(Versión mejorada)
La mentira verosímil es una tendencia que se ha perfeccionado. Cada vez hay más especialistas en ese sentido. Calan en el imaginario de alguien predispuesto a ser mentido. Es un tipo de mentira que tiene un diseño verosímil. No es una mentira cualquiera y sin sentido: cuenta con aportes creativos e intelectuales. Para reconocer o descubrir a la mentira está el recurso de no desear creérsela. Ya que el acostumbramiento a las mentiras que nos gustan porque sazonan nuestros odios, acaba por hacernos inapetentes a lo cierto. Una vez acostumbrados legitimamos la costumbre. Pero desear la mentira porque creerla nos da goce, hace que uno se contagie y se vuelva un mentiroso. ¿ No es extraño que digan que este es un gobierno que no respeta a la justicia y es el que desalojó a la vieja Corte dependiente e impulsó la nueva Corte Suprema irreprochable? Sorprende que quieran enrostrarle la pobreza y la exclusión a un gobierno que fue parido en la exclusión y la miseria. Y que sus enrostradores sean los originarios responsables de la miserabilización que le atribuyen. ¿Por qué se escandalizan diciendo que controla o agrede a la libertad de prensa cuando no hay medio o periodista opositor que se prive de acosarlo, azuzarlo, acusarlo y agredirlo? ¿Por qué se instala la idea de que es un gobierno crispado y violento, si la realidad prueba lo contrario? Cualquiera lo piquetea, lo bloquea, lo tractoriza y lo huelguea. Si el Gobierno ha logrado que haya reservas récords, ¿por qué se sospecha que ahora va a robárselas? ¿Y si se roba todo , por qué hay hoy más plata en el Estado que toda la que hubo antes? Ya sé, la fabrican a escondidas. Contrataron a Gostanian para que trabaje de noche en la Casa de la Moneda. Esta sí sería una buena mentira verosímil. Se ha conseguido la más alta prosperidad rural de que haya memoria. Y los ruralistas , mientras lloran restregándose los ojos con el último y próspero balance, dicen que están arruinados. Lo extraordinario es que muchos, que lo único que plantan es un malvón en la maceta, se solidaricen con aquellos creyéndose la mentira. ¿Por qué a una oposición aglomerada con pegamento efímero se la hace lucir como si fuera un compacto perdurable? Lo inverosímil se hace creíble. Todavía los noticieros audiovisuales no se avivaron de alentar a los niños que reciben la asignación por hijo a salir con los chupetes a la calle a reclamar porque la inflación les consume el beneficio. Tampoco se avivaron de que ya mismo deberían organizar equipos rentados para instigar piquetes y proveerlos de bombos, nafta y neumáticos usados. Es una zoncera pensar que la mentira hace crecer la nariz. En algunos lo que hace crecer es el deseo de seguir siendo mentido.
Carta abierta leída por Orlando Barone el 25 de Febrero en Radio del Plata.
viernes, 26 de febrero de 2010
jueves, 25 de febrero de 2010
Perplejidades, zonceras y mentiras
¿Por qué al actual gobierno lo enfrentan a derecha e izquierda? Si nadie dice que es un gobierno de centro. ¿Entonces, de qué es? La izquierda urbana alega que es de derecha; la derecha global dice que es de izquierda. Casualidad que lo apoyen las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y lo odien los represores enjuiciados o prófugos. Casualidad que lo desprecien los economistas ortodoxos y consultores del stablishment. ¿ Desde qué lugar, desde la derecha o la izquierda se le hacen los tractorazos? Si ya sé: de los dos lados. El rechazo a las retenciones hizo coincidir los extremos opuestos. ¿ No es extraño que digan que es un gobierno que no respeta a la justicia y es el que desalojó a la vieja corte dependiente e impulsó la nueva Corte Suprema irreprochable? Es raro que haya un vicepresidente que se opone. Y más raro que él sea el probable candidato de un partido que predica la pureza de las instituciones. Sorprende que quieran enrostrarle la pobreza y la exclusión, al gobierno que fue parido en la exclusión y la miseria. Y que sus enrostradores sean los que fueron responsables de miserabilizarnos. ¿Por qué se escandalizan que controla o agrede a la libertad de prensa y no hay medio ni periodista que lo desee que se prive de acosarlo, azuzarlo, acusarlo y agredirlo? ¿Siendo tan crispado y tan violento por qué ha sido tan pacífico?
Cualquiera lo piquetea, lo bloquea, lo tractoriza y lo huelguea. Todavía los noticieros audiovisuales no se avivaron de alentar a los niños que recibieron la asignación por hijo, a salir con los chupetes a la calle a reclamar que la inflación les consume el beneficio. Si el Gobierno ha logrado que haya reservas récords, ¿por qué se sospecha que ahora va a robárselas? ¿Y si se roba todo , por qué hoy más plata que toda la que hubo antes? Ya sé la fabrican a escondidas. Contrataron a Gostanian que trabaja de noche en la casa de la Moneda. Se ha conseguido la más alta prosperidad rural de que haya memoria. Entonces ¿por qué los ruralistas , mientras lloran restregándose los ojos con soja, leche, lomo y el último y próspero balance, odian al Gobierno ? También hay gente que lo aprueba. Últimamente parecen haber sido arreados a fronteras menos amplias. Y en los Grandes Medios casi exclusivamente lucen masivos sus odiadores. Y los que mienten. La mentira verosímil es una tendencia que se ha perfeccionado. Cada vez hay más especialistas en ese sentido. Calan en el imaginario de alguien predispuesto a ser mentido. Es un tipo de mentira que tiene un diseño verosímil. Para reconocer o descubrir a la mentira está el recurso de no desear creérsela. El acostumbramiento a las mentiras que nos gustan, porque sazonan nuestros odios, acaba por hacernos inapetentes a lo cierto. Desear la mentira porque creerla nos da goce, hace que uno se contagie y se vuelva un mentiroso.
Carta abierta leída por Orlando Barone el 25 de Febrero de 2010 en Radio del Plata.
Cualquiera lo piquetea, lo bloquea, lo tractoriza y lo huelguea. Todavía los noticieros audiovisuales no se avivaron de alentar a los niños que recibieron la asignación por hijo, a salir con los chupetes a la calle a reclamar que la inflación les consume el beneficio. Si el Gobierno ha logrado que haya reservas récords, ¿por qué se sospecha que ahora va a robárselas? ¿Y si se roba todo , por qué hoy más plata que toda la que hubo antes? Ya sé la fabrican a escondidas. Contrataron a Gostanian que trabaja de noche en la casa de la Moneda. Se ha conseguido la más alta prosperidad rural de que haya memoria. Entonces ¿por qué los ruralistas , mientras lloran restregándose los ojos con soja, leche, lomo y el último y próspero balance, odian al Gobierno ? También hay gente que lo aprueba. Últimamente parecen haber sido arreados a fronteras menos amplias. Y en los Grandes Medios casi exclusivamente lucen masivos sus odiadores. Y los que mienten. La mentira verosímil es una tendencia que se ha perfeccionado. Cada vez hay más especialistas en ese sentido. Calan en el imaginario de alguien predispuesto a ser mentido. Es un tipo de mentira que tiene un diseño verosímil. Para reconocer o descubrir a la mentira está el recurso de no desear creérsela. El acostumbramiento a las mentiras que nos gustan, porque sazonan nuestros odios, acaba por hacernos inapetentes a lo cierto. Desear la mentira porque creerla nos da goce, hace que uno se contagie y se vuelva un mentiroso.
