lunes, 30 de noviembre de 2009

Por más sombras que le tiren, el país no se ennegrece.

No sé por qué los argentinos ya no se van del país en masa como antes. Y por qué la televisión ya no se deleita mostrando las colas de emigrantes en la puerta de los consulados y embajadas. Y no solo los argentinos ya no se van- salvo de vacaciones- sino que vienen a Palermo Soho los norteamericanos y nuestra población aumenta cada día. Y eso es lo raro. Porque si uno escucha y lee las noticias, este es un país con más muertes que vida. Y sin embargo no hay éxodos ni caravanas partiendo al exilio. Y además se construyen cada vez más barrios abiertos y cerrados; y hasta en las villas de emergencia se levantan chozas de tres pisos que los diarios delatan como signo de usurpación y barbarie. Y aunque se dice que aquí los delincuentes matan por matar, no como en otras partes que matan por motivos intelectuales, la gente no se recluye debajo de las camas, no: sale de sus casas sin chaleco antibalas ni guardaespaldas y los abuelos llevan a los niños a la plaza. Mientras tanto, en la pantalla, todos lloran eternamente desconsolados y claman ojo por ojo; pero el televidente cambia de canal para mirar a Tinelli y reirse y de seguir así acabará riéndose de los noticieros y de sus relatores más que de los comediantes. No sé por qué se siguen llenando los teatros y los cines y los recitales. De dónde la gente saca la plata. Ni por qué ante tanta amenaza exista el deseo de sentarse a las mesas de los bares en las veredas, donde aparte del riesgo de los motoqueros chorros la consumición es más cara. Será que la gente es temeraria y suicida, y por eso también pasea de noche con autos caros sabiendo que la pueden ametrallar en cualquier esquina. Y que ninguna ambulancia va a llegar a tiempo porque el Estado no las surte de nafta, ya que los surtidores se vacían llenando el tanque del avión que va al Calafate. No sé por qué no hay, como antes, compradores de dólares desesperados en las agencias de cambio, y eso que dicen que la economía está al borde del colapso. Aunque el riesgo país cada vez más bajo los desmienta. Tampoco sé por qué , si como dicen, gobierna una dictadura que persigue al periodismo, cualquier profesional o amateur dice y escribe del gobierno la injuria y la mentira que se le da la gana. Y menos sé por qué las parejas siguen teniendo hijos; y hasta se empeñan en ser fertilizadas con embriones argentinos mientras oyen y leen que el país es una porquería. No sé por qué si se dice que el gobierno roba a “troche y moche”- y todavía más de lo que nadie imagina , ya que se roban hasta las almas - tiene todavía plata para los seis millones de chicos de la asignación universal, para que cinco millones de jubilados cobren un beneficio extraordinario, y para que se paguen los salarios con plata y no con moneda inválida. No sé por qué si dicen que se va a cortar el suministro eléctrico y el país será igual que el planeta cuando aún no se había creado la luz, la gente- aún modesta- suda por comprar aparatos de aire acondicionado y agota su existencia. No sé por qué se dice que la democracia está rota, si nunca como hoy los legisladores han participado tanto institucionalmente, que ya aburridos de ver salir leyes abandonan sus bancas opositoras para pavonearse en los medios donde se sienten mejor que en el Congreso. Vivimos entre una irrealidad mediática y una realidad argentina. Y no sé por qué. Si bastaría un destello real de la razón, para iluminar la delirante oscuridad falsa.

Carta abierta leída por Orlando Barone el 30 de Noviembre de 2009 en Radio del Plata.

viernes, 27 de noviembre de 2009

El deseo del año

Ya no la foto del año. Ni el personaje ni el escándalo. Tampoco la película, la canción, la modelo o el mediático del año. Hay toda una historia de balances que frecuentan estos géneros. Así se eligen el chiste o el blooper del año. O la tragedia. Elegir el piquetero, el huelguista y el fascista del año no es original dado que, aparte de Castells, hay muchos con chances. Otra nominación sería el niño delincuente del año. Algún criminal pequeño con mucho paco y cara de desalmado incorregible. O el padre vengativo del año: un padre deudo dispuesto a matar la muerte al voleo entre gente morocha. Aún no hay consenso en cómo elegir la crónica policial del año: si como ficción realista o como realismo mágico. El llanto del año va a costar: ¿cómo distinguir a los que lloran públicamente desde el dolor de quienes lloran por espectáculo? Un nuevo rubro sería el de espía del año. Un espía espiado erróneamente. Elegir el error del año situaría la elección en la ciudad de Buenos Aires. Que de Reina del Plata pasó a ser reina del error. Aunque según se ha visto un error de múltiple espionaje es comparable a un trivial error en la poda de árboles. Bueno, también se podría escoger la valija del año. La duda es el origen y remitente : si la valija es de la república bolivariana, de la Casa Rosada o de la cabaña del tío Tom. Para mí que el remitentes está en la cabaña. ¿Y que tal elegir el pase del año? Sí el del fútbol: que pasó del monopolio Clarín al colectivo público gratis. El ex dueño expropiado y enfurecido, si pudiera aboliría la pelota. Elegir el deseo del año no es fácil. Porque no hay ciencia que mida los deseos. Dáse por sentado que el sexual es un deseo indiscriminadamente repartido a la marchanta desde hace tanto tiempo, que elegir el del año requeriría un plebiscito del género humano. Pero sí sería interesante, y hablaría mucho de esta época , elegir el deseo “destituyente” del año. Es un deseo reciclado, que ahora luce como nuevo. Y con más leve rango antidemocrático que el golpismo bruto de uniforme. Mal deseo últimamente asociado a cacerolas de teflón, a tractorazos y a cierto desenfrenado abuso del poncho, la escarapela y el himno. También se lo disputarían , haciendo aspavientos, quienes desean con el deseo todavía cargado con la rémora que les quedó desde el uno a uno hasta el Corralito. Y pasando sin enterarse delante de los años de crímenes de Estado y secuestro de niños. El destituyente es un deseo amnésico. Disfuncional e impotente. Ningún argentino- consciente o inconsciente- se merece sentirlo. Pero se siente. Y sobran conspiradores.


