viernes, 28 de agosto de 2009

No toquen nada

Por qué no esperan a que lleguemos nosotros. Por qué se apuran a madrugarnos sin esperar a que nos despertemos del sueño. No toquen nada totalitarios. No sean malos. No nos amarguen la embriaguez de los votos de hace dos meses. Todavía estamos festejando. Cálmense. No imiten a Chávez ni a Fidel Castro ni a esos dictadores que clausuran la libertad de prensa. Jueguen el partido que nosotros queremos. No cambien de táctica a cada rato. ¡Esperen! Para qué tanto apuro en una nueva Ley de radiodifusión. Respeten a los grandes medios. Que hasta ahora se portaron muy bien con nosotros los opositores. Y con el Campo. Y hasta hace poco el fútbol por televisión era un modelo de transmisión democrática paga. No clausuren nuestra libertad de mentir, de injuriar, de manipular, de confrontar y de negar. Si los opositores no negamos no somos. Dejen esa maldita Ley para el futuro. Para cuando decidamos qué hacer y qué no hacer, y sobre todo no hacer. Si hasta hoy se vivió lo más bien en esta condición. Y déjense de repartir más la libertad de prensa entre minoristas y chiringuitos que no podràn nunca compararse a estos grupos multifacéticos y poderosos. Ya mismo los de la oposición estamos reclamándole al mundo que lo que están haciendo es un ultraje democrático a la patria. El mundo tiene que enterarse y darse cuenta del peligro que acecha a la Argentina con este Gobierno. Ya mismo le avisamos a la CNN y a Andrés Oppenheimer. Y no nos tenemos que olvidar de los dos Vargas Llosa y de Pilar Rahola, para que salgan a decir que en la Argentina nos amenazan. Que la Ley de radiofonía es montonera y comunista como diría Cappusotto. Este Gobierno siempre nos engaña. Cuando parece que se cae se levanta , y con más ganas. Le mojamos la oreja y nos escupe en las dos. Así no vale. Nuestra oposición sistemática no se merece que el Gobierno reaccione como si no hubiera sido erosionado tan largamente. ¿Y todo el esfuerzo desplegado desde las tapas de los grandes diarios y de los grandes noticieros, y desde la catedral y desde los silos y desde el caceroleo, fue al cohete? Desde que asumió esta presidenta estamos trabajando a destajo para completar el proceso de desguace. No somos destituyentes: queremos que el gobierno termine su mandato. Bueno: no queremos pero lo decimos para no descubrirnos. Pero queremos que termine agonizante, y con respiración asistida con máscara. No es justo que últimamente no pase un día sin que nos provoque con algo nuevo. Hasta parece reanimado. Este gobierno se droga por eso despenaliza el consumo privado. Para qué sigue haciendo cosas si ninguna nos va a gustar. Se las vamos a rechazar todas. Vamos a repetir “no” tantas veces, que al final terminaremos solo moviendo de un lado a otro la cabeza. No toquen nada, totalitarios. Dejen nuestros medios en paz. Y vuélvanse a la derrota de donde nunca deberían haber salido.


Carta abierta leída por Orlando Barone el día 28 de Agosto de 2009 en Radio del Plata.

jueves, 27 de agosto de 2009

La política es más divisible que el átomo

¿Hasta cuántos partidos, coaliciones, sociedades y alianzas será capaz de resistir el sistema político argentino? Ya es arduo memorizar los nombres o siglas que aparecen y desaparecen. Periodistas entrenados se sienten vacilantes para identificarlo, ante un diputado, senador o intendente cuya carrera zigzagueante y ubicua fue mutando. O quien pudo haber sido K ahora es “Ese” de soja o va saltándose el abecedario entero. O vuelve a la K con la frente marchita. Nada hay que no pueda dividirse. Incluso hasta el infinito. El peronismo, el radicalismo, el socialismo, el coservadurismo y todos los ismos están por conseguirlo. Más de un político divisible debe tener miedo cuando lo entrevistan de equivocarse al nombrar el partido que representa y nombrarlo por error al que ya no pertenece. En la física nuclear está la ya célebre división del átomo que antiguamente se creía indivisible. Más fácilmente divisibles son los países, las herencias, los matrimonios o los pensamientos. Nada hay que no pueda dividirse. En la política argentina la división permite que se dividan hasta alianzas de sólo dos miembros . Dos diputados o dos senadores por ejemplo. Así se dividieron Reutemann y Latorre. Y acaba de dividirse lo que quedaba del bloque del Frente para la Victoria de la ciudad de Buenos Aires. Diego Kravets y varios de sus aliados se van del bloque y arman uno propio. En la legislatura hay tantas divisiones y subdivisiones como en uno de esos edificios poblados por “Ocupas” que dividen un cuarto según la cantidad de inquilinos hasta que llegan al tope y hay más inquilinos que cuarto. A este ritmo en nuestra política podría llegar a suceder que un día el único representante de un monobloque decida dividirse de si mismo. Y tenga una ideología en el parietal derecho y en el izquierdo tenga otra, y las dos en la misma cabeza. De seguir la tendencia cada legislador o candidato va a tener que llevar adjunto un catálogo con un manual de explicaciones acerca de su procedencia o de su origen. Antes era fácil decirse peronista o radical. O anarquista o comunista. Es lògico suponer que nosotros y nuestra sociedad, sin saberlo o sabièndolo, también estemos dividiéndonos y subdividièndonos como el genoma humano, compuesto por más de tres millones de nucleótidos. Pero lo que logra la ciencia, Elisa Carrió no puede lograrlo. Imposible juntar los fragmentos de su conglomerado, porque los conglomerados son como las avalanchas: únicamente sirven para armar desparramo, no para armar un proyecto. Corremos el riesgo de convertirnos en trizas acéfalas de memoria. Y a que cada uno aspire a marchar en un monociclo para evitar ir en colectivo y no tener que amontonarse con gente desconocida y desagradable. Y no es como uno. El único colectivo de masas que colmamos felices es el del rating.


Carta abierta leída por Orlando Barone el 27 de Agosto de 2009 en Radio del Plata.

MACDONALD'S de Manuel Vilas

Estoy en el MacDonald's de la Plaza de España de Zaragoza,
haciendo la cola gigantesca,
con los ojos clavados en los carteles de los precios,
el dinero justo en la mano derecha,
billetes arrugados.

