jueves, 25 de agosto de 2011

¡Finíshela! Una mariposa es una mariposa

¿Saben por qué casi once millones de votantes se inclinaron por el Frente para la Victoria? Ah, no me digan que no saben. Que se pusieron a leer todas esas conjeturas y deducciones aritméticas y sociológicas que discriminan al voto como un entomólogo observa y separa las mariposas, las luciérnagas, las libélulas, las larvas y los cascarudos. Y no entendieron. ¡Finíshela” con eso: no la hagan lunga. Una mariposa es una mariposa. Uno la ve que es bella y colorida, que vuela y aletea y tiene gracia.
Qué nos importa si es un lepidóptero o si tiene espiritrompa cuando la vemos volar en un paisaje límpido. Qué nos importa si pertenece a la especie heterobathmiina o a la zeugloptera o a la glossata. No se embarullen con los análisis, disfrútenla. También el resultado de las urnas. El voto no es un teorema ni un jeroglífico que tienen que descifrar los egiptólogos. Vayamos al grano: ¿Saben por qué tantos votaron tanto al Frente para la Victoria? Porque sí. Porque se les dio la gana. Porque les cae mejor Cristina Fernández que cualesquiera de los otros. Porque les va mejor, porque son homosexuales y lesbianas y se sintieron protegidos, porque pertenecen a los pueblos originarios, porque son jubilados, porque son científicos, porque les gusta Fuerza bruta, porque son padres de familia que reciben la asignación universal por hijo y porque son peronistas, progresistas, “evitistas”, camporistas, montoneristas, setentistas etc; y porque les gustó el color azul de la boleta; o porque reconocen la fortaleza de una mujer, la de una viuda y porque el negro le sienta bien; y porque peor sería votar a los gorilas y neo grorilas y militaristas, y ruralistas, y derechistas y cualunquistas; porque sintieron y pensaron que es mejor votar al Gobierno, porque está bien así, porque el mundo está peor, porque aquí hay trabajo, porque como los grandes medios y los grandes periodistas dicen que hay que votar a otros sale natural votar a Cristina. Y si no la iba a votar entonces la voto por el plasma o por el diente nuevo que me puse. ¿Les queda alguna duda por qué tantos votaron “tanto” a Cristina? Porque se les dio la gana.
Como se ve, es fácil entender. O sentir. No hay que hacerse tantas elucubraciones ornitológicas. Una oruga es una oruga. Y una mariposa es una mariposa.



Orlando Barone. Agencia de Noticias Télam, 25 de Agosto de 2011.