Carta abierta leída por Orlando Barone el 27 de Noviembre de 2009 en Radio del Plata.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

En la televisión los necios nunca paran

El actor Damián de Santo trató de necia a Mirtha Legrand porque esta no lo entendió en un tema de familia y diván. La trasgresión de ese gesto desairó a la diva más desairante. De ordinario sentarse a su mesa sobrecarga a un invitado con la necia genuflexión del vasallo ante una supuesta reina plebeya. Tontería que se diga, tontería que se comparte. En la mesa de Legrand hubo contadas insurrecciones verbales, en su mayor parte por diferencias politicas: las de Cecilia Rosetto, Lito Cruz, Jorge Lafauci, Raúl Rizzo y Carlos Rottemberg, entre otros. Pero lo corriente es que el visitante se incline, aún a costa de rendir sus principios, a la hipócrita necedad de un momento. Necedad viene de “necia”: bella palabra que corresponde a un estado cognitivo. Algunos famosos, dada su exposición preferencial, se llevan porcentajes récords de ese atributo. La versión moderna de necio sería pelotuda/o. Su significado es fácil y remite a alguien que con tanto peso tarda en moverse. Necio es más precisa: señala al papanatas que no sabe y aún así se expresa imprudentemente. El necio- mujer o varón- es insolente. No sabe y opina de eso que no sabe. Y ni siquiera se preocupa de saber que no sabe. De todos modos la necedad es la etapa elegante de la pelotudez. Su orígen es el latín “Necius”: lo contrario de saber. Aquel que carece de entendederas. No seas pelotudo; no seas boludo; no seas necio. Boludo es más actual: Isidoro Blaisten le dedicó una bellísima balada cantada tan bien por Gian Franco Pagliaro. Hay una novela póstuma “La conspiración de los necios” del norteamericano John Kennedy Toole, quien se suicidó a los 32 años desalentado por la necedad de los editores que lo negaban.
En sus páginas Toole crea un personaje- Ignatius Relly- un gordinflón que aspira a que la moral medieval vuelva a reinar en el mundo. Nada que ver con Bergoglio ni con Bergman ni con “Tradición, familia y propiedad”. El autor- quien ganó el premio Pulitzer ya sepultado- se inspiró para el título en su admirado Jonathan Swift. Este decía que “cuando un verdadero genio aparece en el mundo lo reconoceremos porque todos los necios se conjuran contra él”. Últimamente es desde la televisión exitosa de donde salen los necios que se conjuran. Su objetivo es acabar con el Mal con un dedito admonitor y un mensaje crispado de estrellas torpes, que cuando hablan de más se apagan. Hay un viejo chiste que dice: “un necio poliglota dice necedades en varias lenguas”. O en varios programas. Hay muchos estudios sobre la influencia que causa la televisión en los telespectadores. Conocemos las graciosas y desgraciadas consecuencias que causó en Chance Gardiner, el personaje de “Desde el jardín”, mirar la pantalla sin parar. “La delicada materia de que estaba dotado su cerebro- escribe Jerzy Kosinski- la televisión la había dañado para siempre”. Se sabe bastante de esos efectos. Pero lo que aún no se sabe es qué consecuencias produce la televisión en aquellos a los que convierte en estrellas. Por qué tantos ídolos triunfadores y ricos se comportan como necios. La pregunta es ésta: ¿Acaso la necedad será el alto costo de tener éxito? ¿O es que se tiene tanto éxito por tener tanta necedad? De Santo puso el dedo en la llaga. La necedad no escucha, habla.


Carta abierta leída por Orlando Barone el 25 de Noviembre de 2009 en Radio del Plata.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Confesiones erróneas


Espero no errar si afirmo que confesar el error una vez descubierto no es una confesión sino una resignación tardía. Hace poco más de dos mil años Lucio Séneca, uno de los más famosos filósofos romanos dejó ese axioma latino que hoy se repite sin necesidad de citar al autor: “Errare humanum est”. Errar es humano. Hace poco brincaba por ahí una canción de un grupo llamado Soziedad alkohólika, en cuyo estribillo dice: “Los errores son humanos, y algunos humanos son sólo un error. Algunos humanos son sólo un error”. Desconozco que proporción de la humanidad entra en ese rubro, pero no parece haber pocos. El problema del error es que cuando se descubre ya está hecho. Un error nunca es anterior a su efecto. Ya cometido el crimen surge la consideración del error, según quien lo califique. Lo maté por error. El “matado” lo lamenta pero sin resultado de volver a la vida. Desde tiempos remotos la filosofía se puso a pensar sobre el error como el acto de confundir la apariencia de la verdad con la verdad misma. Digamos, la apariencia de la eficiencia policial con la verdad de proteger a la sociedad, paradójicamente controlándola y fisgoneándola. La Iglesia es más práctica, por eso lo que el Dogma dice es infalible. El Papa no yerra. No falla. Al contrario, en la gestión Macri fallar es lo correcto. La culpa es de un mal pálpito. Es que el error se ha convertido en una de las nuevas sofisticaciones culturales de esta ciudad sofisticada. Y es Mauricio Macri quien lo ha consagrado en estos días. Ya que reconoce su error de haber confiado en un gran policía que a su vez erró involuntariamente. Todos cometemos errores y para eso están su corrección y el arrepentimiento. O la purga en la justicia. Y también está que los demás no se den cuenta. Rodríguez Larreta dice que a la gente no le importan los espías sino las cosas que importan. Ignoro cada vez más como somos los porteños; así que no sé si pensamos que es una pena que se haya revelado el error en vez de haberse mantenido hipócritamente en reserva. La revelación estropeó el éxito del espionaje, pero la estrategia de reconocerlo aspira a absolverlo pasando por alto la inmoralidad y corrupción que el acto demuestra. Incluyendo el abuso privado de espías de sueldo público para íntimos trabajos de familia. El impulso motivador del error tiene su carga política, que no es neutra. Su hinchada tampoco yerra por error. Con esa carga, que es parte de la naturaleza del PRO, la latencia del error se mantiene. Los próximos errores son inminentes. Y se verá si el público porteño los enjuicia o los alienta. Macri quizás calcula que no hay error que por bien no venga. También debería calcular si el error no es él mismo en el gobierno.