Estoy ahora en el piso subterráneo, arriba fue imposible.
Estoy sentado al lado de un niño negro que tiene en su mano
una patata amarilla untada de ketchup muy rojo:
Santísima bandera del otro mundo, el niño negro que resplandece,
mi hermano ciego.
El niño está solo, no bebe,
no le llega para la Cocacola, sólo patatas.
Sólo patatas, sólo patatas, esa desgracia,
esa soledad idéntica a la mía,
¿no lo entiendes?, sólo le llega para las patatas,
y está sentado, quieto,
en su trono, la negritud y el niño,
en el trono, allá, allá, en ese trono radiante.

MacDonald's siempre está lleno.
Es el mejor restaurante de Zaragoza,
una alegría despedazada nos despedaza el corazón:
Por tres euros te llenan de cajas, de vasos de plástico, de bolsas,
de pajitas, de bandejas.
Es el mejor restaurante del mundo. Es un restaurante comunista.
Rumanos, negros, chilenos, polacos, cubanos, yo mismo,
aquí estamos, abajo, al lado de un muñeco,
al lado de un cartel que dice "I'm lovin' it". Tengo una bota encima de un charco
de un helado de nata deshecho. Miro la nata comerse el tacón de mi bota.
Una nata blanca, despedazada.
Arde el sol sin tiempo, bulle la mano sucia.

A mi lado, una niña de veinte años le dice a un tío de diecisiete
que no le importaría hacérselo con él. Con él, con él, un eco negro.
Y ríen y tragan patatas fritas.
Y yo trago patatas fritas.
Y dos maricas enfrente comiéndose la misma hamburguesa goteante,
cada boca en un extremo, y se manchan y se muerden.
Y tragan patatas fritas. Y se besan. Y se tocan. Y se despedazan.

En Londres, en París, en Buenos Aires,
en Moscú, en Tokio,
en Ciudad del Cabo, en Tucson, en Praga,
en Pekín, en Gijón,
somos millones, la tarde harapienta,
el dolor en el cerebro, la comida,
millones en miles de subterráneos esparcidos
por la gran tierra de los hombres.

Estoy en paz aquí con todo: barata la carne, barata la vida, baratas las patatas.
Me siento Lenin. Soy Lenin, el marica inusitado,
el gran hereje, el loco supremo,
el hijo de la última mano miserable que tocó
el monstruoso corazón del cielo.
Si Lenin volviera, MacDonald's sería el sitio,
el palacio sin luna,
el gueto de las reuniones clandestinas.

Algo importante está sucediendo
en este subterráneo del MacDonald's
de la Plaza de España de Zaragoza, pero no sé qué es. No lo sé.
De un momento a otro, vamos a arañar la felicidad:
el niño negro, los novios, el muñeco, la nata del suelo, mis botas.
Botas nuevas, de piel brillante, con la punta afilada en señal de muerte.
En MacDonald's, allí, allí estamos.
Carne abundante por tres euros.


Poema de Manuel Vilas en Resurrección (Visor, Madrid.2005)

martes, 25 de agosto de 2009

*Una candidatura pasada por el dorso*

Nadie sabe cómo se puede meter una candidatura en el culo con tanto énfasis. No parece fácil. Porque una candidatura presidencial a dos años de distancia es una entelequia. Un humo. Aunque en la Argentina hay tantos que aspiran a ser candidatos presidenciales que tratándose de aspirantes poco ligados al heroísmo, podría pensarse que el puesto a conquistar- el de ser presidente- es más tentador y apetecible que todo lo espantoso que de él se cuenta. Es probable que el culo al que Reutemann se refirió, desengañado por el adulterio político sufrido por parte de Roxana Latorre, es uno small. De tamaño menor al objeto a meterse. Para que así la desproporción produzca algún tipo de retorcimiento. Un culo grande no tendría gracia porque allí cabría todo cómodamente. Carlos Reutemann, hasta hace poco un neopolítico de discurso ambiguo, o líquido, o ignífugo, no coincide con este de lenguaje feroz y escatológico. Algo en él debe de estar cambiando sea por efecto del tiempo, de la letra K, de los Duhalde, o de los mercados de la soja, que sigue aumentando, y a medida que aumenta de precio brota la calentura en los favorecidos. Es que en este rebeldismo a pagar tributos públicos hay un comprensible estado psicológico de emoción inestable: porque mientras chinos e indios les muestran el señuelo del vellocino de oro, saben que con el actual Gobierno tienen que repartirlo. Y se debaten entre reventar sin el vellocino o reventar porque no se quedan con todo. Revientan de ambos lados. En las leyendas antiguas el vellocino es una piel de carnero de oro que atraía a los ambiciosos que solían morir por ir a buscarlo. Cómo no comprender el trance de ansiedad de los sojeros: hoy quieren esto, mañana no lo quieren; pasado quieren lo otro y ya antes de pedirlo tienen otro pedido más grande. No hay leyes ni Parlamento popular que los provea. Ni hay subsidio, crédito blando ni pampa húmeda que los sacie. No es que quieran que el campo sea una parte del todo, sino que el campo sea el todo. Reutemann es un líder de ese fenómeno, que es menos agrario que psíquico, y como tal reacciona enfurecido si lo quieren “desojerizar” contra natura. Lo raro en Lole es este lenguaje poco conservador e inapropiado; aunque el escándalo tuvo una resonancia ventajosa- y como le gusta a él- no le costó un centavo. Tuvo más divulgación que si se hubiera atrevido a un pensamiento. Después de todo, su coterráneo el humorista Fontanarrosa consagró en la Real Academia a las buenas, malas palabras. Por contagio Reutemann las adopta. Y les recomienda a los presuntos conspiradores, meterse la candidatura- la suya- en la parte del bajo dorso. También llamado trasero, nalgatorio o asentaderas. Lo dijo enfatizando “requetecontrametan”. El dilema sería que si le hicieran caso y si los receptores se metieran la candidatura en el medio, bien adentro, después por más que Reutemann se arrepintiera ya no podría recuperarla. Porque como dice el refrán: “lo que sale por atrás es porque ya no sirve”.