Carta abierta leída por Orlando Barone el 25 de Febrero de 2010 en Radio del Plata.
miércoles, 24 de febrero de 2010
Este país no “funca” y el mundo se nos ríe
Desean que cuando la presidenta llegara a otro país nadie quisiera ir a recibirla. Que la ignoren. Y que si de casualidad la dejan hablar en todas partes es para conformarla. Esas fotos donde se la vió junto al presidente Calderón, de Méjico, sonriente, es un forzado encuadre. Igual que fue forzada la conocida foto en que Obama la abraza entusiastamente. Obama se fotografía con todas: y con Shakira se lo vió todavía más contento. El país no es visto con buenos ojos: aquí no hay seguridad jurídica. Que el año pasado los bancos hayan acrecentado un 68 % sus ganancias respecto del anterior no alcanza. Deberían haber obtenido el triple. La Argentina está fuera del mundo. El apoyo de todos los países de la Cumbre de Cancún, a su reclamo a Inglaterra por Las Malvinas, fue diplomacia hipócrita. Más por formalismo que por alianza. Mejor hubiera sido que se dejara a Gran Bretaña tranquila. Para qué ir a irritarla infundadamente por un hipotético usufructúo de petróleo. Lula , como se va, se volvió loco y discute con los ingleses por defender a la Argentina. Es que Brasil sí, está en el mundo, y no en la periferia. Pero nuestros mejores analistas patrióticos deseaban de corazón que nadie se solidarizara con nosotros. Igual que en el conflicto del Banco Central que desearon que se nos abalanzaran los fondos buitres. Con tal de esmerilar, les sale mejor darle la razón a Inglaterra. La admiración internacional por la forma en que aquí se juzgaron y juzgan los crímenes contra los Derechos Humanos, está inflada. Cómo queda el país si se la pasan contando nietos secuestrados, recuperados de a uno en uno. Además tener bajo la Ley a los notables genocidas de la dictadura no es de lo mejor que se puede mostrar como país serio. Si son unos pobres viejecitos. Apenas Pepe Mujica asuma como presidente de Uruguay se van para allá todas las empresas argentinas. Y cuando el tribunal de La Haya vote a favor de Botnia, ahí sí nos caemos al río. No hay caso: la relación internacional está en crisis: no hay vínculos serios con el mundo. El presidente de los Estados Unidos invitó a la presidenta argentina a la cumbre por la seguridad nuclear solo porque le sobra un lugar en la mesa, al fondo. El nuevo presidente de Chile se reunió con Cristina Fernández en Méjico porque los de la Casa Rosada estuvieron rogándole. La tabla internacional que ubica a la Argentina en uno de los mejores estándares entre los países que mejor resistieron la crisis global, es apócrifa. También es mentira la tabla que coloca al país como uno de los de mejor rendimiento accionario entre todas las Bolsas del mundo. Nunca como hoy la Argentina fue tan desconfiable. Los chinos compran y comprarán cada vez más soja porque esperan el momento de la venganza para inundarnos de chanchos con peste. La carne se exporta cada vez más al mundo solo por costumbre. Pero nadie la quiere. La presidenta es invitada a los foros más diversos porque ella les ruega que la inviten, así aumenta su vestuario. Estamos fuera del mundo. Eso dicen. Pero ¿quiénes lo dicen? Los que desde aquí operan y conspiran para que eso suceda. Léalos, véalos y escúchelos en los grandes medios hegemónicos. Instigan, mienten y sonríen. Para ellos, este país no funca; el mundo se nos ríe.
Carta abierta leída por Orlando Barone el 24 de Febrero de 2010 en Radio del Plata.
Carta abierta leída por Orlando Barone el 24 de Febrero de 2010 en Radio del Plata.
martes, 23 de febrero de 2010
No agravien a la lluvia, que esclarece
Quiero hablar bien de la lluvia cuando por aquí todos la agravian. Sería inútil tratar de convencerlos diciéndoles que en La India a la mujer fecunda le dicen la lluvia; que entre los aztecas la lluvia tenía valor de semilla celeste; y que en todas las antiguas culturas del mundo se la considera fecundadora del suelo. Uno de los salmos de la Biblia canta: “Gotead cielos desde arriba, y las nubes destilen la justicia!”. Tagore dice: “Las gotas de lluvia besan la tierra murmurándole”. Cadícamo tanguea: “Garúa, tristeza, /hasta el cielo se ha puesto a llorar”. Hace ya mucho tiempo cuando en nuestra ciudad llovía, las chicas y los chicos en ronda cantaban sobre los charcos: “Que llueva, que llueva, la vieja está en la cueva/ Los pajaritos cantan”. Otros, bajo techo, disfrutaban con la familia del mate con tortas fritas, o de juegos ya tan remotos que a las generaciones electrónicas y audio visuales resultan cándidos o tontos. El vínculo de la gente con la naturaleza todavía no había sido roto. Hoy el hombre le gana devastándola o es ésta la que reacciona y lo estraga. Es la ya irreconciliable lucha de tecnocracia y de depredación, contra resistencia. Se privilegian las torres al sumidero; se reconoce el récord de agua pero a la par el de imprevisiones. Por eso cada vez que la naturaleza se incomoda y produce alguna brusquedad climática y meteorológica- ya no un terremoto ni un tsunami- sino una lluvia copiosa, algún granizo, algún árbol que cede, el bicho urbano se aterroriza y se siente en zozobra. No es precisamente su vida la que corre tantos riesgos, ya que suele estar a salvo mayormente; sino que es el pánico por el auto. Esa nueva víctima de la civilización, que puede acabar chapoteando en un túnel inundado que cualquiera sabe estuvo inundado desde hace medio siglo. Nunca queda claro por qué pasa un auto donde no pasa; y por qué después su propietario al verlo hundido sufre como si lo hubieran herido en las entrañas. El ahogado más sentido de esta época es el auto. Es nuestro nuevo umbral de sentimiento. Mientras tanto en un cuarto con ventanas a la calle dos enamorados escuchan cantar a Armando Manzanero: “Esta tarde vi llover/vi gente correr/ y no estabas tú” La lluvia en la ciudad le quita esas ínfulas de arrogancia edilicia. De vanguardia de torres inteligentes. Le hace bien un poco de vergüenza. En tanto la televisión, sin invertir más que una cámara y un movilero, se encuentra con un escenario gratuito para entretener a sus televidentes. A veces también la lluvia lluviosa, desnuda en Buenos Aires la sequedad de ideas de los que la gobiernan por demanda sus gobernados. ¿Se darán cuenta unos y otros del significado de esta anécdota climática? Aparte del rezongo y la humedad ¿quedará algo en la sustancia política de los involucrados? La lluvia no se queda en el cielo, pero hay funcionarios que se quedan papando aguas. No agravien a la lluvia: fecunda, lava, y esclarece.
Carta abierta leída por Orlando Barone el 23 de Febrero de 2010 en Radio del Plata.
viernes, 19 de febrero de 2010
Rehenes y rehenes
Cada tanto hay rehenes como los de hace dos días en una sala funeraria. O como aquellos del banco Río, del robo del siglo, cuyo juicio está en proceso. Rehenes mortales fueron muchos jóvenes de los años setenta cuyos genocidas están siendo juzgados.
Hay rehenes de injusticias económicas y de injusticias sociales. Son todas categorías de rehenes graves donde las víctimas toman conciencia instantáneamente. En los tiempos actuales el rango del rehén es más leve y metafórico: son rehenes los pasajeros de un subte parado entre los túneles; los automovilistas en caravana en una calle bloqueada; los usuarios a los que les cortan un servicio abruptamente; los turistas varados en un aeropuerto extranjero porque el vuelo se cancela. Hay rehenes de tamaño todavía más efímero e insignificante: los invitados a una reunión de la que no pueden irse; los que están acompañados en una cama de la que quisieran bajarse; o los que salieron de pic nic con el grupo equivocado del que no pueden zafarse. Ya con intención pulcramente periodística se les llama rehenes a los supuestos cautivos de un puntero político y a los intendentes débiles dependientes de la relación con los gobiernos centrales. Nada se dice de los grupos corporativos financieros, rehenes de su eterna naturaleza de tomar siempre
fructíferos rehenes.
