viernes, 12 de noviembre de 2010

La "Banelco" del gallinero


Avisada por el pueblo, por las encuestas y la evolución económica, de que su futuro eleccionario va a ser la derrota, la oposición no vacila en ensuciar el juego para que el escándalo salpique otra vez a la política. En su clara conciencia del fracaso se empeña con vileza menor y conspirativa, en querer hacer fracasar al Gobierno. Impotente y carente de la posibilidad de generar entusiasmo aspira al desentusiasmo del pueblo entusiasmado. Vaciada de futuro retrocede con nostalgia a aquella vez del “que se vayan todos” cuando fueron sus integrantes quienes se fueron. Y reinstalan la ponzoña del soborno y la coima. Les sobran arrepentidos e hipócritas morales; augures y odiadores. Carrió los desborda como una Moby Dick enfurecida queriendo un naufragio colectivo. La oposición está dañada por el aún caliente duelo popular. Se siente aterrada por el “gran muerto”, que entierra por efecto de succión a políticos opositores que ni vivos están vivos. Y que se rejuntan sin deseo conjunto. Los instiga la intención del desánimo social. Entonces siembran el Congreso de sospechas; embarran las bancas y enlodan sus mandatos democráticos rebajándose a si mismos con tal de arrastrar a los que los superan en tamaño. Lo diminuto del papel de los opositores – a sabiendas de su ya probado fatalismo secundario- es pretender gobernar con artimañas legislativas y la concentrada complicidad mediática a un país que eligió su gobierno. Un extraño fenómeno de amasijo los compacta. Y aún asqueados sus miembros entre sí, buscan la destrucción del plan nacional y popular que tan esforzadamente se va construyendo. El presupuesto los “saca”: no sea cosa que el reparto y la distribución social que se plantea siga alentando aprobaciones que ellos no consiguen. Con tal de medrar con el escándalo hacen canibalismo con la política que generosa e inmerecidamente los contiene. Hay diputadas trémulas que se agitan virginales fantaseando que quieren corromperlas con mensajitos. Y hay radicales, ex peronistas y otras tendencias fútiles que ansiosos de vedettismo se aprovechan del despelote para que cunda. Y enchastre al Gobierno. Por eso alborotan el gallinero del Congreso como si hubiera entrado una serpiente. Y cacarean una “Banelco” trucha. Pero cómo creerles a gallinas infértiles que nunca ponen huevos.




Carta abierta leída por Orlando Barone el 12 de Noviembre de 2010 en Radio del Plata.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

El periodista que teme perder el trabajo está frito


Todos estamos a sueldo. También los periodistas. El dilema del periodista surge cuando quienes le pagan el sueldo le exigen que haga, relate y comunique algo que traiciona su conciencia. De hecho estamos suponiendo que la posee. Aunque la conciencia no es uniforme, y a estas alturas hay algunas más lábiles y elásticas que otras. Más sensibles-digamos- a que les hagan el rollo. O les infiltren ideas extrañas a su currículum y ajenas a su alma. De cumplirse esta última situación el periodista está frito. Eso sí, depende de en qué aceite. Porque si se está frito con el aceite de la prosperidad es más gustoso que si está frito con el denso y untuoso del desempleo. Aún peor es estar refrito y tan aceitoso que repugne. Entonces el periodista que sea- grande, mediano o pequeño- se siente dudar: ¿Qué hago? Si no cumplo con quienes me pagan me echan y me quedo sin trabajo, y si cumplo me traiciono y sufro mi propia vergüenza. Ahora bien: en la hipótesis de que el periodista opte por continuar cobrando su sueldo y se resigne a bajar la cabeza y traicionarse, aparte de su conciencia ¿Quién se entera? Los que reciben su mensaje nunca saben si el periodista dice lo que dice porque está convencido o porque está traicionándose. Así como un actor idóneo hace creíble un personaje, también un periodista hace creer una noticia si es creíble. Con oficio se puede ejercer una actuación pasable. Y cualquier periodista puede auto convencerse de que todo cuanto miente, omite, tergiversa y especula para un determinado sector, o conspira en contra de otro o a favor de truhanes a los que debería poner en apuros, lo hace porque cumple consigo mismo y no influido por quienes le pagan el sueldo. Este planteo es tan simple y modesto que hoy lo sabe cualquiera. O debería ya saberlo. Hasta es probable que con la mejor intención, o candor, se pueda pensar que el periodismo así como está es óptimo y correcto. Que puesto a conseguir trabajo el periodista tiene la libertad de sopesar cuál de los ofrecidos es el empleo que menos lo instigará a abjurar de si mismo. Ilusionémonos en que cada periodista está en el lugar adecuado y ajustado a su conciencia. Por qué no ser optimista y considerar que lo que más reina y abunda es la limpia, no la sucia. Y que ningún periodista se humilla por tener que mentir a cuenta de los dueños de la mentira, o a vitorear a quienes desearía desenmascarar. Por qué no pensar que un periodista está disculpado de lo que dice y escribe, ya que es un profesional que cumple aquello que se le manda, y que no haría si no tuviera patrón y cobrara un sueldo. Argumento que algunos considerarán execrable. Este es un borrador de dudas. Si es o no auténtico solo lo saben el patrón y la conciencia. Y a veces el público. Ah, no crean que el público está exento de este asunto de la conciencia y de la fritanga. El aceite forma parte de la cocina.