Carta abierta leída el 25 de Agosto de 2009 en Radio del Plata.

lunes, 24 de agosto de 2009

*La pelota no para nunca*

No hace falta sentarse ante el televisor a ver todos los partidos de 
fútbol y la repetición de todos los goles. También se pueden ver
otros
programas. O dejar de mirar el televisor y aunque sea de vez
en cuando
mirar a alguno de la familia. Al perro o al gato que siempre
un mimo
necesitan. Y no estaría mal apagar el televisor y mirarse a
si mismo, lo
que requiere bastante tolerancia y misericordia.
No. No hay necesidad de
indigestarse de fútbol por televisión para
aprovechar la oferta: se
corren serios riesgos de malversación visual
y espiritual. Lo del
espíritu es un chiste porque a nadie se le ocurre que
todavía hay
esperanzas de recuperarlo. Debe de haber fanáticos
capacesde ver por
repetición entre la tarde del sábado y la
noche del domingo más de
doscientos treinta goles.
Algunos en cámara lenta. Si se losmultiplica
por los goles que se les
aparecen en los sueños suman millares.Es un
exceso: porque hay
otrosmodos de entretenimiento. No me hagan
recomendarlos:
algunos son tan obvios como recomendar hacer elamor
o
leer un libro. Ambas actividades más habladas que
ejercidas.Pero la
demagogia es la tendencia de época impuesta
desde los comensales de la
mesa gourmet para reclamar por la
mesa del hambre, sin por eso perder el
apetito.
Ultimamente todos quieren repartir salarios y subsidios por
doquier
como si fueran comunistas de 1917, pero con el pensamiento
cautivo
de la economía de mercado y sin bajarse del auto ni de del
charter
a la pista de esquí. A la distribución equitativa se le teme
porque es una
aventura ideológica; por eso prefieren la caridad: que es
una
resignación compasiva y caprichosa que depende del estado de
ánimo
del caritativo. Quiero decir que el fútbol no es todo.
Que hay vida más
allá de la pelota.

Ya van a ver cómo empiezan a reproducirse los “contras”.

Sí, los que para contrarrestar el efecto del fútbol estatal y por
alcahuetería histórica al instrumento de viento de metal de sonido
estridente, van a empezar a encontrar defectos de transmisión y de
emisión. /“¡Qué se va a comparar! Si con los privados el fútbol se veía
mejor”./ Rezongarán con lágrimas y conjuntivitis en los ojos. Y hasta
van a descubrir que a los jugadores los presiona el populismo y cada vez
que tocan la pelota miran de reojo hacia el balcón de la Casa rosada. Lo
que nadie debería atreverse a decir es que el fútbol es el opio de los
pueblos. Porque peor opio y narcótico que el fútbol es ver desde hace
mucho por la televisión en cadena tragedias mayoristas.
Y ver una y otra
vez durante una semana un piquete que solo duró
diez minutos y con los
gritos intensificados con efectos sonoros; y ver
cómo nos pasan una y
otra vez al feroz, al malvado dictador Chávez
siempre cometiendo
injusticias contra los justos y que no se sabe
porque mierda los
venezolanos lo votan siendo tan malo;
y ver pasar una y otra vez el
aumento del desempleo argentino,
diciendo que si hasta el Indec lo
confiesa es porque aquí debe de
haber más desempleados que en el
desierto de Sahara donde los
únicos que tienen empleo son los camellos.
Los “contras”, son
especialistas en anunciar granizo cuando lo que cae
es rocío
mientras ellos están bajo techo; y capaces de criticar hasta la

forma en que cae el agua de las cataratas del Iguazú del lado
argentino;
mientras proclaman extasiados que del lado
brasileño caen que es una
maravilla.
Tambièn van a decir que todo esto del fútbol se hace para que

mientras el pueblo se embota de goles, detrás del televisor los de
arriba lo roban. /Y siga, y siga,/ el fútbol. Un instrumento musical
de
viento no le gana a la libertad de la pelota.


Carta abierta leída el 24 de Agosto de 2009 en Radio del Plata.

jueves, 20 de agosto de 2009

La Justicia humana no es la Divina


Desde que se nace se sabe que la vida es injusta. Y que el comportamiento humano la hace todavía más injusta. La sociedad dándose cuenta se organiza de modo de tratar de resolver la injusticia de la vida. Esa que se origina desde el huevo que la gesta. Entonces inventa y
consagra leyes e instituciones jurídicas que puedan prestar ese servicio de reparación y justicia. Pero los servidores más probos, más legítimos y más justos son naturalmente humanos, y están lejos de impartir la justicia divina. Y toda justicia no Divina, no superior, comparada con ella es injusta. Sin embargo cuando una injusticia juega a favor de nosotros consideramos que es justa Se sabe que los curas no son Dios y que los jueces no son la justicia.
El tribunal que dictó el fallo de Cromañón es humano, no divino. No era lógico esperar una actuación ajena a esa modesta condición terrestre. No hay que salir a matar a nadie por eso; vivar el fallo como un triunfo deportivo o negarlo con violencia son un abuso anímico y un exceso
democrático. Estén donde estén, aquellos muertos, merecerían seguir viendo a sus deudos no vulnerados ni alterada su dignidad por culpa del infortunio que los hiere. Así son las reglas de juego, que no siempre los jugadores cumplen. Entre esas reglas están el designio divino, el azar del destino y la casualidad y causalidad de un tribunal humano. Y no es fuera del él que se pueda determinar una justicia que la reemplace, y menos que la supere. Hubo un poeta antiguo, Metastasio que decía que si la justicia empleara todo su esfuerzo, la tierra quedaría desierta. Y más atrás en la Antigua Roma un ex esclavo latino decía que “la absolución de un culpable es la condena del juez”. Pero sino es el juez ¿quien determina al culpable? A veces tras el reclamo de justicia lo que se exige es que nos den la razón. No que den la razón sino la nuestra.
Una sentencia no administra emociones, solo define el final de la historia.