Carta abierta leída por Orlando Barone el 23 de Noviembre de 2009 en Radio del Plata.

viernes, 20 de noviembre de 2009

La farsa, el guionista y el público

Mauricio Macri, guionado, dio ayer cátedra de cómo actuar colmando las expectativas de sus fans y seguidores. Porque escenificar una farsa tan desembozadamente demagógica e impúdica es un mérito no de la política sino del cinismo. El guión que sostuvo el planteo de Macri eludió el escándalo que lo involucra. ¿Qué espías? ¿Los de ellos, los otros, los de siempre? Para la elemental táctica, contó con el incondicional apoyo de gran parte del público alimentado a exasperación mediática. La exasperación exaspera la “odiología”. El exasperado se autoconvence de que él no estaría exasperado si los otros le dieran los gustos. Ningún otro recurso podría superar esa combinación de guapo de salón y de miembro de un club caro. Macri venía de estar con el rey de España y según él allá leía lo que se dice de la Argentina; y toda la gente importante se lamentaba de esto que le pasa al país por culpa de los Kirchner. Ahí en ese apellido está el remanido sujeto del denuesto. Leña al matrimonio. Es la consigna de la barra de amigos. No hay que olvidar que los vecinos blancos, o que se estiman blancos, tienen acerca de quienes apoyan al gobierno pensamientos negros. En la conferencia Macri cumplió con los medios preeminentes. Es como si el uno y los otros se pertenecieran recíprocamente. Repitiéndole al destinatario mediático, los títulos que este propaga sistemáticamente cada día; ya sea por oponerse, ya sea porque el título escándalo tiene producción imparable y es más atractivo que uno sensato. Mauricio dijo todo cuando la agenda declama acerca de la inseguridad, del autoritarismo y de la corrupción. Todos los lugares comunes del común despensamiento de la sospecha. Habló como si estuviera en la mesa de Mirtha Legrand en la cual está igual que en su casa. Si total no hay injuria que se pene. Y dijo que con solo el 10 % de esta corrupción, echaron en Brasil a Collor de Melo. Ese deseo de patrón -“lo echaron”- tiene un airecillo tilingo un poquitín destituyente. La mayoría de los cronistas presentes en la conferencia hacen deducir que ya no hay forma de otorgar el premio al periodismo independiente. Así que se fueron ligeros y dependientes a volcar la cantinela en sus noticieros. Y copiaron a Macri: ya que Macri los copia a ellos. Porque su lema es: lo que dicen los grandes medios tiene éxito. Entonces dijo que el gobierno boicotea los planes democráticos de la ciudad, que quieren impedir que se organice una policía eficiente que acabe con el miedo, que uno al salir de su casa no sabe si vuelve y que nos matan diariamente, y que el kirchnerismo compra al gobernador de Corrientes pero no todos se venden, y menos Macri, y que el matrimonio no pierda tiempo en querer apoderarse de todo porque a Macri no lo pueden parar. Y vuelta otra vez a las pobres víctimas indefensas. Y lo dijo lo más campante. Y como si en su currícula figurara haber obtenido el primer puesto de ética en Transparencia Internacional en los rubros automotores y recolección de basura, y como si en los organismos de Derechos Humanos y en las organizaciones mundiales contra el hambre lo contaran entre sus más tenaces referentes junto a Mandela. O como si estuviera especulando en cómo iban a emocionarse, escuchándolo, los deudos desconsolados de la violencia argentina. En tanto su compañera de cartel debe de estar ensayando en los camarines para el día del juramento. A lo mejor vuelven a bailar juntos. Como en aquellos tiempos felices. Todo vuelve. Mirá que suerte que tiene Macri, para hacer juego con sus espías, volvió la valija de Antonini.


Carta abierta leída por Orlando Barone el 20 de Noviembre de 2009 en Radio del Plata.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Estupideces literarias sobre la estupidez porteña

¿Un estúpido que comete una estupidez pública se reconoce íntimamente estúpido? Acerca de la estupidez hay abundantes estudios y modelos humanos. El escritor siciliano Leonardo Sciacia decía que la estupidez estaba tan expandida que hasta influía entre personas inteligentes. No estoy en riesgo. Otro escritor, Italo Svevo, apela a esta palabra griega: Kutopórinos, para describir a un “astuto imbécil”. Y no es una contradicción: porque hay imbéciles astutos, que son los que más daño causan. Con o sin uniforme. En una de las famosas leyes de Murphy hay una sub- ley de Truman que dice: “Si no los puedes convencer, confúndelos”. Embarúllalos. Y hay otra ley de Walton que dice que en política “un tonto y su dinero son siempre elegidos”. ¿Así que un tonto y su dinero? Aquí últimamente ese cóctel tiene éxito. Justo se me ocurre recordar estas estupideces pensando en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Cuántos inteligentes porteños lo han elegido. La mejor descripción de estúpido que leí fue en su libro sobre misterios del género, de Olivierio Ponte di Pino. Leo: “Un estúpido es aquel que sacadas las cuentas, y revisadas y confirmadas varias veces, pregunta ¿Pero, cuánto es? O aquel que entra al tribunal donde lo han citado por una acusación y no sabe para qué, y cuando pregunta lo meten ´finamente´ preso”. También el lunfardo tiene “otario” para nombrar al estúpido. “Otario”-según la enciclopedia de Espíndola- viene de “otaria”, nombre de un género de animales como el lobo marino, de movimientos y comportamientos torpes. Me fui por las ramas como un estúpido. Como dice no sé quién “el hombre es el único animal capaz de transformarse en un imbécil”. No podría sostener que esta ciudad los engendre más que otras. Aunque a veces da la impresión de que aquí son más frecuentes y más exitosos. André Gluksman en su libro sobre el posmodernismo dice que “si la estupidez no se diera aires de inteligencia , no engañaría a nadie”. Es lo que acaba de pasar en la nueva y estúpida policía porteña. Por suerte están los ciudadanos de juicio lúcido. Los espiones nos estupidizan involuntariamente a quienes no los votamos, y voluntariamente a sus votantes entusiastas. André Gide que despreciaba a los estúpidos, afirmaba: “Cuanto menos inteligente es el blanco más estúpido les parece el negro”. Ciertos votantes lo piensan. Para diferenciarme de tantos estúpidos me dan ganas de ser negro.