Carta abierta leída por Orlando Barone el 10 de Noviembre de 2010.

martes, 9 de noviembre de 2010

Otras explicaciones básicas sobre Cobos

Cada viaje de la presidenta aparece el riesgo, ya estratégicamente desactivado, del vicepresidente como potencial amenaza de presidente provisorio. Al parecer se ha conseguido neutralizar cualquier forma de estropicio limitándolo a Cobos en su cripta o su nicho. Su semblante hierático forma parte del envoltorio incómodo en que él mismo se ha puesto. Luce como si estuviera almidonado y temiera que el almidón se le humedezca para convertirse en engrudo. No estoy diciendo nada nuevo, pero cada tanto no viene mal renovar conocimientos básicos de un sistema de Gobierno. El nuestro. El vicepresidente Cobos no es solamente un traidor y un desleal como se lo concibe y considera por costumbre. Es también un impostor, alguien que simula actuar dentro del protocolo y como parte del Poder Ejecutivo, pero que adulterando las reglas actúa en contra. Y más aún: con deseos explícitos de ganar las elecciones a la presidencia sustituyendo a la actual. De haber sucedido, en épocas pasadas su codicia tendría ya premio militar y cardenalicio. Todo lo hace usufructuando el rango para el cual fue elegido por el Frente para la Victoria y en aras de sus políticas nacionales y populares. En un momento de democracia en quiebra y en trance se coló como socio trémulo y funcional al partido con más chances. Juró cumplir con la doctrina de su Jefa y superior en la fórmula. Renunció a su pasado sin que nadie lo obligara. La Constitución da por descontado que el vicepresidente acompaña al Presidente. Y a sus políticas. Ocurre que en la fórmula con el presidente, el nombre del candidato a vicepresidente va más diminuto y debajo. Solo una vez- con Chacho Alvarez- el de abajo competía en votos como el de arriba. . Y ese radical fue un infortunio. Pero en general el de arriba de la fórmula prevalece y tracciona al que acompaña. Cobos no es senador. Aunque esté en el Senado. No puede votar desde las bancas con ninguna de las partes. Y preside las sesiones como si fuera un funcionario ajeno- y lo es- ya que responde al Poder Ejecutivo. Está sentado allí en representación de éste por si se da una situación de paridad que solo el voto de desempate del vicepresidente de La Nación garantice la gobernabilidad de quien Gobierna. La Constitución no prevé que un vicepresidente estafe a quien encabeza la fórmula en plena cara y continúe en sus funciones. Si representa al Gobierno no se presume que llegue a desvirtuarlo a favor de sus opositores. Pero ¿Cómo se atreve a ser vicepresidente de la Nación quien es parte del partido radical, el mismo que se opone a todo cuanto el Poder Ejecutivo plantea o ejecuta? El gobierno elegido no es el radical. El pueblo no votó sus proyectos. Sin embargo el radicalismo, que se arroga poseer los más altos valores democráticos y tiene protagonistas feroces que hablan como si fueran mansos, no bien Cobos estafó al Poder Ejecutivo lo recobró para sus filas sin nauseas. Y le dio apoyo y lustre eleccionario. Se montó en la estafa de uno de sus referentes con la desfachatada promesa al pueblo de aspirar a una mayor transparencia de las instituciones. Si hay algo que descalificó todo este tiempo al radicalismo es Cobos. Y ahí está él en la cripta o el nicho con su almidonada impostura. Y su perdida hipocresía institucional y democrática.


Carta abierta leída por Orlando Barone el 9 de Noviembre de 2o10 en Radio del Plata.