Carta abierta leída el 20 de Agosto de 2009 en Radio del Plata.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Los “chorros” vienen espesos

“Chorro”-no el de agua- es calificativo. La palabra que nombra al ladrón sin eufemismos. “Chorro” le dijo la diputada Patricia Bullrich al sindicalista Julio Piumato en el programa “A fuego lento”. Piumato fue a la justicia acusándola por injuria y Bullrich se abstiene de comparecer amparada en sus fueros legislativos.
Últimamente en política a las palabras las carga el diablo. Digamos un diablo burdo, ramplón. Lo que hace dudar que la carga sea justa o verosímil. Aunque tampoco la inhibe de poder ser cierta. Porque a veces el diablo ramplón es más creíble que un santurrón mentiroso. A la sociedad que oye y lee, le atrae la palabra injuriosa porque es más entretenida y escandalosa que la palabra decente y frontal. Hay palabras que calientan y otras que ni fu ni fa. Pega más puta que casta, siempre. Por eso cada vez más nos alimentamos de lecturas y sonidos cargados de agravios, injurias y afrentas que otros se propinan a troche y moche para distraernos, enfurecernos, dañarnos o estafarnos. Los medios no están exentos del contagio y el público menos. Así asistimos a continuos enfrentamientos donde chorro, corrupto, tramposo, delincuente, mentiroso, mafioso, etc forman el diccionario que los insultadores de distintos rubros propagan y se propagan entre si a través de los medios.
El rubro de los políticos es el que más vocación siente por el denuesto y por la diatriba.
Es como si se reconocieran a si mismos merecedores de los insultos, aunque después los sorprende que las sociedades crean lo que les escuchan decirse o escribirse, o pensarse entre ellos. En la antigua cultura de los Dogon se distingue la palabra “seca” de la palabra “húmeda”. La seca es la palabra de la creación, la no pronunciada, la inconsciente. La húmeda es la que se expresa y se escucha; la palabra dada. La metáfora dice que es el esperma que se expande en la oreja como una simiente. La oreja de Piumato no resistió el “insulto- esperma” que aunque partió de una mujer de rango- la Bullrich- involucra al lenguaje plebeyo y al lunfardo. No me gustan los políticos insultadores que insultan todo el tiempo. Me atraen más los que refutan razones, los que usan la sátira, los que dejan al otro aturdido y sin encontrar respuesta. Los que inspiran en la sociedad el pensamiento, no el instinto de tomar partido al voleo. A priori Piumato no es “chorro” ni Patricia Bullrich es “chorra”, ni todas esas chorradas que se dicen sean más que chorros de sonidos llenos de sonido y de furia pero no de certezas. Es demasiado fácil hacer catarsis por la boca. También me hubiera gustado que la diputada enfrentara el desafío de enfrentarse judicialmente al ofendido. Que se bajara de la banca al suelo desde donde le dijo “chorro” a su colega. Para una mujer , despojarse de la defensa del fuero hubiera sido una evidencia más de su seguridad de género. A lo mejor no hay que dramatizar. Porque entre vergüenzas líquidas no hay ofensa que ofenda. A lo mejor no hay que dramatizar.Porque en un clima de verguenzas políticas distraídas, hay ofensas ya inofensivas.


Carta abierta leída el 19 de Agosto de 2009 en Radio del Plata.

lunes, 17 de agosto de 2009

El recital de “Callejeros”y la desgracia inolvidable

La noticia nos cuenta que el grupo de música “Callejeros” actuó en la ciudad de Olavarría a pocos días del dictamen de la Justicia por el caso Cromañon. La noticia dice que miles de asistentes, en su mayor parte jovenes, agotaron las entradas mucho antes del recital. Ya había habido en otras ciudades, varias presentaciones del grupo posteriores al desastre. ¿ Pero por qué producir esta actuación en vísperas del inminente fallo por aquella tragedia? ¿ Y por qué no? O por qué el grupo no fue disuelto y su nombre enterrado o desvanecido. El tiempo transcurrido y la damnificación pública que los involucrados han sufrido es ya una forma de condena previa. Ninguno de los tocados, aunque sea de refilón, por las esquirlas de ese duelo colectivo sale indemne aunque siga vivo. Pero el interrogante acusatorio persiste: ¿ Acaso la banda no debía haberse abstenido de actuar por respeto a los familiares y deudos? ¿No fue un despropósito ofrecer un recital exitoso? También se podría pensar que fue parte de la lógica de la juventud y de la vida. Y que a los músicos los justifica el fervor de los asistentes que se afanaron por ir a verlos y escucharlos. La de Cromañon fue una de esas tragedias de tanta congoja popular que trascienden a su época. No se trata de un atentando o de una matanza de índole política o militar sino de uno de esos infortunios excepcionales cuyos resplandores negros enlutan a la sociedad por contagio geométrico y los tornan inolvidables por mucho tiempo.
El siniestro de Cromañon es el que más discusiones, debates y catarsis individuales ha producido entre nosotros. Durante todo este tiempo se fueron amontonando desde culpas personales a culpas del poder público; desde agresiones, escándalos y versiones técnicas y verosímiles, a versiones emocionales inverosímiles y disparatadas. Hay pulsiones de culpamientos y de exculpamientos enfrentadas.
Y no se sabe cómo cerrará el jurado este largo desconsuelo. Pero sí, se intuye, que será casi imposible para la Justicia hacer que la justicia sea aceptada por todos. Porque para que eso pasara la muerte no debería haber dañado sin chances de reparación el corazón de quienes amaban a las víctimas. Y no deberían haber existido el local de Cromañón ni aquella noche del 30 de diciembre de 2004. Ni tampoco deberían haber existido el empresario que regenteaba el local, ni la banda de rock que tocaba, ni los jóvenes apasionados, ni las bengalas, ni el material inflamable y tóxico, ni las autoridades que descuidaron el control, ni la burocracia, ni cada una de las causas previsibles, imprevisibles, invisibles, inimaginables y astrológicas que convergieron para producir ese efecto mortal inolvidable. Cada uno de nosotros tiene su sentimiento personal o su visión intelectual acerca de eso. Últimamente siento que todos allí son inocentes. Porque contra el poder de las tinieblas no hay puertas de emergencias que valgan.