martes, 16 de agosto de 2011

La alegría es la alegría


La alegría no es el júbilo; como la felicidad no es el éxtasis. Dejémosle el júbilo a lo épico y el éxtasis a los místicos. Alegrémonos sin complejos de culpa. Con alegría. Con esa simple emoción de sentirla naturalmente y de compartirla con millones de compatriotas. Alegría nomás. De coincidencia y de acierto. No borra todo lo que se desea borrar, pero lo desplaza y minimiza. Tanta difamación y tanta propagación de un relato triste que siendo mentira simulara ser verosímil, habían conseguido que la alegría se pusiera a dudar.
A plantearse si no era demasiado ingenuo sentirla. Fue un pertinaz goteo de insidias montadas sobre puntuales descensos del Gobierno en urnas limitadas pero infladas para que lucieran expansivas. Y así como el Yago de la obra de Shakespeare consigue infamar el oído de Otelo haciéndolo recelar de Desdémona, nos hicieron dudar. No ya de la Presidenta, sino del proceso de cambio que estamos viviendo. Con unas nubecitas nos impusieron un nublado relato. Para las conspiraciones tienen un largo entrenamiento. Y a veces nuestros anticuerpos se debilitan. Entonces a no pocos de nosotros- no busco eximirme- nos surgieron preguntas indignas de ciudadanos convencidos. Y en los últimos días antes del domingo 14 nos decíamos: ¿No habrá que atender con alarma todo eso que dicen los grandes medios y ciertos grandes periodistas? ¿Acaso esos líderes políticos que nos alertan de peligros y de ruinas, no estarán en lo cierto? Por algo será que los medios los consultan y entrevistan. Y por algo será que todos ellos declaman mensajes que descubren oscuridades donde nosotros vemos claridad. Y algunos empezaron a ver nubes donde no había. La duda ganó durante unas semanas la percepción de cada uno: descolocó la confianza y despertó algunos malos entendidos de familia.
Como consecuencia, toda una voluntad de alegría colectiva e individual verificada por los más reconocidos sondeos de opinión y estudios sociológicos, se desoye. El razonable sentimiento de triunfo se hace vulnerable. Las encuestas que anticipaban la alegría a lo mejor no describen el sustrato secreto de la sociedad. ¡Puta, la duda! Ya muchos de esos vulnerados deben esta haciendo acto de contrición. Se dieron cuenta que el sustrato del que se habla está arriba. No vive agazapado. Y si un par de resultados electorales en Santa Fé y en la Capital hizo cundir la zozobra y la autocrítica; y hasta impiadosos resquemores intelectuales y militantes, no fue en el sustrato fue en los medios. No se salvaron Filmus, Rossi, la Cámpora, Carta Abierta, y ni siquiera 6,7,8, de yapa.
La Presidenta en el cierre de Campaña en el teatro Coliseo no pareció estar involucrada en esas contiendas psicológicas. En esos meandros poli patológicos. Ella sabia, “sabía” , que la alegría-la real - fluye de las urnas y pone las cosas en su lugar. Al gobierno primero, arriba; y allá lejos los últimos –todos los otros- compitiendo por el resto del honor, los que aún lo preservan. Aunque les cuesta. En las urnas no hubo segundo puesto, más allá de las formalidades de la clasificación. Porque un segundo puesto exige estar cerca, ameritar ser competitivo respecto del primero. Y lo que queda es solo un pelotón de últimos que en su poquedad resumen el “no” y el hostigamiento perpetuo.
Por eso, por aquello de que “A nadie se le dio veneno en risa” -que no sé si es de Lope de Vega o Benavente o de quien sea- a los pueblos tampoco. Y como se ve, la Argentina riéndose con alegría no es envenenable. Le sobran antídotos en su memoria genética. Los envenenadores han fracasado otra vez. Si lo piensan un poco pueden mejorarse y pasan a ser sanos opositores. Para eso deben ya mismo desasociarse de los fabricantes del veneno.
La única verdad es que la alegría es la alegría.


Orlando Barone. 16 de Agosto de 2011

viernes, 12 de agosto de 2011

Estimados


Estimados:
Escribo poco en el blog porque estoy muy metido en las correciones de imprenta de mi próximo libro: “K, la letra bárbara” (Periodismo sucio y público sublevado). Tengo miedo de que no sea un acierto o de que ni siquiera justifique ser un libro. Sigo viajando periódicamente a dar charlas por el país. Sucesivamente estaré en Catamarca, La Pampa, Mar del Plata y Misiones. A esta altura empiezo a preguntarme si no me vendrían bien unos meses de contrición y silencio.
Leí con interés y curiosidad el libro “La Presidenta” de Sandra Russo. Es un relato de género, de observación psicológica, de comprensión emocional. No es un libro de historia ni periodístico: es una mirada propia-la de la Russo- que me atrajo como lector. Leí también “Soy la mierda oficialista” de Carlos Barragán. Entretenido, personal, popular, sagaz, poético y fraterno. De a ratos malévolo, para mi justificadamente. Intercala historias personales con una gracia llena de ingenio y creatividad. Ah, y terminé el libro “La muerte del héroe” de Ricardo Forster. Un alegato a favor de la sustancia de la buena palabra en estos tiempos de su banalización. Libro admirable, que exige compenetración y al menos entender el porqué pasan por sus páginas determinados pensadores y determinados pensamientos. Hoy mismo, en un contexto de lluvia y de que no hay 6,7,8 empiezo a leer los dos tomos de la historia de Norberto Galasso. El sábado a la noche iremos con amigos al teatro Cervantes a ver la obra escrita por Mario Diament: “Por amor a Lou”. La semana que viene espero estar a la noche en una mesa del restaurante Urondo( del hijo de Paco, el poeta) para compartir discusiones con Vicente Battista, Mario Goloboff, José Pablo Feinmann, Forster, Osvaldo Quiroga etc. Estuve en El Coliseo, en el cierre de Campaña de Cristina y Bodou. Ambos discursos emotivos e implacables. ¡Qué seguridad inspiran, qué buena relación política preanuncian!
El domingo voto, como cualquiera. Pero voto como Orlando Barone, sin dudar, sin traicionarme y sin pensar en el voto de los que no votan lo que yo votaré.