Tampoco se les llama rehenes a los periodistas que actúan en medios que los someten a un relato que deben repetir contrariando sus convicciones. También hay rehenes de la letra chica de un contrato, y políticos rehenes de las encuestas. No hablo de los rehenes del matrimonio porque son casos heroicos , voluntarios o resignados que ya descartaron el salvataje. Ser rehén de una pena de amor es más romántico y lo más corriente. Sobran rehenes de amores inolvidables y rehenes de amores olvidables que parecen inolvidables para seguir torturando al destinatario. Están los rehenes de una adicción o de un vicio. Y están los rehenes de su nostalgia a los que el porvenir nunca rescata. Entre nosotros hay muchos rehenes insatisfechos de insatisfacción; siempre insatisfechos de estar insatisfechos. No hay satisfacción que los libere. Ser rehén de la propia soledad también tiene sus fieles.
Hay un tipo de rehén de preocupaciones tan mínimas que viven preguntándose: por qué a ellos sí, y a mi no. Por qué a uno le cae la caca de una paloma en el hombro, a otro le cae un pétalo, a otro le cae un alud y a otro no le cae nada. Qué concepto el de rehén. No se nos ocurre- y ese es el milagro- de que somos rehenes de nosotros mismos. Que no hay forma de evitarlo ni siquiera interrumpiéndonos de 'motu proprio'.
Y aunque no se dice públicamente, el peor es aquel que se cree libre. Y lo presume mientras anda y le hacen ruido los grilletes. Es el rehén más triste: es insalvable.
Carta abierta leída por Orlando Barone el 18 de Febrero de 2010 en Radio del Plata.
Hay rehenes de injusticias económicas y de injusticias sociales. Son todas categorías de rehenes graves donde las víctimas toman conciencia instantáneamente. En los tiempos actuales el rango del rehén es más leve y metafórico: son rehenes los pasajeros de un subte parado entre los túneles; los automovilistas en caravana en una calle bloqueada; los usuarios a los que les cortan un servicio abruptamente; los turistas varados en un aeropuerto extranjero porque el vuelo se cancela. Hay rehenes de tamaño todavía más efímero e insignificante: los invitados a una reunión de la que no pueden irse; los que están acompañados en una cama de la que quisieran bajarse; o los que salieron de pic nic con el grupo equivocado del que no pueden zafarse. Ya con intención pulcramente periodística se les llama rehenes a los supuestos cautivos de un puntero político y a los intendentes débiles dependientes de la relación con los gobiernos centrales. Nada se dice de los grupos corporativos financieros, rehenes de su eterna naturaleza de tomar siempre
fructíferos rehenes.
Tampoco se les llama rehenes a los periodistas que actúan en medios que los someten a un relato que deben repetir contrariando sus convicciones. También hay rehenes de la letra chica de un contrato, y políticos rehenes de las encuestas. No hablo de los rehenes del matrimonio porque son casos heroicos , voluntarios o resignados que ya descartaron el salvataje. Ser rehén de una pena de amor es más romántico y lo más corriente. Sobran rehenes de amores inolvidables y rehenes de amores olvidables que parecen inolvidables para seguir torturando al destinatario. Están los rehenes de una adicción o de un vicio. Y están los rehenes de su nostalgia a los que el porvenir nunca rescata. Entre nosotros hay muchos rehenes insatisfechos de insatisfacción; siempre insatisfechos de estar insatisfechos. No hay satisfacción que los libere. Ser rehén de la propia soledad también tiene sus fieles.
Hay un tipo de rehén de preocupaciones tan mínimas que viven preguntándose: por qué a ellos sí, y a mi no. Por qué a uno le cae la caca de una paloma en el hombro, a otro le cae un pétalo, a otro le cae un alud y a otro no le cae nada. Qué concepto el de rehén. No se nos ocurre- y ese es el milagro- de que somos rehenes de nosotros mismos. Que no hay forma de evitarlo ni siquiera interrumpiéndonos de 'motu proprio'.
Y aunque no se dice públicamente, el peor es aquel que se cree libre. Y lo presume mientras anda y le hacen ruido los grilletes. Es el rehén más triste: es insalvable.
Carta abierta leída por Orlando Barone el 18 de Febrero de 2010 en Radio del Plata.
jueves, 18 de febrero de 2010
La crispación crispa más a quienes la anuncian
Carta abierta leída por Orlando Barone el 18 de Febrero de 2010 en Radio del Plata.
miércoles, 17 de febrero de 2010
La Argentina feliz
Hay una Argentina feliz que aspira a emular a aquel “Mundo feliz” de Aldous Huxley. Ganar la felicidad a costa de la extinción de cosas espirituales inútiles. Esa Argentina no es una fantasía literaria sino que está lista y latente para ser consagrada. Y tiene cada vez más auspiciantes y voluntarios tocados por una afinidad feliz parecida a aquella de los profesantes de Waco o de Islandia. Es una Argentina fácil. Si no fuera por los gobiernos y sus fracasos ya la estaríamos disfrutando. La Argentina feliz lo primero que tendría que hacer es olvidar. Sí, basta de pasados y de culpas. Una feliz amnesia colectiva. Cada hijo con sus padres sin andar perdiendo tiempo con los ADN. Lo segundo sería considerar al campo como la patria y absolverlo de pagar retenciones y de andar escudriñándolo como si fuera el reino de los evasores. Y además si llueve mucho salir a subsidiar a los productores; si hay seca también; y si hay granizo más todavía. Y si el tiempo es normal subsidiarlo igual otorgándole créditos tan blandos y sin interés que en vez de poder comprarse una 4x4 para cada miembro de la familia van a poderse comprarse limousines largas como barcos. Y si llegara a inventarse, donarles la tecnología para que puedan manejar el sol y las lluvias y cosechar la soja con una manguera oceánica conectada a la China sin moverse de la cama. En fin: garantizarles que nunca jamás sus negocios dejarán de dar ganancias. Porque cualquier negocio puede perder pero el campo es sagrado. Tercero: volver a reinstalar en la Catedral y con gran fasto el Te Deum del 25 de mayo.
Y que en la fila de adelante se sienten el presidente y los funcionarios del Gobierno a recibir las filípicas del cardenal apostrofador de turno.
Por supuesto, limpiar y dejar transparente el Riachuelo; lógicamente indultando a las empresas contaminantes y arrasando todos los villeríos que contaminan sus orillas. Obviamente La Boca llena de conventillos destartalados sería una afrenta a demoler para prolongar Puerto Madero. En esa Argentina la inseguridad habría sido desterrada enterrando uno a uno, con sistemática eficacia, a todos los delincuentes que la producían. Un comité de hiper seguridad integrado por Blumberg, el rabino Bergman y expertos en pistolas compasivas Taser, serían sus auspiciantes. Para que esa Argentina feliz sea consagrada hay que terminar con los populismos, con los progresismos bla, bla, bla y con todos esos nostálgicos que se tatúan iconos fracasados en el cuerpo. Y dejar actuar libremente a los hacedores privados que saben cómo redistribuir las riquezas equitativamente. Un nuevo estilo de gobierno combinado entre gestores y técnicos avalados por los grandes medios hegemónicos sería suficiente. Jibarizar el Estado; emparedarlo para evitar que siga causando estropicios entre los argentinos decentes que escriben aleccionadoras y cristianas cartas de lectores . Restablecer la jerarquía del Banco Central por sobre el de la presidencia de la Nación y por fin, terminar con la hipocresía del manejo de los precios y dejarlos a consideración humanitaria de los mercados. Y de los frigoríficos. Y como broche de oro para alcanzar la Argentina feliz, terminar con el indiscriminado libertinaje de recibir cualquier inmigración extranjera. No crean que esto es una utopía. Utopía es la de Huxley. Aquí a cada rato pasan por los medios, ofreciéndose gratuitamente, los serviciales individuos que alientan el éxito de la Argentina feliz. Que no incluye, claro, el lastre de muchos argentinos. El que quiere felicidad que la pague.
Carta abierta leída por Orlando Barone el 17 de Febrero de 2010 en Radio del Plata.
Y que en la fila de adelante se sienten el presidente y los funcionarios del Gobierno a recibir las filípicas del cardenal apostrofador de turno.