Carta abierta leída el 17 de Agosto de 2009 en Radio del Plata.

jueves, 13 de agosto de 2009

Vademécum del “contra”

Hay que estar en contra del diálogo, en contra de que no haya diálogo y en contra de que el Gobierno no obedezca; en contra de que el fútbol se televise abiertamente con el aporte del Estado y en contra de que vaya a haber tanto fútbol que la gente deje de leer a Borges y a Shakepeare; hay que estar en contra de que Aerolíneas pierda plata, en contra de que se prorrogue la delegación de poderes, en contra de que no se quiten las retenciones; en contra de que Venezuela le compre mil millones de alimentos y de industria pesada a la argentina, en contra de que la empresa Siemmens desista de hacer un juicio demandando al Estado y en contra de que se cante la marcha peronista en actos de gobierno; hay que estar en contra de que la presidenta siga perdiendo tiempo con Honduras; en contra de que se siga persiguiendo y condenando a los militares del setenta; en contra de que no haya libertad y los periodistas ni los oyentes pueden decir lo que se les cante y lo que no se les cante; en contra de que el Indec no funcione como queremos nosotros que funcione, ni con la complicidad de los académicos; y en contra de las máquinas de boletos electrónicas porque son mejores las monedas; hay que estar encontra de que hayan dado marcha atrás en las tarifas porque lo hacen para que no estemos en contra; y hay que estar en contra de que se dé educación sexual en los colegios, en contra de la gripe A, en contra del dengue, y en contra de que se descubra tanta efedrina junta; hay que estar en contra de que se les aumente tanto a los porteros; en contra de que suban los impuestos en los countries, en contra de que ahora suban de precio las prepagas, los garages y los paseadores de perros y en contra de que le hayan dado el premio de cine al peronista Leonardo Favio: No sé de cuántas cosas más hay que estar en contra, pero hay que estar en contra de quienes están a favor.


Carta abierta leída el 13 de Agosto de 2009 en Radio del Plata.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Canto lírico a los chanchos chinos

Gracias chinos por criar
chanchos que comen
soja de la pampa húmeda argentina
Gracias chanchos chinos
que comen como chanchos
Y porque así aumenta
el precio de la soja, y crece
la caja privada de los sojeros
Y la de los accionistas sojófilos
más adictos a la soja que
al aire que respiran
Y porque el Estado cobra
retenciones públicas
que si no irían a la caja privada
y a pagar los costes extras
de las amantes caras
de los chacareros sojistas.
Gracias porque gracias a la soja
que comen los chanchos
Chinos, también aquí
engordan como chanchos
los cosechadores, los arrendatarios
y los contempladores de soja
que se echan bajo el ombú
a ver como crece.

Y porque gracias a la soja
sana o envenenada,
con humo de pastizalo con ingredientes
a los que Jacques Russeau
condenaría al ostracismo químico,
aunque sea de yapa
hace engordar la economía
indemnizando mínimamente
el daño que le infringe a la tierra y
a los recursos naturales
y que alguien pagará
algún día.
Gracias chinos por criar chanchos
que comen soja argentina.
Y por desnudar nuestra idiosincracia
gaucha y gringa,
nuestra solidaridad social,
y nuestra unidad política .
Gracias soja por “sojarizarnos”
y hacernos partícipes voluntarios
o involuntarios
de una chanchada inmerecida
e histórica.
Si no fuera por la soja, por los chinos
y sus chanchos
no nos hubiéramos llegado
a conocer tanto.


Carta abierta leída el 12 de Agosto de 2009 en Radio del Plata.

martes, 11 de agosto de 2009

El vestuario de los pueblos y el protocolo blanco

Cuando en 1982 Gabriel García Márquez recibió el Premio Nobel ante los reyes de Suecia vistió una tradicional guayabera de lino blanca, de Yucatán, en contraste con el estilo de la ceremonia en que todos lucen inexorablemente de gala. Y en su primera reunión bilateral los presidentes de México, Felipe Calderón, y de Cuba, Raúl Castro, vistieron esa etérea prenda caribeña de botones de nácar. Nelson Mandela antes como presidente de Sudáfrica y ahora retirado, nunca deja de lucir finas camisas africanas sueltas de colores arcillosos, y sin saco, diseñadas por el burkinense Pathe O, entre otros artistas del continente negro. También mujeres líderes como la premio Nobel de la Paz, Wangari Maathai o la presidenta de Liberia Johnson-Sileaf son fieles al vestuario del bubú haciendo juego con el pañuelo anudado en la cabeza. Igual sucede con Rigoberta Menchú fiel al atuendo de su cultura precolombina. Está el caso de Hamil Karsai, líder de Afganistán, uno de los países más pobres de la Tierra, elogiado por la prensa europea por su exótica elegancia. La capa chapan a rayas, de seda verde y el sombrero karakul gris de piel de oveja que lució ante Bush en 2002 fueron motivo de ironías. Es ya natural ver a comitivas de países árabes vistiendo sus túnicas y turbantes. O a los asiáticos con casacas de cuello Mao.Cuando Evo Morales fue elegido presidente de Bolivia, la prensa internacional se sorprendía de que no usara trajes.Y que en cambio luciera pulóveres de vicuña de la cultura Aymara de diseño aborígen, tejidos a mano. El sombrero blanco, estilo cowboy, del presidente de Honduras Zelaya suele llamar la atención para quienes desconocen ese hábito común en alguna clase social hondureña. También Lula , antes de asumir, se reconocía libre de las convenciones burguesas, y de entrecasa usaba ojotas playeras y camisas desabotonadas. El candidato uruguayo “ Pepe” Mugica” causó un acontecimiento sastreril porque para ir a encontrarse con Lula se tuvo que comprar un traje ya que no tenía ninguno. Rafael Correa no usa camisas con corbata sino otavaleñas, de cuello cerrado y bordados geométricos ancestrales. En la ceremonia de asunción como presidente de Ecuador, se disculpó porque la invitación exigía a las mujeres el uso de traje sastre y a los hombres saco y corbata, sin considerar la usanza de los pueblos originarios. Correa advirtió-haciendo autocrítica a su propio ceremonial- acerca de la resistencia de la burocracia a los cambios políticos. En nuestro país pesa más la cultura europea que la nativa. El vestuario de la presidenta es coherente a esa identidad y a la aplicada coquetería promedio argentina. A su marido, cuando fue presidente, los formalistas le objetaban con desdén su estilo al voleo. Pero si por azar aquí fuera presidente un líder quechua, wichi o mapuche el cotilleo reaccionaría escandalizado. La excusa sería el vestuario, pero el verdadero susto serían su etnia y su política. Porque detrás de toda oposición anecdótica, de forma y de superficie, reptan el prejuicio y el temor al poder de la sustancia.