Carta abierta leída por Orlando Barone el 18 de Noviembre de 2009 en Radio del Plata.

martes, 17 de noviembre de 2009

El negocio mayorista de los espías

Ciro James, como su nombre lo indica no nació para espía. Si no James, en lugar de apellido hubiera sido nombre. La alteración bautismal disminuye el resultado. Pero un espía en escala menor igual espía. Aquel del mítico James Bond es un rango alto de espionaje y no es este el caso. Ya que el diseño porteño de los espías es de oferta y conlleva la maldición del fraude, el papelón y el fracaso. Luce como una noche de Halloween donde las máscaras solo esconden las caras por un rato y después las deschavan. Pero de pronto hay una vuelta de tuerca que aviva la torpeza. Ya que a la obstinación del Gobierno de la ciudad por tener éxito en negar pruebas y evidencias la abochorna ahora la computadora de Chamorro. El supuesto espionaje a Rodríguez Larreta, acaba de incluir a uno de los principales hombres del mismo gobierno sobre el que pesa la sospecha. Entonces se podría especular dócilmente que si están espiando a Larreta es que el espionaje responde a otros empleadores no al inocente gobierno de Mauricio Macri. Porque nadie iría a pagar para que lo espíen a él mismo sin su consentimiento. Además aprovechando el espionaje mayorista el escuadrón PRO espía a todos sin distinción de bloque ni de credo. Y por ahí mañana podría descubrirse que el James trucho y el Chamorro informático se espiaban uno al otro por adicción incontinente. Es que cuanto más espiados se amontonen en la lista más confusión hay y más intrincado e inabarcable se vuelve el espionaje. La CIA “PRO” nos entretiene con un elenco rufianesco donde a cada rato surge un personaje que espía al otro y así sucesivamente hasta cubrir una gran parte de la guía telefónica. Lo que no se puede entender es qué habría que espiar que ya no se sepa. Si en Face book está todo y voluntariamente. Y hasta los celulares y computadoras tienen el ADN de sus propietarios, y de sus amantes, y hasta del alimento que le dan a sus caniches. El caso histórico más legendario de espionaje y ataque, fue el caballo de Troya. Que hizo arder Troya cuando los soldados escondidos espiaron desde adentro del caballo de madera que los troyanos estaban dormidos y salieron a despertarlos a cuchillo. Aquí el caso trucho más parecido es el de Cleto Cobos, escondido en una parva de soja que salió de su escondrijo para votar en contra del Gobierno con información furtiva. Pero comparados a la leyenda contada por Homero, y a la del personaje de Ian Flemming, estos espionajes no alcanzan para entrar en la historia, sino en el comic. Es una pena que den para reírse. Pensar que los entusiastas votantes del gobierno de la ciudad estaban tan contentos.


Carta abierta leída por Orlando Barone el 17 de Noviembre de 2009 en Radio del Plata.

lunes, 16 de noviembre de 2009

El éxito del miedo

Desde que la ciencia logró disminuir el dolor físico hasta casi el umbral de la abolición, el ser humano se hizo más cobarde. La palabra es fuerte pero no injusta. Cobarde quiere decir: sin valor. Cualquier comparación con el mundo precedente ubica a esta civilización cada vez más alejada del sufrimiento corporal y biológico. Sobre todo entre aquellos que poseen las formas de conseguir la mejor medicina y que ya extrañan hasta cómo será sentir-salvo fugazmente- un dolor de muelas. Basta imaginar que la trepanación de cerebro se hacía a cráneo vivo y que para extraer una lanza se abría aún más la herida a cuchillo untado algún yuyo. Una amputación era un serruchamiento de carne y hueso, todo junto, y en el campo de batalla la cirugía se hacía con el instrumento desafilado y con un esparadrapo en la boca del paciente para no expandir sus aullidos. Si hoy hasta las penas de amor se han relativizado en el diván del psicoanalista. No hablo del copioso vademécum de analgésicos y de sustancias para el olvido. Es lógico que a este acobardamiento de época le corresponda el discurso del miedo. Y esto va más allá del aprovechamiento-aprovechamientismo- intencionado que pueda hacerse acerca de la inseguridad callejera, o de la intensificación macabra de los hechos. El mensaje de causar miedo a todos a partir de tragedias individuales tiene una fertilidad y propagación extraordinarias. A mi mismo me da miedo de tener que arrepentirme dentro de un rato como víctima de esto que digo. Pero lo digo. Esta sociedad- nosotros- tan poco proclives a estar de acuerdo colectivamente en cuestiones políticas, económicas o morales, sin embargo estamos de acuerdo en unirnos en el temor. Coincidimos en transmitirnos el pánico casi como una correspondencia social donde nos contamos situaciones de miedo. Hay hasta una moda que estimula a alguna gente a sentirse obligada a contar como una aventura el escamoteo de un celular para no sentirse menos que otra cuya anécdota suena más fuerte. A veces se cuenta algo que le pasó a otra persona para no quedar afuera del entretenimiento del miedo. Es que la cobardía, que antiguamente era una manifestación de pudor y deshonra, hoy es una característica que se expresa hasta con inflamada arrogancia. El cobarde se asusta tanto que quiere matar hasta a su sombra si la sombra lo asusta. Y cuanto más buena vida, mejor confort, y más seguridad tenga el asustado, y más lejano del dolor físico viva, más aterrado se siente. Los medios incorporaron la inseguridad como un nuevo género. Y muy redituable teniendo en cuenta la fertilidad del mercado: nosotros. Lo cierto es que el miedo gana y sus causas ya no pueden ser discutidas. Valen los hechos y los hechos son los muertos. Por más que a través de cifras y parámetros internacionales se sepa que la inseguridad en la Argentina es de las menos significantes de América nadie quiere asumirlas. Los funcionarios y técnicos saben que cualquier dato que desmienta la creencia se rechaza automáticamente. El intento de estudiar causas económicas y sociales desmerece al que lo intenta por teórico y blando. Incluso hay aquí índices de criminalidad menores que en algunos Estados de Norteamérica. Pero no sirven. Porque cuando se oye el grito de dolor o de miedo de una víctima es la única estadística que vale. Esa verdad que nos tranquilizaría, es el inconveniente. No se quiere que la realidad de las estadísticas menoscaben este éxito del miedo.



