viernes, 27 de mayo de 2011

Conmigo

“Conmigo o sinmigo”, dijo el antiacadémico Herminio Iglesias en una frase ya antológica. “¡Conmigo no, Barone!”, exclamó la académica Beatriz Sarlo en lugar de contestar con “¡Los genocidas no, con los hijos apropiados ni con Papel Prensa, tampoco!”
Si Graciela Camaño lo abofeteó a Kunkel abusando del género, Beatriz Sarlo me prepoteó abusando del género y de la mentira. Cuando dijo “Vos trabajaste en Extra, trabajaste en La Nación, aguantaste hasta que pudiste” está diciendo que yo no aguanté más mientras ella aguanta. ¿O disfruta? Mi participación en La Nación a partir del golpe de los chanchos sojeros fue haciéndose cada vez más discordante y en tensión con la línea del diario. Cuando me fui no hice escándalo como suelen hacer los que se dicen perseguidos pero siguen siendo caros y prósperos en el mismo sistema que los adiestra.
¡Conmigo no, Barone! Pero si no hablaba de vos Beatriz, hablaba de tantos que ya a sabiendas de quiénes son sus empleadores, y qué umbral de ignominia traspasaron, los defienden y adulan. Si te considerás incluida no es mi culpa sino del soporte que te sostiene y que te consagra parte de su mensaje.
¡Conmigo no, Barone! No es lo mismo que decir ¡Barone renunciaste a La Nación justo cuando yo entro y la represento! Yo nunca fui el escudo cultural de un barco cuyo rumbo se opone al rumbo de los náufragos.
En el diario Extra, que mencionaste menemista, yo firmé crónicas implacables contra el uno a uno cuando todos le cantaban loas y satiricé sin anestesia a personajes carnales de esa época. Cada uno es lo que es y no es lo que no es. Lo dice una vieja canción de la negritud. Y Sarlo no es Barone ni yo aspiré nunca a ser Sarlo. Prefiero estar en una remera barata que en la antipopular historia de la tribuna de doctrina.

Orlando Barone, 27 de Mayo de 2011.

viernes, 20 de mayo de 2011

El periodismo: ¿El mejor oficio del mundo?

Lo dice Gabriel García Márquez. Se puede dar ese lujo. No cualquiera puede pasarse de rosca y afirmar que el periodismo es el mejor oficio del mundo. Hasta le agregó para no quedarse corto: “el más maravilloso”. Por suerte lo absuelve el haber escrito “Cien años de soledad”. Así, en este tono, será la charla que daré mañana-sábado- a las 18.00 horas en Lanús, en la sede Municipal. Forma parte del Programa Café Cultura de la Secretaría de Cultura de La Nación. El carácter del encuentro es de intercambio de diálogos y de opiniones. Nada académico ni formal. Sino popular, actual, amigable y si es posible entretenido. No se descartan discusiones. Y menos pasiones y convicciones.
El periodismo, los periodistas, los mentirosos, los mentidos, los aparecidos, los desaparecedores, los sublevados y los cautivos serán parte del eje temático. Aunque se aceptarán digresiones surgidas del debate.
¿Cómo no esperar que se planteen preguntas acerca de 6,7,8?
Lástima que Jorge Lanata no lo ve pero lo rechaza. El programa tampoco les gusta a Caparrós, a Fernando Iglesias, a Fontevecchia ni a Sirvén. A Majul menos que a todos, pero no lo cuento porque no importa.
Si no tienen otra cosa que hacer, los espero.