Por supuesto, limpiar y dejar transparente el Riachuelo; lógicamente indultando a las empresas contaminantes y arrasando todos los villeríos que contaminan sus orillas. Obviamente La Boca llena de conventillos destartalados sería una afrenta a demoler para prolongar Puerto Madero. En esa Argentina la inseguridad habría sido desterrada enterrando uno a uno, con sistemática eficacia, a todos los delincuentes que la producían. Un comité de hiper seguridad integrado por Blumberg, el rabino Bergman y expertos en pistolas compasivas Taser, serían sus auspiciantes. Para que esa Argentina feliz sea consagrada hay que terminar con los populismos, con los progresismos bla, bla, bla y con todos esos nostálgicos que se tatúan iconos fracasados en el cuerpo. Y dejar actuar libremente a los hacedores privados que saben cómo redistribuir las riquezas equitativamente. Un nuevo estilo de gobierno combinado entre gestores y técnicos avalados por los grandes medios hegemónicos sería suficiente. Jibarizar el Estado; emparedarlo para evitar que siga causando estropicios entre los argentinos decentes que escriben aleccionadoras y cristianas cartas de lectores . Restablecer la jerarquía del Banco Central por sobre el de la presidencia de la Nación y por fin, terminar con la hipocresía del manejo de los precios y dejarlos a consideración humanitaria de los mercados. Y de los frigoríficos. Y como broche de oro para alcanzar la Argentina feliz, terminar con el indiscriminado libertinaje de recibir cualquier inmigración extranjera. No crean que esto es una utopía. Utopía es la de Huxley. Aquí a cada rato pasan por los medios, ofreciéndose gratuitamente, los serviciales individuos que alientan el éxito de la Argentina feliz. Que no incluye, claro, el lastre de muchos argentinos. El que quiere felicidad que la pague.
Carta abierta leída por Orlando Barone el 17 de Febrero de 2010 en Radio del Plata.
martes, 16 de febrero de 2010
Oposición psíquica
Si otro gobierno constitucional, de signo opositor, fuera consagrado al final de éste, el grave problema ya no sería su ideología sino su psiquismo. Porque luego de tanto tiempo juntando infundios, negruras y desprecios, y acumulando odios y rechazos, ninguna mente reclutada en ese estilo queda a salvo de ese estrago. Porque ni la enfermedad del ex presidente estimuló a la oposición a saludarlo aunque sea como cortesía social o protocolo. Nada. La Iglesia mandó un cura con aceites casi extremos por las dudas, sin medir que el paciente ya estaba sano. No quisiera sospechar que el cardenal Bergoglio lo deseaba grave. Y otros más feroces, en el cielo. Cuando Raúl Alfonsín estaba convaleciente, el actual gobierno lo respetaba y celebraba democráticamente. Hoy se plantean serias dudas para el futuro de opositores tan fanáticos. ¿Cómo recuperar el estado psíquico que les permita gobernar, si son sus propias víctimas de fobias intro- inyectadas durante todo el tiempo? Se van a quedar inválidos de tanto esperar que el gobierno no se mueva hasta que les toque el turno. Una oposición solo centrada en la pelea y el agravio, vilmente asociada a la traición de un vicepresidente al que se absuelve del engaño por conveniencia de campaña, y más desvergonzadamente asociada a los grandes medios hegemónicos para seguir teniendo donde actuar sus gesticulaciones republicanas y participar de entrevistas amañadas y fláccidas. ¿Podría ejercer positivamente un nuevo gobierno con tal carga negativa? Nadie vuelve de un síndrome de envidia y de impotencia de ocho años sin daños psíquicos y espirituales de recuperación incierta. Ese, y no el de si a este modelo le sucede otro antagónico, sería el dilema del país si se pasara de uno a otro gobierno. El disturbio psicológico que arrastra la oposición por su propia naturaleza antiK, que por historia y por osmosis se traslada a la actual presidenta, es una amenaza en si mismo. Dudo que a la oposición la pudiera aliviar un voto exitoso, como ya se ha probado recientemente. Y si su adicción a oponerse no se repara con alguna otra reacción de serenidad inteligente, su normalización es improbable. ¿Cómo saber qué fragmento del magma opositor le concierne a cada uno de los socios inestables que se presumen líderes de una trama, solidificada sólo temporalmente por la ofensiva hacia el gobierno? El riesgo sería otra vez sopa: sopa de vacilación, de falta de objetivos. ¿Hacia dónde ir? ¿Hacia qué dormidero de siesta mientras los rapiñeros se encargan de la rapiña y está ya listo el helicóptero? Y aunque el Estado haya logrado volver de las experiencias más duras, no luce adecuado desafiarlo a la reincidencia. Porque se puede estar en contra de muchas cosas. Y hasta se puede estar en contra de Dios si a cambio se opta por la adoración de otro credo. Es lícito, siempre que se sincere el criterio del Dios alternativo. Pero es insano para el cerebro estar en contra, solamente proponiendo la contra.
Carta abierta leída por Orlando Barone el 16 de Febrero de 2010 en Radio del Plata.
Carta abierta leída por Orlando Barone el 16 de Febrero de 2010 en Radio del Plata.
lunes, 15 de febrero de 2010
El pecado de la carne, la concupiscencia del sushi
La inflación inflaciona, lo que inflaciona se infla y lo que se infla se desinfla. Aunque algunos soplan para ver si revienta. La carne es la carne. No es el sushi. Y por algo cuando aumenta de precio nos cunde un pavor de impotencia. No hay hierba, no hay legumbre, no hay sucedáneo que compensen el escarnio de tener que amenguar su consumo.
Y por más que los dietólogos y el colesterol malo desalientan la tentación de la carne de vaca, no hay pollo, no hay cordero ni pescado ni chancho que valgan. Porque la única carne que es auténtica carne no es la que bala o la que pía, la que relincha o la que croa, ni la que chilla. Es la que muge. Si en la India existen las intocables vacas sagradas, en la Argentina es al revés, los sagrados son los que las comen. Y si no se sienten desnutridos aunque estén gordos como productor de campo.
Cuando aquellos conquistadores ladrones, malacostumbraron a las vacas y los toros a las pampas silvestres inauguraron nuestro mayor placer y nuestro mayor pecado: el de la carne. Y a la par la angurria ganadera y la conducta que la instiga.
Ya en el poema antirrosista, “El matadero”, Esteban Echeverría nos retrataba como barras bravas brutales; draculizados y sanguinolentos de vísceras y entrañas. A su vez Borges describe a la carnicería del barrio “como una afrenta de la calle./ Sobre el dintel/ una ciega cabeza de vaca/ preside el aquelarre/ de carne charra y mármoles finales/ con la remota majestad de un ídolo”. /
Las góndolas de los supermercados, menos bestiales, no paran de gotear hilos de sangre y grasa a través del envase. No es casual que el cine argentino haya filmado “Carne” con Isabel Sarli como inolvidable ícono nutricio.
Y que al comenzar el siglo veintiuno nuestro derrumbe bancario inventara el “corralito”. El nuevo cuco es la inflación asociada a la carne. No es que no haya algo cierto, pero también es cierto que no es igual aquella inflación con la mitad del país sin un hueso para el caldo, que hoy en que solo debe optar suspender el cuadril por la falda. No es igual aquella inflación con plata falsa que esta inflación con plata genuina. No es igual aquella inflación sobre el hambre, que esta inflación sobre el consumo. No es igual la inflación con desempleo y ajuste que con trabajo y actualización de salarios.
Los grandes medios inflacionan la inflación y nos refriegan tiras de asado y bifes anchos como utopías cada vez más distantes. Toda la Argentina es estrujada en el forzado casillero de la carne y todos los argentinos somos juzgados como adictos incontinentes, porque aumenta el ojo de bife. Nos tratan como idiotas carnívoros incapaces de deducir desde qué lugar de estómagos saciados se nos amenaza con la carne. No esperéis de los productores ni los ganaderos la filantropía de que si los dejan hacer y cambia el gobierno y se lleva bien con los cuatro jinetes gauchos del apocalipsis, nos van a traer la carne delivery al galope, a precio de oferta. Lo que nos van a traer son grumos de soja de la que no les compran los chinos para los chanchos.
Déjense de inflar. No nos corran con la carne mientras se atragantan de guita y de sushi.