Carta abierta leída por Orlando Barone el 16 de Noviembre de 2009 en Radio del Plata.

viernes, 13 de noviembre de 2009

La conspiración es un sueño eterno

Yo no creo que haya un afán de acabar con el gobierno. No creo en esas especulaciones que sugieren un acoso de derecha y de izquierda tendientes a socavar a la presidenta, y a encarcelar a su marido en la antigua prisión de Ushuaia y sin calefacción ni una ventana por donde asomarse entre las rejas. No se me ocurre que haya fuerzas abocadas a provocar el colapso y el golpe, o una retirada en helicóptero. Tampoco se me ocurre que haya nostalgias de aquella matanza de diciembre y del corralito; ni que haya gente evocativa de bonos y patacones que crea que si el Indec les dice exactamente a cuánto compran el Malbec con roble en la góndola de Patio Bullrich sienten que recobran la honra ultrajada de la patria. No creo en que Elisa Carrió mienta sagradamente cuando dice que hay que temer a Noviembre porque es una emboscada, ya que ella está en la Argentina para salvarla. Ni puedo pensar que los opositores están impacientes y dos años más no se aguantan. Cobos se contiene furtivamente en su mejor estilo. Además están los grandes medios y sus mejores empleados periodistas apaciguando espíritus. Y dándole a los conflictos la temperatura prudente que merecen. Diarios y noticieros demuestran una comprensión democrática y una objetividad descriptiva. Sin ellos las audiencias serían influenciadas por un optimismo ingenuo. Los medios no exageran los crímenes, no exageran los pronósticos de crisis y no instigan a la gente decente a enfrentarse con los piqueteros y viceversa.Y es una suerte que los famosos de la televisión, atosigados de dinero y de fama, sean generosos con los ciudadanos que les proveen de esos bienes, y los exciten a reclamar por sus vidas amenazadas por la matanza masiva. Y por la aniquilación que asuela nuestras calles sin ley ni justicia.
Tampoco creo que los cardenales y obispos prefieran a otro tipo de gobierno, que se arrodille ante el Tedeum del 25 de Mayo, que haga recobrar el prestigio a los sacerdotes castrenses y que descarte para siempre esos pecados mortales de casar a los gays y a cualquiera que tenga un sexo desviado del sentido divino. No desconfío de las cámaras empresarias de medios y de negocios audiovisuales concentrados porque están de acuerdo en que el gobierno reavive el papel de los sindicatos y las paritarias y el de las organizaciones sociales. Y menos voy a sospechar de que los que profesan ese 2 % de la izquierda , y a quienes ya no les basta el brazo izquierdo sino que sienten que la izquierda es la ubicación de la Utopía extrema, sea tan –cómo decir- ilusa de desear que el Gobierno cese. La izquierda es inteligente: se inspira en Mao y en Trotsky, nada menos, y no va a ser tan otaria de creerse que en el derrumbe va a ser la beneficiaria. No se le va a ocurrir pensar que si ahora tácticamente acompaña a la derecha en el afán de destrucción en combo ideológico, después la derecha le va a dar el ministerio de trabajo y el de desarrollo social y la va a consultar a ver si los trabajadores de Kraft y del subte reciben el cincuenta por ciento y el doble aguinaldo y guartderías vip para los hijos. O si a los docentes los ubica en los niveles de los países nórdicos, y a la mitad de las reservas del banco Central la reparte entre el campesinado, el proletariado y los pueblos originarios. Y expulsa a las corporaciones expoliadoras, alentando la revolución permanente con la avanzada popular de las caceroleras de barrio Parque y la Mesa de Enlace. No quisiera creer que la ansiedad destituyente está en marcha. Lo que está en marcha es la eterna tilinguería, la desmemoria y la hegemonía mediática. A la conspiración se le hace agua la boca pero no le llega el bocado. Afortunadamente hay una oposición sensata que acompaña.


Carta abierta leída por Orlando Barone el 13 de noviembre de 2009 en Radio del Plata.

jueves, 12 de noviembre de 2009

La libertad de prensa “privatizada”

Es difícil imaginar una asamblea de banqueros en la cual, aparte de banqueros expongan los bancarios, y que estos se comporten más banqueros aún que los banqueros. Sería como imaginar una asamblea de lobos a la que voluntaria y entusiastamente se uniera Caperucita. O como imaginar un cónclave de tiburones al que se acercasen alegremente las focas. Pero los papeles zoológicos y humanos a veces se alteran. En la insurrección sojera permanente, los grandes pools y las corporaciones se vieron bendecidos por la adhesión de chacareros y chacareritos que están a su saga o a su servicio. Extraña resistencia donde la rebeldía no la conduce el sometido sino el propietario. Si como intuyo, fue el mate lo que más unió a los subalternos con los patrones, después de la mateada cada cual atiende su latifundio o su hectárea. La comparación decepciona. Ahora situémonos en lo ocurrido en la Asamblea de la SIP (Sindicato Interamericano de Prensa). Extraña simbiosis de distintos, ya que junto a los empresarios dueños de medios sobreactuaron sus periodistas afines. No nombraré a ninguno.: son más de los que calculaba. Para qué que alentar esa nominación estelar que ellos con su inclinación desmerecen. La SIP, que resguarda los intereses empresarios, más un grupo de encumbrados periodistas opositores al gobierno, y dependientes contractuales de los anfitriones, se celebraron juntos. Hicieron como si defendieran un común ideario democrático. Antinatural alianza. Se vió cómo colegas crispados contra la Ley de medios, coincidían con los dueños del negocio como si compartieran relajadamente el oficio de oponerse. Ni siquiera puede decirse que esos colegas padecen el síndrome de Estocolmo: agradecimiento al secuestrador que les perdonó la vida. Es peor: padecen el síndrome del adiestramiento rentado; o el del enjaulamiento próspero. Se les plantea un dilema de travestismo: si el de ser periodistas ricos entre periodistas pobres, o el de ser periodistas para patrones. La lógica de los empresarios de medios es expandir el negocio; la de los periodistas debería ser negarse a que aquellos les trastoquen el sentido de su oficio. Por eso en la asamblea resultó raro que los dueños de diarios junto a los periodistas famosos asociados decidieran en común que la libertad de prensa está amenazada desde el Estado. Cuanto más dicen temer el cerrojo más libres se sienten para ir al ataque. ¿No será al revés, y las amenazas son de la SIP y de esos periodistas no resignados a que sus anfitriones pierdan la hegemonía que ellos usufructúan? Si al menos allí hubiera sonado alguna voz que aprovechara la escena para disentir con los invitadores. Pero no: una cosa es cacarear contra el gobierno en cuanto programa con dueño de la SIP hubiere, y otra patear el tablero entre quienes pagan los salarios siempre a la derecha. Por eso suena a gracia desgraciada oírlos declamar el concepto de libertad de prensa como una propiedad privada.