Un abrazo, Orlando

miércoles, 18 de mayo de 2011

El enigma fascinante es la camarera negra


El prestigioso y poderoso francés acusado de presunto abuso y violación ya es un convicto más en Rikers Island, la cárcel de máxima seguridad de Nueva York; que es como decir que ha sido expuesto al desnudo explícito. Metáfora alusiva a la última escena que al parecer lo involucró en el hotel sin corbata ni calzoncillos. El rostro de Dominique Strauss Khann aunque conocido, ha aparecido esta vez con desmesura en la primera plana del mundo; su cuerpo doblado y traza desprolija muestran el abatimiento y el descuido de un preso insomne. El cautivo está claramente definido en un retrato, nítidamente sucio por su delito. Es natural que sobre él caigan juicios razonables y juicios de verdugos éticos y juicios ideológicos y ejecuciones al voleo de un público tentado a ajusticiar con o sin justicia.
Pero la otra parte de la trama es aún una incógnita. Sí, la camarera negra aún no tiene nombre. Figura como coprotagonista de esta obra obscena, o si se prefiere vil y dramática, pero está entre bambalinas. La musulmana de 32 años, originaria de Guinea y denunciante de haber sido vejada por el poderoso todavía no aparece. Y el público espera que aparezca porque es la parte emocional de esta historia. ¡Y por qué no decirlo? La parte estética. Hasta hoy martes 18 a la mañana nadie la ha visto. A esta altura del escándalo el valor de una imagen de su cara y su cuerpo crecen al empuje de las expectativas sanas o perversas de nosotros, la buena gente. Jaurías de periodistas y reporteros al acecho están esperando terminar de “asecharla” aunque sea con una cámara sorpresa embutida en un insterticio del clozet o del lavatorio donde ella se cepilla los dientes.
Seguramente habrían de ser dientes blancos como perlas en una boca densa de labios densos y de intenciones intensas- dicho esto con cinismo periodístico- para responder al suspenso a que incita su protagonismo, por ahora invisible. ¿Se asomará a una ventana de su refugio, se la podrá ver y captar imprevistamente en enaguas o en minifalda? Es esta una sociedad mediática donde hasta a un piojo le sería imposible ocultarse o ser ocultado, si la prensa del mundo lo busca por más espesa que sea la cabellera en la cual se escabulla. También le será difícil esconderse a una camarera por más clausura y reserva que se le impongan.
El negocio de comunicación no para nunca. Y está para satisfacer la demanda de sociedades con gran apetito de consumo de escándalos, y si estos son obscenos, sexuales, lascivos y picantes, y sus actuantes son un Señor y una plebeya, con más demanda todavía.
Así que el más fascinante enigma está en la camarera. En su autenticidad como víctima, para no conspirar con conspiraciones en las que ella sorprenda y se convierta en victimaria. Y en cómo será su salida de esta encrucijada, aparte del trámite de la Justicia. Una, la salida personal, la que solamente ella emprenderá con la dificultad de ya haber dejado de ser una camarera cualquiera. Y otra, la chance de tantos otros casos, en los cuales un damnificado , a consecuencia del daño, salta a cierta fama y a cierta repentina prosperidad devenida de esa fama. Hasta aquí la película la hegemoniza el perverso. Pero no se pierdan el final: será todo de la camarera negra.


Orlando Barone, 18 de Mayo de 2011.

jueves, 5 de mayo de 2011

Sarasa y Democracia

“Atacar a un periodista es atacar a la democracia”, fue el título de la noticia en los grandes Medios. Aunque la frase original en lugar de “ataca” decía “menoscaba”. Que quiere decir: reducir, disminuir, despreciar una cosa. No importa tanto considerar sutilezas lingüísticas, importa el concepto, porque lo dice la SIP al llegar a la Argentina. Este tradicional y poderoso club de dueños y referentes de las corporaciones mediáticas americanas nos viene a decir: “Atacar a un periodista es atacar a la democracia”. ¿Ah, sí? ¿Entonces cuando la prensa ataca a los gobiernos elegidos por sus pueblos, a quién ataca? ¿Y cuando los periodistas, la prensa, los Medios atacan la verdad difundiendo mentiras, qué están haciendo?.
Eso de que atacar a un periodista es atacar a la democracia, (y que es demagogia pura y sarasa corporativa), nos hace preguntarnos: ¿Y cuando el periodismo ataca a la democracia poniéndose del lado de los poderes económicos, quién la defiende del periodismo que la ataca?
Son frases y conceptos como aquel de la SIP- tan llenos de poder y arrogancia- los que atacan al periodismo y pretenden adueñarse de la democracia.
Los periodistas que aceptan felices a ser sobados, lisonjeados y laureados por sus patrones, acabarán atacando a los que atacan los intereses de sus patrones.
La SIP no defiende a los periodistas: defiende a sus perros guardianes más fieles. ¿No será el tiempo de que el periodismo, si es necesario, se atreva a morder la mano de sus patrones?