Carta abierta leída el 11 de Agosto de 2009 en Radio del Plata.

lunes, 10 de agosto de 2009

Cristina Fernández tiene suerte



Es una suerte y una gracia política que haya tanto afán para que el gobierno de Cristina Fernández continúe su mandato. Y que la presidenta al despertarse en Olivos reciba esa energía positiva y optimista que la sociedad emite cada día. La de ciudadanas y ciudadanos que se contienen de injuriarla y de convertirla en objeto de desprecio. Cuánto respeto. Pertenecer al género mujer la beneficia. Desde los vergeles de la patria y desde los púlpitos, y desde la mesa de los almuerzos antediluvianos, y desde cada micrófono, se escuchan palabras de simpatía, conciliación y prudencia. La gente- palabra, concepto oblicuo en que se amontona a un sinfín de sujetos movidos por pasiones e intereses distintos- “la gente”, insisto, sabe reprimir mansamente sus urgencias individuales y vecinales para aspirar a una Argentina unida y sin pobreza. Unida en una hipotética geografía neutra donde los pobres sean felices sin que los ricos paguen ningún costo. Donde cada cual elija: o vivir en La Horqueta o en la zanja. Ir al hospital o a la clínica privadísima. No hay egoísmos. El que más tiene sufre por el que no tiene y si el Estado se olvida de cobrarles impuestos se denuncian a si mismos y van a la ventanilla de la AFIP a pagar de más espontáneamente. Y es gracias a ese impulso justo y solidario y para que la pobreza no exista, que están el poder de la Iglesia, está el ruralismo filantrópico y están los esmeriladores de post grado. Especialistas en papel de lija y en escoplo que tienen tan buena memoria después del 2001 y que han adquirido una sensatez terapéutica. Antes esmerilaban con la cimitarra a la vista y sin anestesia y ahora esmerilan con cloroformo y camouflados entre los propios esmerilados, que a veces no se dan cuenta. Suerte que la presidenta tiene la suerte de la oposición fraterna. Sea la que volvió algo morada de su regreso de Disney World, o la que recién salió mateada de la exposición agraria o la que pertenece a ese limbo del goteo puro sin política. Algunos tienen el mérito patriótico de desear, pero de no poder consumar lo que desean que le pase al Gobierno. Se esfuerzan en controlarse: sobre todo quienes se nutren de la adicción ya incurable de la suntuaria apropiación de la renta. Pero se cuidan de que no les salga espuma de potro ni de vaca por la boca. Y furtivamente se limpian las comisuras. Y a pesar de que la presidenta está con la cabeza más cerca del espejo y del set de maquillaje que de las facturas de gas, no se la condena con infundios y malicias y sin pruebas. Al contrario: se espera constructivamente que gobierne a todos y no a ellos solamente. Y se la celebra y comprende cuando viaja o cuando no viaja y en cada sobremesa o reunión social la nombran con ternura porteña sin olvidarse del marido. Es una suerte que haya una parte de nosotros, que ya sanados sus nudillos de estropearse contra las puertas del corralito nos hayamos absuelto con cucharadas soperas de amnesia. Y de shopping. Y con la acrítica aceptación del relato incesante. Ese que nos mantiene en excitación de inminente guerra o colapso. Y que nos despierta con la agenda de estar en el infierno. Tiene suerte la presidenta de tanta condescendencia. Aún se la sigue dejando que gobierne.



Carta abierta leída el 10 de Agosto de 2009 en Radio del Plata.

viernes, 7 de agosto de 2009

El santo que alguna vez fue “descamisado”


Si no fuera por Saul Ubaldini, San Cayetano sería un santo cualquiera. Uno como tantos: como San Antonio, San Juan, San Marcos, San Mateo, San Lucas, etc. Pero gracias a que Saul Ubaldini lo redescubrió por los años ochenta se convirtió en un icono ganador que compite con la virgen de Luján, con la virgen de San Nicolás y con la Desatanudos que convocan multitudes. San Cayetano es un santo paradójico: porque cuanto menos trabajo hay, más fieles atrae. Y cuando el trabajo aumenta, su rating languidece.
No hay estadísticas que registren cuánta gente de la que fue a San Cayetano salió favorecida y consiguió trabajo, y cuánta no consiguió nada. Tampoco se sabe si hubo “sancayetanistas” defraudados que cambiaron de santo y emigraron a San Expedito, de delivery ultrarápido y marketing en suba. El problema de San Cayetano es que produce adicción; y hay irreparables adictos que si no acampan en la calle una semana para poder tocarle los pies en el nicho del templo, sufren el síndrome de abstinencia. Al contrario de tantas vírgenes parlanchinas él no habla: calla. Y concede cuanta manipulación hacen con su imagen. La conviertan en estampita, medallita, rosario, alfajor y hasta tatuajes en la nalga. Como San Cayetano convoca mucha gente, su adoración ha permitido inflar las cifras de asistentes.
Los medios y cronistas se empezaron a entusiasmar, y así como abultan siempre el número de víctimas y muertos, llegaron a contar un millón de fieles y a veces más. Hasta que hubo un momento en que de tanto exagerar las cifras cualquiera se daba cuenta que era imposible continuar, porque terminaría habiendo más fieles de San Cayetano que habitantes de la ciudad de Buenos Aires. Y entonces para no disminuir de golpe la cifra y quedar en evidencia, últimamente empezaron a cambiar y a poner que a San Cayetano van multitudes o muchedumbres o “impresionantes cantidades” sin precisar el número. Hoy el pionero Ubaldini fue olvidado, para que San Cayetano luciera más despolitizado. Y más cardenal y menos descamisado y cegetista. De todos modos no es un santo cool como San Patricio. Probablemente hoy a los sindicatos no les conviene confiar en ningún santo. Porque si todo es fruto de sus milagros las conquistas gremiales no tendrían sentido. Se dice que al santo lo que más lo ha indignado fueron las coimas para lograr la flexibilización laboral en el Senado. Tanto trabajo que cuesta dar trabajo para que unos herejes en sus bancas lo desautoricen. También lo fastidia que siendo el santo de la espiga no se lo tenga en cuenta en La Mesa de Enlace, que sólo se acuerda de Martínez de Hoz, y de Cobos, el ingrato, aspirante a santo a partir de una agachada. Hace varios siglos que San Cayetano está muerto. Y más cerca de los espectros que de los avisos clasificados que ofrecen trabajo. No le pidan al santo lo imposible. No hay misa que resuelva la pobreza.