Carta abierta leída por Orlando Barone el 12 de Noviembre de 2009 en Radio del Plata.

martes, 10 de noviembre de 2009

Manual de estilo del periodismo negro

Un periodista que se precie no puede ignorar que cualquiera sea la cantidad de crímenes que se cometan por día, basta uno solo para tratarlo con la potencia de cientos. Y si ocurriera nada más que medio crimen igual hay que tratarlo como múltiple. Cuando un experto o una autoridad presentan estadísticas que desmerecen el auge del delito, hay que responderles con ironía, que será porque las balas en el cuerpo de las víctimas son sensaciones. Y si el periodista aspira a tener éxito debe tener en cuenta que el delito contra un famoso es más efectista y rendidor que el que se comete contra otro cualquiera y anónimo. Además, como recurso aumentativo, debe afanarse en hacer hablar – aunque agonice- a la víctima, o a los parientes conmocionados. Y estar atento a que los más desgarrados y llorados lucen más convincentes que quienes se contienen y lloran sin lágrimas. Y aprovechar su desconsuelo para extraerles deseos de venganza y en lo posible lograr que vociferen por la pena de muerte. Y todavía más: doble condena a muerte. Si una estrella o ídolo famoso adhiere al linchamiento o al garrote cruel, mejor todavía. Y repiquetear con la frase común a la farándula: ¡Hagan algo, nos están matando! La crónica requiere que al darse la información policíaca es incompetente constreñirse solo al balazo o la puñalada. Sino que se debe describir con delectación por qué lugar de la cabeza ingresó el proyectil calibre extra large, qué descalabro hizo al ir produciendo el agujero dentro del cráneo, y cómo explotó antes de salir por la nuca. Y si se tratara de crimen con puñal, precisar que órgano interesó y si lo destripó en zigzag u oblicuamente.
Y por supuesto no olvidarse de detalles intimistas de la víctima: si la plata que le robaron era para pagar la cuota de la casita, o la operación para dejar de ser ciego, o si el perro que tenía ya no come y sigue esperando al dueño en el lugar donde yació acribillado. Si la noticia es una violación ir con entusiasmo al “sexualismo”. Y pronunciar la palabra sonante bien silabeada. “Vi Ó la CIÓN. Y ampliar los detalles sobre si se trató de penetración frontal, bilateral o bucal y si es posible cuántas veces. Cuando haya vecinos reunidos y enfurecidos señalando la casa del posible sospechoso, azuzarlos con el micrófono y las cámaras de modo que se sientan protagonistas de una epopeya. Y si el periodista es sagaz, tratar de instigar a los vecinos diciéndoles que no hay que atentar contra la guarida del sospechoso, insinuando que no se les ocurra incendiarla ni hacer justicia por mano propia o ir a buscar kerosén, hasta que los vecinos no aguantan más, traen un bidón y le acercan un fósforo bien delante de la cámara para salir de frente. Nunca un cronista que se precie debe dejar de proclamar – a medida que informa- que la gente quiere los derechos humanos para la gente buena, no para los delincuentes, y que estos entran por una puerta y salen por otra. Y ante la sentencia del tribunal a un culpable decir que es un fallo polémico y que veinte años de cárcel no alcanzan para conformar a los deudos. Durante la crónica insistir con la palabra “impunidad” y también repiquetear con la palabra “inseguridad” que son como la amenaza de un arsenal de destrucción masiva. Aunque la mayor inseguridad es la realidad mediática. Es eficaz a la crónica desechar datos y estudios que contextualicen y enfríen el tragedismo argentino. Y hay que saber que un día sin muerto es un noticiero muerto. Porque si no se infunde miedo, dolor y sed de venganza, no se ejerce bien el periodismo negro.


Carta abierta leída por Orlando Barone el 10 de Noviembre de 2009 en Radio del Plata.