Chau, Orlando


jueves, 11 de agosto de 2011

Siempre hubo finales y habrá ruinas

¿Cómo supieron los más humildes vecinos de Roma que ese día de aquel año 476 a la muerte del emperador Rómulo Augústulo, también se moría el imperio romano de occidente?
Las servidoras, los esclavos, labriegos y artesanos de aquella Roma de Césares, tribunos y gladiadores, ¡vaya a saberse! de qué modo hoy inimaginable se daban por informados del acontecimiento. No había televisión, Internet ni Black Berry.
Difícilmente fueran conscientes de que estaban siendo testigos y partícipes involuntarios de un derrumbe histórico. Tampoco podían imaginarse que, muchas generaciones después, la época de la que eran protagonistas sería descripta por estudiosos y difundida en libros.
Y es probable que aquellos humildes romanos tardaran años o se fueran muriendo sin darse cuenta que habían dejado de ser envidiables ciudadanos imperiales (por más míseras vidas que tuvieran) para ir convirtiéndose en habitantes sin rango, de un nuevo mundo para ellos desconocido.
Más fácil les fue a los ciudadanos de la unión Soviética- y a los de todo el mundo- enterarse al instante de la caída del Muro de Berlín. Un muro de 45 kilómetros, que va cayéndose a maza y a pico, hace ruido. La noche de aquel 9 de noviembre de 1989 los habitantes del imperio comunista dejaron de tener ese sello. Y los alemanes empezaron a ser otra vez totalmente alemanes.
Es menos clara, hoy, la caída del imperio capitalista. No tiene una fecha precisa. Al menos hasta ahora. Aunque tiene indicios anticipatorios o como mínimo, amenazantes.
Cada noticia del paulatino desplome económico y financiero de los más grandes países, repercute entre los damnificados de modo directo o indirecto, pero confusamente. Pocos seríamos capaces de tratar de escribir en números y acertando los ceros, la cifra de 16 billones de dólares de la deuda norteamericana. Paladas de divisas y de oro- que nos asombra estén en alguna bóveda de acero, siendo que se proclama la ruina- intentan el socorro del viejo paraíso, a la par que se posterga en la zozobra a la mayoría indefensa. ¿Cae el imperio? Poco importan los buenos o los malos deseos.
Somos testigos plenamente informados del acontecimiento. Sobran sabios que opinan que la caída es inminente y sabios que opinan lo contrario. Y tantos ignorantes que escuchamos, miramos y leemos lo que pasa en el mundo sin llegar a entender o mal entendiéndolo.
Desde las pantallas comunicadores, opinadores, analistas bien trajeados y serenos- algunos arrogantes y sonrientes, todos impecables como si nada sucediera- nos van contando las minucias de la hecatombe. Humoristas y chistosos entretienen a los públicos con alusiones festivas al colapso.
Por detrás de los que relatan el marasmo, la televisión enfoca escenas de incendios, de indignados y de rebeldes de distintas ciudades, como si esas escenas correspondieran a otra realidad y a ésta que sostiene a los prósperos comentaristas del derrumbe.
En medio de esta situación los informados del colapso del mundo de clase AAA, siguen yendo al cine, comiendo en restaurantes o viajando como turistas. O más modestamente compartiendo la vida en familia. E incluso sacando un crédito a largo plazo como si la confianza en poder saldarlo no tuviera nada que ver con aquello. Tampoco por eso los enamorados dejan de hacerse promesas para toda la vida. En tanto no cesan de anunciarse por doquier los millones de dólares o de euros de cuantiosos contratos de ídolos del show o del deporte. Ahora mismo, con índices de desempleo y desahucio en ascenso, debe haber en las antesalas de cirujanos plásticos miles de pacientes dispuestas.
Si en aquella Roma del fin del imperio había ciudadanos ignorantes que seguían sus vidas como si nada, también en los Estados Unidos y en Europa, hoy más de quince siglos después, la sociedad contemporánea sigue haciendo planes para el próximo fin de semana.
Hace más de setenta años Orson Welles, desde un programa de radio anunció una falsa invasión extraterrestre a los Estados Unidos. Miles de norteamericanos aterrados salieron a las calles en bombachas y calzoncillos.
Compárese aquella broma con lo que ocurre hoy realmente. Y se verá que los humanos entramos más en pánico ante el menor indicio de supuestos invasores extraterrestres, que ante la real invasión de los saqueadores terrestres.