Y por más que los dietólogos y el colesterol malo desalientan la tentación de la carne de vaca, no hay pollo, no hay cordero ni pescado ni chancho que valgan. Porque la única carne que es auténtica carne no es la que bala o la que pía, la que relincha o la que croa, ni la que chilla. Es la que muge. Si en la India existen las intocables vacas sagradas, en la Argentina es al revés, los sagrados son los que las comen. Y si no se sienten desnutridos aunque estén gordos como productor de campo.
Cuando aquellos conquistadores ladrones, malacostumbraron a las vacas y los toros a las pampas silvestres inauguraron nuestro mayor placer y nuestro mayor pecado: el de la carne. Y a la par la angurria ganadera y la conducta que la instiga.
Ya en el poema antirrosista, “El matadero”, Esteban Echeverría nos retrataba como barras bravas brutales; draculizados y sanguinolentos de vísceras y entrañas. A su vez Borges describe a la carnicería del barrio “como una afrenta de la calle./ Sobre el dintel/ una ciega cabeza de vaca/ preside el aquelarre/ de carne charra y mármoles finales/ con la remota majestad de un ídolo”. /
Las góndolas de los supermercados, menos bestiales, no paran de gotear hilos de sangre y grasa a través del envase. No es casual que el cine argentino haya filmado “Carne” con Isabel Sarli como inolvidable ícono nutricio.
Y que al comenzar el siglo veintiuno nuestro derrumbe bancario inventara el “corralito”. El nuevo cuco es la inflación asociada a la carne. No es que no haya algo cierto, pero también es cierto que no es igual aquella inflación con la mitad del país sin un hueso para el caldo, que hoy en que solo debe optar suspender el cuadril por la falda. No es igual aquella inflación con plata falsa que esta inflación con plata genuina. No es igual aquella inflación sobre el hambre, que esta inflación sobre el consumo. No es igual la inflación con desempleo y ajuste que con trabajo y actualización de salarios.
Los grandes medios inflacionan la inflación y nos refriegan tiras de asado y bifes anchos como utopías cada vez más distantes. Toda la Argentina es estrujada en el forzado casillero de la carne y todos los argentinos somos juzgados como adictos incontinentes, porque aumenta el ojo de bife. Nos tratan como idiotas carnívoros incapaces de deducir desde qué lugar de estómagos saciados se nos amenaza con la carne. No esperéis de los productores ni los ganaderos la filantropía de que si los dejan hacer y cambia el gobierno y se lleva bien con los cuatro jinetes gauchos del apocalipsis, nos van a traer la carne delivery al galope, a precio de oferta. Lo que nos van a traer son grumos de soja de la que no les compran los chinos para los chanchos.
Déjense de inflar. No nos corran con la carne mientras se atragantan de guita y de sushi.
sábado, 13 de febrero de 2010
Ex abrupto sin ton ni son solo para los íntimos
Volví. No me esperó una banda de música ni un coro salesiano. Apenas pisé Ezeiza el remisero me puso a Ari Paluch y ya en el supermercado Coto de la vuelta de casa una señora con cara de cacerola se me arrimó en la góndola para mascullar ante un trozo de vacío: "¿Qué precio! Es lo caro que nos salen los kirchneristas". La miré como quien sigue sorprendiéndose de los banales rencores a que puede llegar la condición humana.
En estos días me hice tienpo para leer esta espontánea marea de opiniones. Qué universo.
Qué diferencia y variedad comparado a la monotonía monopólica de los colegas puros e independientes de los grandes medios, y qué eclecticismo de reacciones comparadas a las llamantes llameantes que llaman a las radios a protestar por la levedad e inocuidad de la carótida, y porque la inflación terribilísima vació los lugares de veraneo, canceló los autos en
los garages, canceló los asados y hasta canceló la vocación humanitaria para adoptar niños haitianos que son un primor ¿viste?.
Leí aquí más cosas inteligentes y mejores análisis que los que leí en los grandes medios mediocres y también leí las pelotudeces e hijaputeces que también leí y escuché de tantos ex colegas, que igual que los animales que nacen en cautiverio creen que los libres son ellos en sus jaulas y acuarios y no los que están afuera disparados a su ignorancia, su arbitrio, su colonialismo o
sus ganas sensatas o insensatas.
Me gustó cómo se coló la literatura. Hay que tener cuidado con la presuntuosidad crítica: cualquier visitante a la catedral de Notre Dames por ahí cree descubrir una falla en la arquitectura gótica de la ojiva este del corredor lateral.
Acerca de San Pablo y de Brasil no tengo nada que decir. Me dijeron que es una geografía de más de ocho millones de kilómetros cuadrados y de casi 200 millones de habitantes. Entre mis parientes de allá, los choferes de taxi, los camareros y los amigos que conocí no suman ochenta y ocho. Para conocer a los brasileños me falta.
Volví. Pero si nunca me fui, si siempre estoy llegando.
Ah, si los hados me son propicios el lunes escribo mi carta.
Saludos
Orlando
En estos días me hice tienpo para leer esta espontánea marea de opiniones. Qué universo.
Qué diferencia y variedad comparado a la monotonía monopólica de los colegas puros e independientes de los grandes medios, y qué eclecticismo de reacciones comparadas a las llamantes llameantes que llaman a las radios a protestar por la levedad e inocuidad de la carótida, y porque la inflación terribilísima vació los lugares de veraneo, canceló los autos en
los garages, canceló los asados y hasta canceló la vocación humanitaria para adoptar niños haitianos que son un primor ¿viste?.
Leí aquí más cosas inteligentes y mejores análisis que los que leí en los grandes medios mediocres y también leí las pelotudeces e hijaputeces que también leí y escuché de tantos ex colegas, que igual que los animales que nacen en cautiverio creen que los libres son ellos en sus jaulas y acuarios y no los que están afuera disparados a su ignorancia, su arbitrio, su colonialismo o
sus ganas sensatas o insensatas.
Me gustó cómo se coló la literatura. Hay que tener cuidado con la presuntuosidad crítica: cualquier visitante a la catedral de Notre Dames por ahí cree descubrir una falla en la arquitectura gótica de la ojiva este del corredor lateral.
Acerca de San Pablo y de Brasil no tengo nada que decir. Me dijeron que es una geografía de más de ocho millones de kilómetros cuadrados y de casi 200 millones de habitantes. Entre mis parientes de allá, los choferes de taxi, los camareros y los amigos que conocí no suman ochenta y ocho. Para conocer a los brasileños me falta.
Volví. Pero si nunca me fui, si siempre estoy llegando.
Ah, si los hados me son propicios el lunes escribo mi carta.
Saludos
Orlando
miércoles, 10 de febrero de 2010
Ya vuelvo
Hasta el viernes 12 estaré ausente. Estoy en San Pablo, Brasil, a donde vine a visitar a mi hermana y parte de la familia. Estaré aquí escribiendo mi carta abierta del viernes 12 y si no llego a tiempo, la del lunes 15.
Saludos
Orlando
Saludos
Orlando
viernes, 5 de febrero de 2010
Ya vuelvo
Hasta el viernes 12 estaré ausente. Viajaré unos días a San Pablo, Brasil, a visitar a mi hermana y parte de la familia. Descansaré, pasearé, leeré, visitaré cada tanto la red, y casi sin darme cuenta estaré aquí escribiendo mi carta abierta del viernes 12 y si no llego a tiempo, la del lunes 15.
Naturalmente cambié en caja legal quinientos dólares y quinientos reales. Espero no haya alguien de la oposición ética que lo considere un furtivo tráfico de moneda extranjera.
Además, a mi hermana le llevo entre otros regalos discos de Mercedes Sosa y de Adriana Varela.
Ya vuelvo
Orlando
Naturalmente cambié en caja legal quinientos dólares y quinientos reales. Espero no haya alguien de la oposición ética que lo considere un furtivo tráfico de moneda extranjera.
Además, a mi hermana le llevo entre otros regalos discos de Mercedes Sosa y de Adriana Varela.