lunes, 9 de noviembre de 2009

El muro nunca termina

Sobre la caída del Muro hoy se canta en todo el mundo. Acaso haya antiguos residentes detrás del muro que lo extrañen; otros que a Gorbachov lo viven como a un héroe y otros que lo desdeñen como un débil. Habrá una historia que cuente que el fin del muro es la victoria de la libertad y quien cuente que , al contrario, acentuó aún más los cautiverios. Lo cierto es que aquel Muro de Berlín era un adefesio antinatural que terminó naturalmente demolido. Lo más difícil de hacer caer son los muros invisibles: esos que solo el dinero puede atravesar libremente sea de color blanco o negro. El ser humano siempre ha levantado muros. Adán y Eva levantaron el suyo al elegir ser echados del paraíso. Hay muros recientes como el de la frontera de México y los Estados Unidos o como el de Israel y Palestina. O como el de Fuerte Apache, en donde hay dos clases de encierro: el de los que viven adentro y los que viven afuera. Y no es nada original. Porque hay un gran muro que da la vuelta al mundo de construcción incesante y que nos encierra juntos y separados. Levantamos muros domésticos, y muros en countries y barrios cerrados. Levantamos alambradas y rejas que no son exclusivas de las cárceles. Desde niños se aprende a estarse en el corralito. Ya al nacer el ser humano encierra su libertad educándola a no cometer exageraciones. Pink Floyd en The Wall canta: “Profesores dejen solos a los alumnos. ¡Eh! Profesores déjenlos. Si no , no serás más que otro ladrillo en la pared. Si no, no serás más que otro ladrillo en la pared”. Hay una antigua y ya caduca interpretación del muro o de la muralla, como la del recinto protector que evita que en ese mundo encerrado entren influencias nefastas. Tiene la desventaja de limitar el dominio que encierra pero la ventaja de asegurar su defensa. Pero hoy el muro se revela en lo que es: la separación entre fronteras, entre culturas, entre individuos; y entre Dios y sus criaturas. Las religiones están rodeadas de muros y llevan bastante material sólido. Para los simbolistas el muro es la comunicación cortada con su doble incidencia sicológica: seguridad, pero ahogo; defensa, pero también prisión. No sé si a veinte años del fin del muro de Berlín- aparte de esa enseñanza increíble de cómo dos “Alemanias” opuestas pudieron hermanarse- la humanidad ha aprendido. Aquella asignatura pendiente de los románticos, naturalistas y utopistas de un planeta sin fronteras no está en el proyecto de nadie. Cada vez más hacen falta visas, pasaportes, certificados y garantías para irse de un país a otro. Hay inmigrantes que se ahogan por trasladarse furtivamente e inmigrantes que se mueren hacinados en camiones de carga y otros que están condenados a vivir en la clandestinidad y en los márgenes. Pero también uno mismo levanta dentro suyo muros o muritos que nos separan de otros y de entender nuevas ideas y de nosotros con nosotros. Como advierte la canción, “Otro Ladrillo en la pared” , los profesores que nos enseñan no hacen más que reproducir el mundo en el que a ellos les enseñaron a ser profesores. Todos somos reproducciones apenas retocadas de moldes precedentes. Nuestros padres vinieron con muros y cuando somos padres continuamos amurallando hijos. El muralismo-no el de las artes plásticas- es una tendencia frecuente en la civilización actual.


Carta abierta leída por Orlando Barone el 9 de Noviembre de 2009 en Radio del Plata.

jueves, 5 de noviembre de 2009

"El show de la impunidad" por Carrió

Palabras como madriguera, armas escondidas, conspiración del Gobierno contra si mismo, vaciamiento institucional, vaciamiento de los fondos jubilatorios, persecución y venganza contra la directora de Clarín y sus hijos adoptados, stalinismo, fascismo, fascinerosos, etc., corresponden al vocabulario estándar de Elisa Carrió. Es que, ¿La palabra libre es la palabra impune?
Todos decimos cosas de las cuales no tenemos ni pruebas ni asideros. A veces nos arrepentimos a solas, otras las seguimos sosteniendo porque no tenemos a mano la conciencia. Cualquier sobremesa de familiares y amigos es un ejemplo estándar.
Pero públicamente expresarse con libertad exige merecer esa libertad. En ese rango están los líderes políticos y sociales.
¿Cuándo un dicho o un mensaje adquiere el carácter de impune o la condición de irresponsabilidad? Ese es un pacto no escrito entre el emisor y el receptor del mensaje. Si el emisor expresa algo vil e incomprobable y el receptor lo aprueba, se cierra el circuito de credibilidad entre ambos. O se cierra el circuito de vileza. Elisa Carrió es el modelo más cierto de libertad de la palabra. Dice lo que se le canta y cuando se le canta. Es tal su devoción por la libertad que cada vez más se demuestra a si misma que es la que más la disfruta.
Su presencia audiovisual es muy solicitada. En los medios ejercita su impunidad verbal y su creatividad ficcional y profética. Sus entrevistadores (a veces periodistas notorios), especulan con el rating que ella y sus denuestos producen. Aunque ante ella y a modo de respuestas se permiten poner alguna cara de incredulidad o perplejidad. Como si se dijeran "No puedo creer lo que me está diciendo".
No hay ninguno hasta ahora capaz de interceptarla con una pregunta que la saque del columpio donde ella se hamaca a sus anchas mientras los otros la miran. Tampoco entre sus discípulos y aliados ninguno parece expresar la vergüenza ajena que uno supone debería abrumarlos. Hay contagios que contagian. Es como si se resignaran a que están frente a una conducta paranormal y entonces se contienen: tienen miedo de recibir una respuesta más paranormal todavía. Elisa Carrió acaba de enviar a las embajadas extranjeras un libelo en el que denuncia que el poder no lo ejerce la presidenta sino su marido: usurpador sin haber sido elegido. Compara la situación anómala institucional de la argentina con la de Honduras. Y después en el plató y ante los micrófonos dice que esto se derrumba y que estos ladrones se van llevar todo a las islas Caimán. Se desconsuela por la libertad de prensa amenazada, a la par que predice la hecatombe argentina. Pero, por suerte, ella se autocomplace diciendo que está ahí para infundir tranquilidad. Dicho esto guiñando un ojo suficiente desde un rostro anaranjado y exhausto por la adicción cósmica solar. Lo curioso es que los propios funcionarios del gobierno destinatario de las acusaciones abismales, las banalizan diciendo que la dirigente "los tiene acostumbrados" a esos dichos. Tampoco esto es normal. Y el ninguneo, como recurso, a lo mejor la provoca. Lo cierto es que ella siempre tiene público. El show la necesita.
Aunque Carrió no responde al género del espectáculo sino que se presenta como líder con afán de gobernar. Paradoja de quien no puede gobernar su propia pulsión de impunidad.