Orlando Barone. Para Agencia de Noticias Télam. 11 de Agosto de 2011.

viernes, 5 de agosto de 2011

Los pequeños y “El Pequeño”.


No hay forma de saber si es o no justo que a un determinado dirigente político se le esté empezando a nombrar como “El pequeño”. Depende del criterio del que le endilga el apelativo. Y también de cuáles son los modos en que se lo evalúa. Pero no se conoce que en compensación se le llame “El gigante”.
Habitualmente “pequeño” es un calificativo que señala edad, altura o tamaño. Cuando se refiere a un niño denota ternura, cuando se aplica a un error lo relativiza, cuando se lo emplea para distinguir a una persona la disminuye. Es esta última acepción la que más descalifica al destinatario.
Pequeño nace de la comparación con algo más grande, con algo que lo supera. Se advierte cómo últimamente la calificación de “pequeño” alude a un político adulto, hijo de otro que ha muerto y al que históricamente se considera más grande que tantos. O que muchos.
No hay obligación de un hijo de igualar o superar al padre si éste no es precisamente de un nivel ordinario. Tampoco de actuar de modo tan desigual que produzca como resultado la comparación que agigante más al padre y achique al hijo. Y menos aún ejercer el mismo oficio, si más que la vocación la contagia el entorno o la influencia.
Pero eso ocurre- está ocurriendo- y si un hijo malgasta la transferencia de respeto heredada obtiene consecuencias como ésa: que lo llamen “El Pequeño”. O que al apellido lo pronuncien en diminutivo.
Es injusto que sea él, uno solo-habiendo muchos con más merecimientos- quien se vea así bruloteado o aludido burlonamente. Pero es él, sin duda, quien concentra las miradas y quien, en su reciente exposición popular, se ha autoimpuesto convalidar el apellido paterno. Y además incorporar detalles, gestuales, inflexiones de la voz y posturas corporales que tienden a evocar al antecesor biológico. No conseguirlo no sería demérito, pero estar consiguiendo lo contrario es sí infortunado.
Es cierto que en el surtido de aspirantes a conseguir ser presidentes o pertenecer al grupo de liderazgo nacional, el comportamiento de cada día los va disminuyendo a todos: estrujando sin que nadie los estruje. Cuanto más grande se torna el escenario de campaña política más se advierte la amplitud del escenario. Y en la comparación esos actores interpretando grandes papeles con tan pobres instrumentos se vuelven más pequeños. Allí están mimetizándose, consustanciándose, incorporándose a cualquier operación vil que se ejerza contra cualquier protagonista del Gobierno. O de su modelo político. Y sin esperar la ponderación del tiempo o de la justicia se arrojan incitados por la agenda que les marcan, a la tarea de arrojar mierda sobre el vulnerado.
Pero en el caso del hijo de aquel padre la situación adquiere una dimensión de nostalgia; un sentimiento de penosa sorpresa. Ya hay quienes ni siquiera se sorprenden; lo que es peor aún: como si en la política la pequeñez del hijo siempre hubiera sido evidente.
No hay simpatía, campechanía, cortesía ni agradecimientos evocativos, que sirvan para agrandar el tamaño de un dirigente y candidato, que de espaldas a su pasado no para de empequeñecerse.
Lástima, “El Pequeño”.


