo y agigantando. Y perteneciendo. No vamos a volver adónde ya no queremos ir ni adónde estábamos perdidos, y adónde nuestra identidad había sido confundida y despatriada. No vamos a ser tan sonsos de volver atrás, cuando ya estamos donde antes estaba el horizonte y estamos por trasponer otro. Somos militantes de horizontes no de retaguardias ni retardos. La utopía y la esperanza no están atrás sino adelante. No volvemos porque vamos. Atrás ya no podríamos entrar porque el lugar que abandonamos es de tamaño menor al que ya hemos adquirido; y porque atrás no hay nada que desear: ni siquiera la nostalgia porque nadie siente nostalgias del fracaso. No vamos a volver atrás. Porque en la Feria del trueque ya no truecan desesperanzas porque casi no hay. Ahora estamos donde antes estaba lo imposible y donde no estaban esta Argentina ni esta América del Sur. No vamos a volver atrás porque ya estuvimos y pagamos el precio y el castigo. Porque ser saqueados no nos sienta. Y nos humilla ver a los saqueadores felices de saquearnos. No vamos a volver adónde quieren los que allá atrás volverían a apropiarse de lo que ahora se va distribuyendo entre los apartados del reparto e ignorados del trabajo y del consumo. Hay que estar dominado para perder el terreno ganado y dejar descenderse y caer por la pendiente que ya se ha subido. Atrás es perder lo que se ha recobrado. “Minga” que vamos a retroceder y a rezagarnos y a retrasarnos. Los políticos atrasadores auspician otra vez el fracaso. Propician el desgano político y la resignación del Estado. No. No vamos a volver hacia atrás porque para eso fuimos votando hacia delante. Porque atrás estaríamos votando hacia atrás. Y porque no se vuelve adónde no se vuelve.



Carta abierta leída por Orlando Barone el 3 de Noviembre de 2010 en Radio del Plata.

martes, 2 de noviembre de 2010

El fingimiento

El pueblo no finge. La presidenta tampoco. Se fingen muchos estados de ánimo. No hay fiesta ni funeral donde no haya fingimientos. Siempre hay alguien que lo hace y a veces se delata y a veces tiene éxito.
Se finge desde la indiferencia hasta el amor y desde la piedad hasta el deseo. La condición humana tiene una larga práctica. El fingidor puede fingir por impotencia de sinceridad al no poder sentir (lo que es más grave para él) o especulando con sacar una ventaja política en una circunstancia de tristeza o de duelo (lo que es más grave para todos).
De a uno los individuos pueden fingir pero un pueblo entero no puede, porque no hay tantas máscaras para enmascarar tantos rostros. Se puede afirmar que el pueblo que lloró y se conmovió por el gran muerto de estos días es la prueba empírica del duelo. Se cree en la prueba porque se toca. Pero algunos de los pésames individuales por esa muerte- inesperados por los antecedentes “odiantes” de sus portadores- suenan inconsistentes y fingidos. También son fingidos esos respetos ceremoniales que algunos prodigaron públicamente, reprimiéndose la satisfacción y el alivio. La diferencia entre uno y otro es evidente. Porque cuando el dolor es sincero no hay lugar para el “pero”: el gran muerto se llora en sus virtudes y se soslayan sus defectos.
El pueblo sabe hacer eso porque de esa materia de virtud están hechos los héroes que produce. Y consigue amasar y perfumar, consciente y sabiamente el estiércol para que confluya con el mármol y así su héroe no tenga flancos débiles. En cambio el fingidor, por posar hipócritamente justo y neutro e híbrido, mezcla con el elogio la mancha; desliza con la pena la crítica. Insinúa un rumor sobre un presunto disgusto mortal con Hugo Moyano, otro sobre una deseada deslealtad de Scioli por más leal que se muestre, y derrama alguna intriga palaciega que repta sobre el inicio de la ausencia. Se finge el duelo sin dejar el serrucho. Y ahí se descubren conspiradores en teatro de lágrimas. Durante estos días hemos visto fingimientos “politiquitos” súbitamente aún más empequeñecidos por el tamaño del muerto. También fingen las farandulitas. Para no quedarse reducidas de público y de rating fingen pena por lo que no las apena. Y se hacen las piadosas cuando hasta ayer injuriaban. Mientras tanto el pueblo se agiganta en el dolor como si el muerto hubiera sido perfecto. Y es perfecto. Porque sin mostrarse en el ataúd para no darles el gusto ni el morbo a los fingidores, les deja la incertidumbre de que en una de esas anda por ahí todavía. Y claro que anda. El pueblo sabe dónde y cuándo. Los fingidores a tientas nunca lo encuentran.




Carta abierta leída por Orlando Barone el 2 de Noviembre de 2010 en Radio del Plata.