Ya vuelvo
Orlando
jueves, 4 de febrero de 2010
El dólar, el enigma insondable argentino
Cuando se habla del misterio del dólar en la Argentina es como cuando ante un quemado con leche hirviendo se habla de una vaca. El quemado tiembla.
Acuérdense de aquella imagen del año 2001, previo al colapso. Fue una imagen furtiva pero real y sucedía en el aeropuerto de Ezeiza. Filas de camiones de caudales cargados con millones de dólares se detenían ante los Boeing que partían para Europa o los Estados Unidos y empezaban a descargarlos en las bodegas.
Eran dólares que partían sin pasaje de regreso. No hablo ya del prorrateo de dólares delivery de casas de cambio y de arbolitos. Drenaje de goteo poco significante; sino del traspaso y transferencias de miles de millones de dólares de grupos financieros y corporaciones poniendo sus bienes a resguardo en plazas más felices. Y a salvo del marasmo.
Nadie supo nunca oficialmente quiénes fueron los que se afanaron gran parte del tesoro del trabajo y la plusvalía argentinas sin registro aduanero. Ni adónde se fueron aquellos camiones de caudales, a qué islas caimán o bananera se deslizaron las transferencias virtuales de cuantiosas ganancias de empresas hegemónicas y privadísimas.
Ignoramos si algunos de los aspirantes a presidente y a ministro de economía fueron parte activa del saqueo permitido por el libre mercado.
La devaluación de 2002 hizo aterrizar a la mayoría de los trabajadores argentinos en los patacones y las ferias del trueque, en la disfunción y el desempleo.
Pero ¡oh!, milagrosamente, logró que empresas colosales endeudadas recobraran su salud como si nada y reivindicaran sus patrimonios ya lejos del naufragio por un mágico pase de magia. Los grandes medios de comunicación celebraron el socorro mientras en las calles las gentes rogaban por socorro.
Nadie cantaba entonces las cartas que tenía; pero hasta en las clases medias prósperas del “uno a uno” se hablaba de cuentas secretas o de transferencias a través de banquitos clandestinos off shore.
Ese cuantioso enigma dolarizado consumía, como la sombra de un cadalso, el desorientado insomnio y el consecuente empobrecimiento argentino. La cifra de dólares fugitivos- según quien haga la cuenta- habla de sumas de decenas de miles de millones. ¿Cuánto de todo eso se llevaron de viaje los ideólogos del “crack”, que ahora se espantan por una suma que comparada a aquella es de bolsillo de chaleco?
El dólar ya no se salta como el riesgo país como un torturado por el electroshock. Está ahí moviéndose de a centavito en sube y baja. Ningún rapaz de alto voltaje puede traficar con la devaluación ni con el informe subrepticio como se hizo en el Rodrigazo, o cuando abortó el plan Austral, o cundió la hiperinflación de hace una década, o como cuando el gobierno de Duhalde se sinceró resignado a los grupos financieros y tuvo la precaución de compadecer a los damnificados ya agonizantes con la limosna del subsidio, para que no salieran a linchar a los corsarios de la City.
El enigma del dólar no pasa como nos quieren hacer creer por ninguna valija. Ni menos por una suma opinable pero declarada. Respetemos las leyes de las proporciones. Porque cada verano Punta del Este está colmada de argentinos que seguramente en los sondeos son quienes más heridos se sienten por que otros compran dólares. Toman sol, apuestan en el Conrad cuatro millones diarios, y hablan de ética cambiaria. Cada temporada se derraman allá más de mil millones de dólares argentinos. Los uruguayos son nuestros hermanos, pero no los devuelven.
Carta leìda el 4 de febrero de 2010 por Radio del Plata
Acuérdense de aquella imagen del año 2001, previo al colapso. Fue una imagen furtiva pero real y sucedía en el aeropuerto de Ezeiza. Filas de camiones de caudales cargados con millones de dólares se detenían ante los Boeing que partían para Europa o los Estados Unidos y empezaban a descargarlos en las bodegas.
Eran dólares que partían sin pasaje de regreso. No hablo ya del prorrateo de dólares delivery de casas de cambio y de arbolitos. Drenaje de goteo poco significante; sino del traspaso y transferencias de miles de millones de dólares de grupos financieros y corporaciones poniendo sus bienes a resguardo en plazas más felices. Y a salvo del marasmo.
Nadie supo nunca oficialmente quiénes fueron los que se afanaron gran parte del tesoro del trabajo y la plusvalía argentinas sin registro aduanero. Ni adónde se fueron aquellos camiones de caudales, a qué islas caimán o bananera se deslizaron las transferencias virtuales de cuantiosas ganancias de empresas hegemónicas y privadísimas.
Ignoramos si algunos de los aspirantes a presidente y a ministro de economía fueron parte activa del saqueo permitido por el libre mercado.
La devaluación de 2002 hizo aterrizar a la mayoría de los trabajadores argentinos en los patacones y las ferias del trueque, en la disfunción y el desempleo.
Pero ¡oh!, milagrosamente, logró que empresas colosales endeudadas recobraran su salud como si nada y reivindicaran sus patrimonios ya lejos del naufragio por un mágico pase de magia. Los grandes medios de comunicación celebraron el socorro mientras en las calles las gentes rogaban por socorro.
Nadie cantaba entonces las cartas que tenía; pero hasta en las clases medias prósperas del “uno a uno” se hablaba de cuentas secretas o de transferencias a través de banquitos clandestinos off shore.
Ese cuantioso enigma dolarizado consumía, como la sombra de un cadalso, el desorientado insomnio y el consecuente empobrecimiento argentino. La cifra de dólares fugitivos- según quien haga la cuenta- habla de sumas de decenas de miles de millones. ¿Cuánto de todo eso se llevaron de viaje los ideólogos del “crack”, que ahora se espantan por una suma que comparada a aquella es de bolsillo de chaleco?
El dólar ya no se salta como el riesgo país como un torturado por el electroshock. Está ahí moviéndose de a centavito en sube y baja. Ningún rapaz de alto voltaje puede traficar con la devaluación ni con el informe subrepticio como se hizo en el Rodrigazo, o cuando abortó el plan Austral, o cundió la hiperinflación de hace una década, o como cuando el gobierno de Duhalde se sinceró resignado a los grupos financieros y tuvo la precaución de compadecer a los damnificados ya agonizantes con la limosna del subsidio, para que no salieran a linchar a los corsarios de la City.
El enigma del dólar no pasa como nos quieren hacer creer por ninguna valija. Ni menos por una suma opinable pero declarada. Respetemos las leyes de las proporciones. Porque cada verano Punta del Este está colmada de argentinos que seguramente en los sondeos son quienes más heridos se sienten por que otros compran dólares. Toman sol, apuestan en el Conrad cuatro millones diarios, y hablan de ética cambiaria. Cada temporada se derraman allá más de mil millones de dólares argentinos. Los uruguayos son nuestros hermanos, pero no los devuelven.
Carta leìda el 4 de febrero de 2010 por Radio del Plata
miércoles, 3 de febrero de 2010
No hay forma de medir el grado de idiotez
No se sabe de nada que mida cuán idiota es cada uno. Dando por sentado que la idiotez es natural a todo el género humano. Por lo cual un idiota está capacitado para opinar sobre otros idiotas sin saber que se incluye. Porque se puede ser consciente de la propia idiotez o se puede ser ajeno.
El idiota consciente es como el cornudo ídem: forma parte de la idiotez como damnificado. El que ignora su ser idiota no sufre el ignorar que lo es, pero padece que los demás sí sepan que es idiota. Y no hay que atribuirle la suma idiotez a ciertos especímenes que pasan por la pantalla con o sin tatuaje, con o sin culo plástico, con o sin cancelación de cerebro.
Hay un axioma popular italiano que dice: “La madre de los estúpidos siempre está preñada”. No hay anticonceptivos que se lo impidan. Si nos guiáramos por el censo poblacional los chinos con 1.400 millones de habitantes deberían de estar en la cima. Aunque quizás un país de poca densidad de población puede tener más intensidad de idiotez. O al revés: un partido político de izquierda trunca, de escasos militantes, puede potenciarles el don.