Orlando Barone, para Agencia de Noticias Télam. 5 de Agosto de 2011.


lunes, 1 de agosto de 2011

No les gusta y no les gusta

En gustos no hay nada escrito. En la política los “no gustos” desagradan y enfurecen, porque no permite caprichos electorales por individuo. La política establece una cierta y determinada variedad de gustos colectivos o de grupos. Cuanto mayor es la grandeza de un colectivo humano más grandeza adquiere su aventura. La fiesta del Bicentenario fue un ejemplo demostrativo. En la democracia el número es importante por eso. Sería absurda e impracticable la posibilidad electoral de que cada uno tenga su propio gusto; su candidato.
Por eso el surtido está restringido; como en una heladería el de los gustos de helados. Después de las Primarias se verá cuántos pocos que alborotan como si fueran multitudes, se quedarán sin gustadores. Lo que se está dando hoy, brutalmente, es la reacción asqueada de los grandes medios dominantes y de los periodistas de esos medios- sean gráficos, audiovisuales, informáticos, o conspirativos- que coinciden en tenerle asco al kirchnerismo. No lo tragan. No les gusta. Se han brotado y los une todo lo que tenga que ver contra el kirchnerismo. Paradójicamente, por más repugnancia que los repugne hacia otros antikirchneristas, se la aguantan con tal de coincidir en el mismo sentido de repugnancia. Confluyen en su asco como si sintieran placer de sentirlo y lo transfieren a los lectores, oyentes y telespectadores. Los influyen, contagian e instigan. Y consiguen algunos resultados. Atacan desde todos los ángulos: son capaces de convertir en nublado un día de sol; de demonizar al funcionario más honrado; de culpabilizar al gobierno nacional de la muerte de un bebé que murió por causas naturales; de agitar a un pueblo para que rompa todo y después denunciar el caos y atribuírselo al Estado; ante el cálido abrazo que unió en Brasil a Dilma y a Cristina inventan que es un abrazo diplomático; o lo ignoran; y si nos comparan a Chile o a Uruguay, nos descienden con gusto; o desean, relamiéndose con la sonrisa de los tantos “Redrados” mediáticos , que si Estados Unidos acelera su crisis sería bueno que arrastrara en su caída a la Argentina. Es la oposición más irracional que haya habido en la historia. Es la más grande porque cuenta con la dominante artillería mediática heredada de las peores épocas, y que es tan poderosa que cualquier acción golpista. Actualmente los grandes medios y sus periodistas más notorios tienen una actitud destituyente, que está cínicamente sostenida por una falsa actitud constituyente. Alentados por el éxito opositor en regiones centrales, en las cuales reinan los medios y las corporaciones, se producen reacciones triunfales que pretenden abarcar el territorio. Amplifican sus éxitos porque son los dueños de los amplificadores. Día tras día, hasta octubre, la presidenta y su gobierno deberá trabajar atravesando peligrosas filas de enemigos: tapas de diarios, títulos de noticieros, editoriales y opiniones beligerantes y acusadoras. Y deberá confiar en que la realidad del país y sus habitantes logren salir a salvo de esa parafernalia incesante. No será fácil el voto: elegir el gusto de uno, si es un gusto que los grandes medios y los grandes periodistas rechazan y desprecian. Va estar en la convicción personal resistir la tentación de ser sustraído de uno mismo por la televisión, la radio la letra impresa opositoras. Es curioso, se los lee y escucha en sus diatribas y a la par que se desatan contra el gobierno simulan proyectar alegría. Sueltan globos. Cantan cumbias. Aparte de la hinchada están junto a ellos los políticos atrasados, que todavía medran con el país del 2001. Sonríen pero bufan. Y están los grandes medios que los auspician. Y que siguen manipulando la realidad con el relato negro que nos hacen del país cada día. Hasta octubre el relato será vil e increíblemente antiargentino, aunque canten el himno y repartan escarapelas. El kirchnerismo peronista no les gusta. Ni peronista ni kirchnerista. Ni “Cristinista”. Se les hará agua la boca hasta Octubre. No creo que el pueblo les dé el gusto.


Orlando Barone, para Agencia de Noticias Télam. Lunes 1 de Agosto de 2011.