Carta abierta leída por Orlando Barone el 5 de Noviembre de 2009 en Radio del Plata.

martes, 3 de noviembre de 2009

El relato único de la manada

Para qué tantos medios, tantos periodistas, tantas agencias, si todos vamos a ver el mundo a través de la misma lente, de la misma noticia. Para qué tantas radios, tantos diarios y revistas, tantos canales y señales de televisión, si todos coincidimos en el tema y en el tono del relato. Para qué individuos dedicados a la profesión de informar, dispuestos desde distinta cultura y orígen, desde distinta imaginación y creatividad, si se los termina alineándolos en cadena al circuito de repetición asomados a la misma torre de observación. Participamos de una manada que ante el surtido de la vida y del mundo se restringe a mirarlo y contarlo con el mismo ojo dirigido hacia el mismo escándalo-negocio. Miles de periodistas y millones de personas son cada día atraídos hacia ese objetivo; como si la realidad fuese forzada a empequeñecerse al tamaño de una noticia que nos rejunta como si no hubiera otro interés que ése en la demanda. Así, una orquesta de obedientes y mecanizados instrumentistas y un vasto público consciente o inconscientemente cautivo convergen para no salirse del único movimiento que les señala totalitariamente el pentagrama, o según la ubicación en las gradas. Extraña forma de unificar la diversidad infinita de la vida de manera de narrarla a través de un limitadísimo enfoque. Los medios son como esos estudiantes copiones entre si cuyos exámenes resultan todos iguales. Y si el primero copió mal los demás se amontonan en el error. Lavamos la rica heterogeneidad para encorsetarla en lo homogéneo. ¿Es esto casual o intencionado? La respuesta está cantada. En este momento social la tragedia rinde más que la comedia. Tiene más beneficiarios.
Cuesta asumir que de una sociedad de cuarenta millones de seres con cuarenta millones de comportamientos, de pasiones, de inteligencias e ignorancias se acabe en el resumen totalitario de una noticia policial, o de un determinado escándalo escogido según sondeo del mercado. La sociedad así informada se resigna a que en la Argentina únicamente sucede eso que todos cuentan y que los medios imponen como centralidad. Ya que todo lo demás no sucede aunque suceda: porque se nos amasa para que suceda únicamente eso que se nos cuenta. Y entonces se está cada día a la espera del absolutismo de una noticia que hace que mil voces suenen como una y expresen la obsesiva incapacidad de narrar una realidad por afuera de la manada. El que cuenta y el que es contado son igualmente vulnerables y vulnerados. Somos instigados a copiar la mirada mediática que unifica a su gusto. Si las artes copiaran a los medios todos leeríamos el mismo libro, escucharíamos la misma música, bailaríamos la misma danza y veríamos el mismo cuadro. Por suerte no. El arte todavía se resiste.


Carta abierta leída por Orlando Barone el 3 de Noviembre de 2009 en Radio del Plata.



lunes, 2 de noviembre de 2009

180 pesos, mucho, y nada

La periodista Sandra Russo, expresamente satírica, comparó la asignación por hijo de 180 pesos con el precio de una camisa en una boutique de Alto Palermo. Y estaba significando el significante. Aporto más comparaciones: 180 pesos son la mitad de lo que cuestan unas zapatillas de marca; es el precio de la pelota de fútbol penalty No.5 termosellada, o el de una camiseta de la selección argentina con licencia garantida por la AFA. Con 180 pesos es difícil conseguir una entrada cerca para ver el recital de una banda de moda o para comprar un skate con ruedas de silicona. Tampoco alcanzan , salvo en oferta, para conseguir un disfraz de chica gótica con capa de red o un MP3, 4, y 5 con pantalla táctil. Curiosamente es el precio de un corralito Bebesit no de lujo. Con 180 pesos se pueden comprar solo cuatro libros juveniles de escritores importados famosos y si se quiere festejar el cumpleaños en Mc Donald’s no se puede invitar más que a seis chicos y con menú restringido. Para un adulto bien incluido de clase media, sea urbano o campestre, 180 pesos es el estándar para una comida de dos en un restaurante gourmet; y solo cubren una semana de amarra de un barquito en un embarcadero. Unas botas estilo campo “vip” cuestan el doble o el triple. Algo hicieron mal los adultos para presumir que la modestísima asignación por hijo es un salvataje oportuno. Y hasta compiten por su autoría original como si se tratara del vellocino de oro y algunos objetores se plantean suspicacias de ilusorio perfeccionismo No se afanan los ricos de la misma manera para ofrecerse a pagar más impuestos a la riqueza, los legisladores y funcionarios no se privan de los aumentos de sueldos, los altos puestos gerenciales y los directorios de las empresas no se plantean una reducción de sus beneficios, la educación religiosa y la privada no se preguntan acerca de si se justifican los subsidios que reciben ,y los que ponen cara de compasión cuando en la pantalla “palabrerizan” solemnemente la pobreza no se demuestran a si mismos- estén o no bronceadas- que la tocan con la mano real y no con la de la teoría. Acuérdense cómo tantos berrean cada vez que les aumentan las expensas, como si en el nivel de ingresos de los propietarios de pisos, autos nuevos y cocheras, se tratara de una exacción que los condenara al hambre. No soy original: estoy de acuerdo con la ayuda de emergencia desde el Estado. Es un derecho, es moral, social e ideológica. No tengo “peros”. Hay quienes los tienen. Los “peros” son el recurso histérico del que no encuentra orgasmo colosal que le siente. Bastante “pero” es ser un chico pobre, para ponernos a tratar de refinar el concepto y el estilo cuando las madres necesitadas ya están en la fila de espera degustando lo que creen una fortuna. Los chicos beneficiados no necesitan preguntarse qué significan 180 pesos. Ya lo harán cuando sean grandes y ojalá no se equivoquen. No tendrán nada que agradecer, pero sí saber en dónde no hay que buscar al enemigo. Mientras tanto, para esos apócrifos humanistas sociales que se pavonean por ahí, les convendría anotarse que 180 pesos es lo que cuesta un sauna con masaje en un hotel del centro y un servicio normal en la peluquería de Giordano.


Carta abierta leída por Orlando Barone el 2 de Noviembre de 2009 en Radio del Plata.