Orlando Barone, 5 de Mayo de 2011.

domingo, 1 de mayo de 2011

Mi otro padre


Se murió. Y sí, se murió Ernesto, mi otro padre. A sus casi cien años morir no es una sorpresa pero no es menos pena. Acaso más tranquila ya que es natural a la vida que alguna vez termina.
Me enseñó- y no significa que aprendí- a no ser ingrato, a no ceder a la frivolidad, a no escribir sin sentimiento, a no privilegiar la vigilia sino el sueño. Y a no subir un escalón más si todavía no pisé fuerte el escalón de abajo. Junto a él compartí momentos de los cuales siempre me llevé algo, y no sé si lo compensé con alguna migaja.
Es la historia la que después teje la ubicación del muerto en este o aquel lugar, o lo desvanece o lo sepulta. La historia –se sabe- es injusta e imperfecta y se cuelan en ella conspiraciones que no siempre la verdad resiste. Hay en la historia héroes que deberían ser villanos. Si por mí fuera a Ernesto lo ubicaría alto. En la literatura, en el pensamiento, en el humanismo y en la política.
De alguien que vive casi toda una vida en la misma y sencilla casa, en Santos Lugares; en el mismo barrio, junto a los mismos vecinos y a los mismos árboles y plantas; de alguien que amó a los perros y los gatos, a los pájaros, a los escarabajos mínimos y los terrones de tierra de su jardín siendo millonario de tentaciones y de rangos, no hay que dudar: hay que cerrar los ojos y entregarse.
Siempre lo vi usar durante décadas el mismo par de zapatos porque le gustaban. Es un hombre. Insisto, no “fue” un hombre sino que “es”. Porque deja su molde entre nosotros.
No hace falta ser culto ni erudito –pero hace falta ser justo- para darse cuenta que era excepcional como es excepcional en la fauna un ejemplar que aún arriesgándose y exponiéndose, y sin traicionarse, inscribe su marca entre muchas. Su récord de supervivencia no es un dato menor: “voy a vivir hasta los cien años. Tengo sangre albanesa”, decía cuando ya tenía ochenta. Le faltaron dos meses para cumplir el siglo y nadie podrá decir que no culminó su proeza etárea.
Cuando con Borges estuvieron uno frente al otro en 1974, estando yo allí como testimonio, sé de su conciencia del genio del otro, sé de su comprensión de las diferencias vitales que les concernían y de cómo prefirió superarlas para acentuar las coincidencias. En tanto tiempo transcurrido se le murieron su mujer y un hijo; se le murieron perros y plantas y vecinos del barrio. La larga vejez deja en solitario porque los de su generación se mueren antes. Era fuerte como una fibra vegetal y tierno como un campesino sin hectáreas. Alcanzó la hazaña sin igual de cruzarse de las altas matemáticas a la alta estética literaria.
Escribió ficciones y ensayos, tangos, poemas, cuentos, testimonios y crónicas. Fue fotógrafo y pintor, actor y jardinero. Le resultó natural ser un hombre. Lo único que no fue es mediocre.



Orlando Barone, 1 de mayo de 2011.

* Texto publicado por la Agencia de Noticias Télam.