Hay quienes creen que la producción de pensamientos no va a la par que el crecimiento demográfico. Tampoco va a la par de la prosperidad. Pocos saben la historia de la estupidez en el planeta tierra. Se las voy a contar desde mi porcentaje de idiotez, que aún no he medido pero que sospecho es vasta.
Dice la leyenda que ningún ángel hace dos cosas al mismo tiempo. Por lo cual un ángel llevaba un jarro lleno de almas inteligentes, mientras el otro llevaba un jarro lleno de almas idiotas.
El ángel del jarro de almas idiotas tropezó con una nube y derramó su contenido sobre la tierra. Nosotros somos el resultado y no nos damos por enterado porque tanto el Papa, Bill Gates, Bin Laden, todos los premios Nobel de Ciencia y todos los humanos desde los lapones a los bosquimanos, pasando por la Sorbona y por Oxford, vivimos nuestra idiotez como si fuese nuestra naturaleza estándar y no consecuencia del tarro de almas derramado.
Desde ya que se trata de un cuento de estúpidos para estúpidos, así que quien se crea exento de este don universal que siga persistiendo en su fantasía, que es gratis y que es una forma de esconderse para no verse.
El libro sobre la estupidez de Ponte de Pino, releído en el subte con el calor, me ratifica la pertenencia a la corporación de los idiotas. El autor está inscripto y eso lo hace creíble.
Y Buda no creo se exceptúe. Aunque Buda también sabía mucho de la estupidez. Su primo Nanda era un discípulo tan idiota que cuando el maestro producía un milagro, Nanda decía que no entendía. Entonces Buda le explicaba el milagro una y otra vez. Pero si de pronto ante un milagro Nanda decía que esta vez había entendido enseguida, entonces Buda le decía, justamente esta vez no has entendido nada de nada. Nanda me hace acordar, no me hagan decirles a quién. Nanda somos todos.
Carta leida por Orlando Barone el 3 de febrero por Radio del Plata
El idiota consciente es como el cornudo ídem: forma parte de la idiotez como damnificado. El que ignora su ser idiota no sufre el ignorar que lo es, pero padece que los demás sí sepan que es idiota. Y no hay que atribuirle la suma idiotez a ciertos especímenes que pasan por la pantalla con o sin tatuaje, con o sin culo plástico, con o sin cancelación de cerebro.
Hay un axioma popular italiano que dice: “La madre de los estúpidos siempre está preñada”. No hay anticonceptivos que se lo impidan. Si nos guiáramos por el censo poblacional los chinos con 1.400 millones de habitantes deberían de estar en la cima. Aunque quizás un país de poca densidad de población puede tener más intensidad de idiotez. O al revés: un partido político de izquierda trunca, de escasos militantes, puede potenciarles el don.
Hay quienes creen que la producción de pensamientos no va a la par que el crecimiento demográfico. Tampoco va a la par de la prosperidad. Pocos saben la historia de la estupidez en el planeta tierra. Se las voy a contar desde mi porcentaje de idiotez, que aún no he medido pero que sospecho es vasta.
Dice la leyenda que ningún ángel hace dos cosas al mismo tiempo. Por lo cual un ángel llevaba un jarro lleno de almas inteligentes, mientras el otro llevaba un jarro lleno de almas idiotas.
El ángel del jarro de almas idiotas tropezó con una nube y derramó su contenido sobre la tierra. Nosotros somos el resultado y no nos damos por enterado porque tanto el Papa, Bill Gates, Bin Laden, todos los premios Nobel de Ciencia y todos los humanos desde los lapones a los bosquimanos, pasando por la Sorbona y por Oxford, vivimos nuestra idiotez como si fuese nuestra naturaleza estándar y no consecuencia del tarro de almas derramado.
Desde ya que se trata de un cuento de estúpidos para estúpidos, así que quien se crea exento de este don universal que siga persistiendo en su fantasía, que es gratis y que es una forma de esconderse para no verse.
El libro sobre la estupidez de Ponte de Pino, releído en el subte con el calor, me ratifica la pertenencia a la corporación de los idiotas. El autor está inscripto y eso lo hace creíble.
Y Buda no creo se exceptúe. Aunque Buda también sabía mucho de la estupidez. Su primo Nanda era un discípulo tan idiota que cuando el maestro producía un milagro, Nanda decía que no entendía. Entonces Buda le explicaba el milagro una y otra vez. Pero si de pronto ante un milagro Nanda decía que esta vez había entendido enseguida, entonces Buda le decía, justamente esta vez no has entendido nada de nada. Nanda me hace acordar, no me hagan decirles a quién. Nanda somos todos.
Carta leida por Orlando Barone el 3 de febrero por Radio del Plata
martes, 2 de febrero de 2010
Los futurólogos negros traen suerte
Entre las maldiciones que desde el oráculo mediático se anuncian, figura la inflación galopante. Tema que los tienta, más que la nostalgia del celo a las gatas castradas.
Quienes predecían un verano sin consumo, sin turismo, sin electricidad y sin combustible- y fallaron las varias profecías- ahora para tratar de reivindicarse empiezan a augurar el descontrol de los precios. Desde consultoras, cámaras y corporaciones, muy interesadas en que la hecatombe se cumpla, especulan que a tamaño éxito del verano -que no se bancan y los hace retorcer de impotencia- sobrevendrán consecuencias sombrías. Otra vez la cantinela de que para comer un bife de chorizo habrá que ser rico. Otra vez las predicciones acerca de que tanto consumo no se condice con no sé que tabla de la lógica de oferta y de demanda, y otra vez a consultar a los fabricantes del Viagra para que hablen mal del chancho y no les haga competencia.
Y así se suman los heraldos negros de la profecía repartiendo maldiciones. Cuentan con la colaboración estúpida de muchos (y no pocos) heralditos útiles idiotas de los medios, repitiendo el sonsonete del infortunio que se viene. Y colaboran en la difusión de vaticinios miles de Mirtha Legrand, y de Mesas de Enlace vocacionales, adiestradas en predecir vacas y cereales que se extinguen, a la par que el presente lo disfrutan a molleja y ojo de bife.
Cómo fatigan el futuro para encontrar inminentes desastres. Apenas el Gobierno legitima índices favorables, los tergiversan o los subvierten. Y no bien mejoran el empleo y la producción y la demanda, salen los augures a escupir el asado. Cuanto más lo escupen más rico sale. Que sigan augurando y equivocándose.
Cada profecía oscura que adelantan nunca se cumple. Así que hay que celebrarlas a favor y no en contra. Lo que ellos vaticinan peor, es justamente lo que mejora.
En la antigüedad, a la diosa griega Casandra, experta en profecías, la condenaron a que siguiera profetizando pero sin acertar una. Auguraba sin sentido. Al cohete. Casandra abría la boca y era como nada. Su destino fue anticipar desastres que jamás se cumplían.
Entonces los ciudadanos griegos, ya avivados de la chantada, cada vez que les auspiciaban catástrofes esperaban prosperidades. Con el tiempo se acostumbraron a oír los malos augurios como augurios felices. Igual nosotros.
Carta leída el 2 de febrero de 2010 por Radio del Plata
Quienes predecían un verano sin consumo, sin turismo, sin electricidad y sin combustible- y fallaron las varias profecías- ahora para tratar de reivindicarse empiezan a augurar el descontrol de los precios. Desde consultoras, cámaras y corporaciones, muy interesadas en que la hecatombe se cumpla, especulan que a tamaño éxito del verano -que no se bancan y los hace retorcer de impotencia- sobrevendrán consecuencias sombrías. Otra vez la cantinela de que para comer un bife de chorizo habrá que ser rico. Otra vez las predicciones acerca de que tanto consumo no se condice con no sé que tabla de la lógica de oferta y de demanda, y otra vez a consultar a los fabricantes del Viagra para que hablen mal del chancho y no les haga competencia.
Y así se suman los heraldos negros de la profecía repartiendo maldiciones. Cuentan con la colaboración estúpida de muchos (y no pocos) heralditos útiles idiotas de los medios, repitiendo el sonsonete del infortunio que se viene. Y colaboran en la difusión de vaticinios miles de Mirtha Legrand, y de Mesas de Enlace vocacionales, adiestradas en predecir vacas y cereales que se extinguen, a la par que el presente lo disfrutan a molleja y ojo de bife.