Carta abierta leída el 7 de Agosto de 2009.

miércoles, 5 de agosto de 2009

No pasaría nada estimado Evo



Estimado Evo Morales: preguntaste preguntándote, que pasaría en la Argentina si volviese la derecha fascista y racista, y te contesto: no pasaría nada distinto de lo ya conocido cíclicamente. Y eso es lo grave precisamente Evo. Porque nuestra sociedad ha sufrido hondamente ambos males y prejuicios. Y si volviera la derecha- y está volviendo camouflada ahora en el artificioso arropo de su “emponchado” amor por los pobres, - no haría más que confirmar un sedimento histórico que la Argentina contiene.
Porque el fascismo y el racismo, Evo Morales, no son aquí tan transparentes y francos- tan digámoslo desvergonzados- como allá en tu patria lo son esos heraldos glotones de Santa cruz de la Sierra. Esos empeñados en condenar a los bolivianos originarios a su papel de dominados perpetuos. Sabrás que aquí muchos de nosotros les decimos “bolitas” desdeñosamente. Incluso les dicen así, quienes si fueran bolivianos serían “bolitas”, pero que por aquel sedimento que te dije se presumen distintos. Sabrás- si sabés- que a quienes abrazaban el peronismo y tenían el pelo negro se les decía “cabecitas negras”. Ahora por la evolución cool del lenguaje los mutaron a “gronchos” y los echan como residuos en el tacho que llaman “clientelismo”. Es que hay- Evo- fascistas y rascistas blancos y negros y judíos y musulmanes. O también fascistas que ignoran que lo son pero se mienten que no lo son porque acarician a un perro de la calle o matean con el peón de campo o dicen “ empleada de la casa” en lugar de sirvienta y le pagan mal y en negro y si se embarazan la echan por el ascensor de servicio.
Te decía, Evo, que aquí la diferencia es que largas luchas populares han logrado convertir en “políticamente incorrecto” exhumar el fascismo y el racismo. Buena parte de culpa la tienen el peronismo no traidor, el radicalismo no gorila, y una cantidad considerable de desaparecidos sin juicio ni identificación que si fuera por los que vos sabés no habría que desenterrar. Por supuesto que hay muchos intelectuales y cronistas que todavía, aunque tengan auto propio, viajan en colectivo para sumarse, dicho esto metafóricamente. Aunque debo confesarte- algo desilusionado últimamente- que el bando que vos advertís como amenaza viene reclutando alianzas e increíblemente seduce hasta a una izquierda envuelta en la niebla sin señalización popular. Todo esto lo sabés Evo. Hoy – y no sé si es una suerte porque la hipocresía disfraza el sentimiento- cualquier reaccionario argentino se siente obligado a parecer republicano y democrático y bueno. Y tiene recursos para parecerlo: lo ayuda una prístina parte de la jerarquía de la Iglesia que arrastra también aquellos males que vos advertís en tu pregunta Evo, y cuenta también con el servicio voluntario y siempre listo de gran parte de una comunidad, que sin ser como la de Santa Cruz de la Sierra, ni como la Padania fascista del norte de Italia, se siente en un umbral superior para implantar el orden social, el económico y el político.
Y no me hagas hablar de los grandes medios Evo. No sería justo porque soy parte y no podría tirar la primera piedra. Pero cuánto fascismo y racismo hay en la forma compasiva y forzadamente misericordiosa con que demagógica y sinuosamente se trata mediáticamente a la pobreza y a los pobres. Sería mejor que no los trataran nada para no herirlos ni herirse la boca al nombrarlos. Evo a tu pregunta: “¿Qué va a pasar en la Argentina si volviera la derecha fascista y racista?”, te respondo: nada. Nada que no se sepa. Si vuelve, será que nosotros somos eso que vuelve.



Carta abierta leída el 5 de Agosto de 2009 en Radio del Plata.

martes, 4 de agosto de 2009

Los viejos no van juntos al cielo


En la ciudad de Buenos Aires hay casi 300.000 personas mayores de 70 años. Yo estoy entre ellas. Por cada cien mujeres de esa franja de edad hay setenta hombres. La diferencia surge de otra diferencia: mientras los hombres promedian una expectativa de vida de 70 años; las mujeres alcanzan los ochenta. Esos diez años no son un párrafo del calendario. En ese tiempo se pueden gozar de 3.650 días más de dichas y de desdichas. Y eso nadie lo elige. En diez años la vida puede transformarse a la par que se apaga: pueden nacer nietos o bisnietos, pueden sucederse fenómenos tecnológicos que todavía asombren, pueden leerse libros nunca leídos, hacerse viajes pendientes o faltantes, y aprender algo nuevo de los últimos tramos de la vida. Aprender algo nuevo significa ignorar algo menos. Aunque nunca se dejará de ser ignorante. Que haya un 30 % más de mujeres de más de 70 años que varones significa que hay más viudas que viudos, y más solitarias que solitarios. Sí, son más las mujeres que entierran a los hombres y más las que están destinadas a recordarlos u olvidarlos. La “senectute” o senectud, como titula el filósofo Norberto Bobbio uno de sus últimos ensayos, es un acto de resistencia vital: cuanto más longeva es una persona, más se convierte en sobreviviente de su generación. Va dejando detrás un reguero de velorios.
Llega un momento, si excepcionalmente alcanza los noventa, en que de aquel largo vergel de sus amigos queda un páramo. Cuando mira la fotografía de todo el grupo de aquellas vacaciones, o la de la graduación, siente que los demás se fueron yendo. Un sobreviviente mayor de 80 años es una representación de triunfo sobre tantas deserciones que va produciendo la vida. Los viejos siempre tienen el corazón más lleno de cruces que los jóvenes; y más desierto el sembrado de ilusiones, porque las han ido cosechando y gozando, o perdiendo. El otro día , para no perder mi ironía, le dije a mi nieta que si la estadística estima en 70 años la expectativa de vida de un hombre, yo me estaba abusando un poquito. Me contestó con igual ironía: “ Abuelo si por ahí a mi se me cae una cornisa en la cabeza, me muero a los diecinueve”. Pensé que si a ella no le ocurría lo de la cornisa, y siguiendo la estadística, podía vivir sesenta años más, mientras que para mí cada instante que pasa se está tipeando el último telegrama. No el de despido, sino el del olvido. Es muy rara la vida.
Mujeres y hombres sabemos que no vamos a morir al mismo tiempo y sin embargo jugamos a que nos vamos a compartir siempre. Así mujeres y hombres se entretienen, hasta que las viudas se quedan solas en la estadística. Sospecho que todos tenemos insertado un chip que nos fabrica esperanzas, aunque a veces no las merezcamos. Pero uno no escarmienta. Y es capaz de no mirar hacia el cielo cuando hay luna llena.