Cómo fatigan el futuro para encontrar inminentes desastres. Apenas el Gobierno legitima índices favorables, los tergiversan o los subvierten. Y no bien mejoran el empleo y la producción y la demanda, salen los augures a escupir el asado. Cuanto más lo escupen más rico sale. Que sigan augurando y equivocándose.
Cada profecía oscura que adelantan nunca se cumple. Así que hay que celebrarlas a favor y no en contra. Lo que ellos vaticinan peor, es justamente lo que mejora.
En la antigüedad, a la diosa griega Casandra, experta en profecías, la condenaron a que siguiera profetizando pero sin acertar una. Auguraba sin sentido. Al cohete. Casandra abría la boca y era como nada. Su destino fue anticipar desastres que jamás se cumplían.
Entonces los ciudadanos griegos, ya avivados de la chantada, cada vez que les auspiciaban catástrofes esperaban prosperidades. Con el tiempo se acostumbraron a oír los malos augurios como augurios felices. Igual nosotros.
Carta leída el 2 de febrero de 2010 por Radio del Plata
lunes, 1 de febrero de 2010
La patria del hombre es su infancia
Fue Rilke, el poeta, quien lo dijo. No se pregunte si es o no cierto: es así. “La patria del hombre es su infancia”. A lo mejor muchos lo saben sin haber leído a Rilke. Pero yo me enteré el otro día en la puerta de canal 7. Tuve que atravesar tanta vida para venir a descubrirlo solo por poner la cara en la pantalla. Porque fue la televisión la que me retribuyó con ese descubrimiento. Ni mis libros ni mis crónicas han logrado el alcance terrenal y global de la tele. En la vereda, en medio de la gente que espera para entrar a ver el programa 6,7,8, un hombre mayor me detiene con una sonrisa y me dice:
-¿Vos sos Barone, el de Núñez, que vivías en la calle Juana Azurduy cerca de la estación, y tenés un hermano llamado Norberto?
-Si, y tengo una hermana Ana María, le dije, sorprendido de darle esa información a ese desconocido que había entreabierto la puerta de una calle del pasado remoto y yo no sabía para qué.
El desconocido entonces fue al grano:
-¿ A qué no sabés quien soy yo?”, me preguntó como quien está dispuesto a un sufrimiento, como quien todavía duda de su propia revelación.
Como no me gusta que nadie sufra por un olvido mío, lo miré a los ojos. Créanme que fueron apenas unos instantes - y él, si me escucha, no me dejará mentir- y en sus ojos leí su nombre:
-Pascual, le dije, vos sos Pascual, el arquero de aquel equipo de chicos, Defensores de Núñez”.
Le di de lleno en el corazón porque con los ojos ya lanzados a la nostalgia me dijo:
-¿Sabés? Hace cincuenta y seis años que no te veo. Teníamos catorce. Retrocedió más de medio siglo como quien vuelve a la casa que está a la vuelta. Pero no.
Me hizo un guiño de pertenencia:
-Mi viejo y tu viejo eran peronistas. Me dijo que miraba el programa.
Ahí empezamos a recordar: que el sombrenombre de él era “Marrapodi”, el nombre de un arquero felino de Ferro; que a mi hermano y a mi nos decían “los cebollitas”: y que en el equipo jugaban los hermanos Díaz, uno hábil y el otro un duro; que el más gambeteador era “Camacho”, un chico más pobre que todos nosotros pero que en la cancha se convertía en el más rico. Pascual era el que guardaba y cuidaba la pelota. La inflaba y la engrasaba con trozos de grasa de la carnicería del barrio. Sin él no había partido. Me apuraba ya la hora, así que le toqué los hombros sin dejar de mirarlo; hice todo el esfuerzo del mundo para verlo a él como cuando era un chico, sin resultado. Los niños nunca vuelven: se los comen los grandes. Se los comen crudos: somos los únicos seres que nos fagocitamos a nosotros mismos y sin remordimiento. A cada rato, para ilusionarme, lo nombraba como si su nombre fuera la contraseña secreta para abrir la puerta de un templo ya cerrado hace mucho. Me dijo que entrara al canal, que no me preocupara, que él tenía invitación para el programa y que iba a estar en las gradas. Y que después, al salir, me saludaba. Pero después del programa no lo vi. No lo encontré. Me quedé un rato largo en la vereda del canal, sobre Tagle, a la noche, maldiciéndome por no haber tenido la precaución de anotar su teléfono. Por momentos tuve la idea de que Pascual había sido una aparición fantástica que se había desvanecido para que la nostalgia fuese perfecta. Para que no alargáramos el recuerdo, porque entonces nos íbamos a tropezar con nosotros, ahora, cincuenta y seis años después. Y ya no tendría gracia: nosotros ya no tenemos gracia. Cómo atajaba Pascual.
Carta leída el 1 de febrero de 2010 por Radio del Plata
-¿Vos sos Barone, el de Núñez, que vivías en la calle Juana Azurduy cerca de la estación, y tenés un hermano llamado Norberto?
-Si, y tengo una hermana Ana María, le dije, sorprendido de darle esa información a ese desconocido que había entreabierto la puerta de una calle del pasado remoto y yo no sabía para qué.
El desconocido entonces fue al grano:
-¿ A qué no sabés quien soy yo?”, me preguntó como quien está dispuesto a un sufrimiento, como quien todavía duda de su propia revelación.
Como no me gusta que nadie sufra por un olvido mío, lo miré a los ojos. Créanme que fueron apenas unos instantes - y él, si me escucha, no me dejará mentir- y en sus ojos leí su nombre:
-Pascual, le dije, vos sos Pascual, el arquero de aquel equipo de chicos, Defensores de Núñez”.
Le di de lleno en el corazón porque con los ojos ya lanzados a la nostalgia me dijo:
-¿Sabés? Hace cincuenta y seis años que no te veo. Teníamos catorce. Retrocedió más de medio siglo como quien vuelve a la casa que está a la vuelta. Pero no.
Me hizo un guiño de pertenencia:
-Mi viejo y tu viejo eran peronistas. Me dijo que miraba el programa.
Ahí empezamos a recordar: que el sombrenombre de él era “Marrapodi”, el nombre de un arquero felino de Ferro; que a mi hermano y a mi nos decían “los cebollitas”: y que en el equipo jugaban los hermanos Díaz, uno hábil y el otro un duro; que el más gambeteador era “Camacho”, un chico más pobre que todos nosotros pero que en la cancha se convertía en el más rico. Pascual era el que guardaba y cuidaba la pelota. La inflaba y la engrasaba con trozos de grasa de la carnicería del barrio. Sin él no había partido. Me apuraba ya la hora, así que le toqué los hombros sin dejar de mirarlo; hice todo el esfuerzo del mundo para verlo a él como cuando era un chico, sin resultado. Los niños nunca vuelven: se los comen los grandes. Se los comen crudos: somos los únicos seres que nos fagocitamos a nosotros mismos y sin remordimiento. A cada rato, para ilusionarme, lo nombraba como si su nombre fuera la contraseña secreta para abrir la puerta de un templo ya cerrado hace mucho. Me dijo que entrara al canal, que no me preocupara, que él tenía invitación para el programa y que iba a estar en las gradas. Y que después, al salir, me saludaba. Pero después del programa no lo vi. No lo encontré. Me quedé un rato largo en la vereda del canal, sobre Tagle, a la noche, maldiciéndome por no haber tenido la precaución de anotar su teléfono. Por momentos tuve la idea de que Pascual había sido una aparición fantástica que se había desvanecido para que la nostalgia fuese perfecta. Para que no alargáramos el recuerdo, porque entonces nos íbamos a tropezar con nosotros, ahora, cincuenta y seis años después. Y ya no tendría gracia: nosotros ya no tenemos gracia. Cómo atajaba Pascual.
Carta leída el 1 de febrero de 2010 por Radio del Plata
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