Carta abierta leída el 4 de Agosto de 2009 en Radio del Plata.

lunes, 3 de agosto de 2009

La “patriotización” de la pobreza

La pobreza ya no es lo que era: no es la pobreza exclusiva de los pobres. O la de los que sin ser pobres sentían y sabían de la pobreza. Tampoco es la causada por la pobre repartición de la riqueza. Ni es la eterna pobreza paralela a la riqueza por lo cual nunca se juntan. Salvo que, por alguna fuerza excepcional, la pobreza sea invitada a compartir la riqueza, y ésta a cederla en impuestos. Pero esa es historia antigua. Y terminó el otro día en La Rural, porque los pobres que eran pobres ya tienen quien les cante: son los ricos. Sí, los apropiadores de la riqueza se apropian ahora de la pobreza. Esa palabra logra hacer piadosa a la voz más saqueadora. Insólito acto de filantropía y solidaridad- que no nace en un arrabal del fracaso- sino en un latifundio de poder, palacios y negocios, camuflados de Martín Fierro y vestuarios de carpincho y vicuña. La soja, el feed lot y la cuota Hilton son los nuevos “descamisados” de la época. El presidente ruralista, la Mesa de Enlace y desenlace, y los campestres gourmets del ojo de bife- arrendatarios a perpetuidad de la patria de diseño privado- se autoproclaman los mensajeros del bien que acabarán con la pobreza. Y con la torcida farsa de que los ricos son los verdugos de los pobres. No: si son sus redentores. Un fantástico fenómeno de trasvasamiento cultural nos cunde. Es que a la derecha no la contenta poseer solamente la derecha.
Y ya adueñada del centro, se apropia del progresismoy de la izquierda. La patria, el himno, los próceres vuelven a sus orígenes. Pobres los pobres que largamente fueron instigados con insidias a enfrentar a los ricos. Y hoy son estos quienes se empeñan en salvarlos, sin rencores. ¡Pobres venid a mi! clama Hugo Biolcatti desde su Coliseo colmado de vivas populares agradecidas. Por eso, si hay pobres convencidos de este nuevo regalo de los ricos, que se convenzan nomás. La naturaleza nos concede indiscriminadamente el instinto. Lo tienen desde el insecto al homo sapiens. Aunque sea estúpido. Y quien deja que le birlen el instinto es libre de merecer el vaciamiento. Ya no es un problema de comunicación intencionada, oblicua o capciosa. De si un diario es “sojerista”, una radio es el campo y un periodista es rentado por el ideal del granero del mundo. No se trata de si un gobierno es competente o incompetente. Y ni siquiera de políticos cautivos de su impaciencia narcisa y su mutación ideológica. Tampoco de sociedades desorientadas que dudan en cómo hacer bien el amor y criar a sus hijos, que no tienen por qué saber cómo pensar la política. Hoy, ¡al fin!, la pobreza argentina se reencuentra con sus redentores históricos del surco y la gleba. Peones y obreros, excluidos y jornaleros, pónganse todos el poncho. La cabeza de cada uno es su patrimonio y su demonio. Si los gana la soja no chillen cuando se conviertan en chanchos.


Carta abierta leída el 3 de Agosto de 2009 en Radio del Plata.

Se dicen tantas cosas, Pérez Celis



Dicen que hace un año te moriste,
que hace un año ibas a irte ya mismo,
ya. Y que ibas a dejar de pintar y de estar.
Dicen que cualquier ser viviente se muere alguna vez
que no hay nadie que no se muera.
Dicen que entonces te moriste
y que tu vida iba a vivir
entre las vidas muertas de los muertos.
Dicen que íbamos a echarte de menos
porque tu tamaño exige más lugar
que el promedio.
Y que íbamos a considerarte pasado
y a empezar a hacer esas cosas
que se hacen con los muertos.
Recordarlos y olvidarlos según
nuestro estado de ánimo.
O ni siquiera eso. ¿Pero por qué?
Si esas cosas solo se hacen
con los que no están o se fueron.
De los que tan muertos están
que hasta los propios muertos les tienen piedad.
Que hay fantasmas, dicen.
Que hay espectros, espíritus y duendes.
Y vos ahí oyendo
cómo los vivos construyen muertos
sin saber nada de ellos.
Dicen que un muerto
es igual a otro muerto.
Y no como los vivos
que son distintos
entre si.
Dicen que no estás viendo a Boca,
que no te parás ante el mural del estadio
y que ya no comés un choripán en la Vuelta de Rocha,
traicionando tu dieta vegetal
por proteínas baratas, “antigourmet”.
Dicen que ya no tenés el codo
manchado de óleo azul,
y la mirada azul de óleo;
que ya no te sentás a una mesa
de La Biela, o del Bárbaro saludándote con todo el mundo
igual que fuiste por el mundo
saludando hasta a quienes nunca conociste.
Y que no te acordás de tus cuadros
que están aquí y allá; algunos tan lejos.
Y otros tan cerca
que además de los ojos,
para verlos hay que usar mucho el corazón.
Dicen que ya no estás en el póster
o el afiche colgado a una pared
de un cuarto de estudiante.
O de una verdulería de barrio,
o de una escuela donde los chicos
solamente pueden nombrar tres pintores:
Miguel Angel, Picasso y vos,
convirtiéndote ingenuamente
en objeto de la envidia de tantos envidiantes
que no se dan cuenta que vos sabés que la popularidad no es la historia.
Y lo sabés, y tenés la paciencia de esperarla
en ese lugar tan frío y sin calefactor.
Dicen que ya que no comés ñoquis los días 29.
Pero si todos pueden seguir oliendo la salsa de tomate
y el pesto en tu cocina.
Dicen que no releés más en voz alta a Borges y a Walt Wihman,
y ahí estás releyéndolos.
Y aquí nosotros escuchándote.
Dicen que no estás y mienten.
Se dicen tantas cosas Pérez Celis.
Y vos hoy aquí, lo más campante
Lo más arte que nunca.


Homenaje a Pérez Celis.
De Orlando Barone, leído el 2 de Agosto 2009 en el auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional.